El corrupto cree, como el ladrón, que todos son… - por Erasmo Quintana *

Juan Carlos Monedero acaba de publicar un artículo –lo vemos en La Casa de mi Tía- “11 tesis sobre Venezuela y una conclusión escarmentada”, brillante exposición acerca del problema que vive hoy la Octava Isla suramericana. Comienza diciendo que Maduro no es Salvador Allende, a lo que yo añado “media un abismo”, pero tampoco Chaves, aunque con éste sí hay concomitancias. Estoy de acuerdo con él cuando dice que hay que exigir y alentar el diálogo (esto se lo hemos oído decir más de una vez a ese hombre de buena voluntad, Zapatero, sin que lo haya conseguido), y no permitir -¿cómo?- que el PP y la internacional conservadora, donde habita Trump, se pueda reeditar una de las más grandes miserias de la Humanidad, que consiste en sembrar dolor en otros sitios -Venezuela por ejemplo- para ocultar los sufrimientos propios, donde se encuentra el nuestro.

Señala que “ningún demócrata puede ponerse del lado de los golpistas, esos de los “escuadrones de la muerte”, el paramilitarismo, el asesinato de la cultura, la Operación Cóndor”… Comprende que Nicolás Maduro produzca rechazo modificando la Constitución para perpetuarse en el poder; pero al lado de la oposición golpista, alentada e inspirada por la CIA norteamericana de Trump, están por aquí políticos corruptos, periodistas mercenarios -conocemos unos cuantos- los nostálgicos del franquismo que, dicho sea de paso, no se comprende tanta nostalgia, cuando el franquismo nunca se fue;  éste no murió con Franco, sigue vivo y coleando, de ahí que cuando se toca la figura del dictador crujan los cimientos del PP. Manuel Fraga Iribarne, junto a cinco exministros de Franco, le hizo un partido para lidiar en democracia llamado Alianza Popular y así los franquistas continuar tocando poder. Los vendedores de armas, los que alientan ajustes económicos, -ajustes que nunca son para el neoliberalismo, sino para la gente humilde, honesta y trabajadora-, son los que defienden los golpes militares en América Latina. Venezuela está a punto de estallar en guerra civil, parecida a la nuestra. Todas las guerras son horrorosas por definición, pero son infinitamente más graves cuando se da entre hermanos.

Pone sobre el tapete la contradicción de Aznar haciendo negocios con la Libia de Gadafi y la Venezuela de Chávez, pues en cuanto los poderes económicos se lo pidieron se convirtió en censor garrote en mano. Recuerda que su amigo Gadafi le regaló un caballo pura sangre, escena televisiva que todavía conservamos en la retina. Después, cosas de la derecha –dice-, cuando el sátrapa dictador fue cazado y linchado por las hordas, él celebró el magnicidio. Con Venezuela, y la lógica propagandística, utiliza el PP de modo sistemático los problemas de aquel país como ariete envenenado contra Podemos. Los históricamente corruptos señalan a los dirigentes venezolanos corruptelas mil. Ven la corcova ajena… Por otra parte, todo hay que decirlo, la memoria de Venezuela está llena de esa lacra. Para que un ciudadano resuelva un papel oficial tiene que pagar peaje al funcionario, si no, “aquello” no camina. El "¿cuanto hay pa'eso?", la corrupción es el motor que nueve todo, con los bolivarianos y con, por mencionar tan solo a alguien, Carlos Andrés Pérez.  

Desde su nacimiento Podemos es la diana de todo francotirador. Lo último: el alcalde de Alcorcón, David Pérez, del PP, hace responsable de la barbarie terrorista en Cataluña a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Gente lúcida le ha recomendado que rectifique pero él, que no, se reafirma; lo mismo que ese curita guaperas de TV haciendo suspirar a las casaderas, Santiago Martín, exjefe de religión de ABC, que se propone denunciarla por colaboración con el terrorismo. Tampoco escapa Manuela Carmena a esta ciega y fanática cacería de la ultraderecha española y franquista. Y la guinda: Ana Guarinos, presidenta in péctore de la Diputación Provincial de Guadalajara, se reafirma y vuelve a llamar “pederastas” a los de Podemos. La cantidad de éstos que tiene su partido, además de acosadores sexuales juzgados y con pena de cárcel, ésos para ella no existen. “Cosas veredes, amigo Sancho”.  

* En La casa de mi tía por gentileza de Erasmo Quintana