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martes, 23 de abril de 2024 10:22h.

Entre la creación, la realidad y la pura fantasía - por Nicolás Guerra Aguiar

 

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LA CREACIÓN DE ADÁN - MIGUEL ÁNGEL
LA CREACIÓN DE ADÁN - MIGUEL ÁNGEL

Entre la creación, la realidad y la pura fantasía - por Nicolás Guerra Aguiar *

 

Acabo de leer un texto de Mark Twain (1835 - 1910). Me trajo a la memoria las juveniles discusiones (serenas, eso sí) sobre el origen del universo pues -¡osados veinte años!- habíamos fracasado en el intento de racionalizar las “explicaciones” eclesiásticas simbolizadas en los siete días (seis más el último, cuando Dios descansó). 

MARK TWAIN
MARK TWAIN
HUCKLEBERRY FINN
HUCKLEBERRY FINN

  Escribe el autor norteamericano: “Teníamos el cielo allá arriba, todo tachonado de estrellas, y solíamos tumbarnos en el suelo y mirar hacia arriba, y discutir si las hicieron o si acontecieron sin más”. Hoy, ciento cuarenta años después, por suerte la Ciencia nos aproxima cada vez más a desapasionadas conclusiones, a fin de cuentas tenemos derecho a buscar la verdad por encima de fantasías, complejísimas metáforas o bienintencionadas consideraciones muy respetables, por supuesto.

 No sucedió ayer, ni en el milenio pasado. Ni tan siquiera el Australopithecus anamensis -consecuencia de la tan denostada  evolución, el darwiniano cambio de las especies- fue testigo. Esta categoría de homínido (actual Kenia, cuatro millones de años atrás, lejanísimo antecedente del ser humano) nunca supo de un acontecimiento trascendental: la creación (¿“Creación”?) del espacio, el tiempo y toda la materia contenida en el Universo. ¿Cómo fue? 

homínido universo

  Con lenguaje muy sencillo: todo se debió a que “un punto sin tamaño pero de infinita densidad empezó súbitamente a expandirse” hace casi catorce mil millones de años (13 760 000 000, precisa el diario ABC). A partir de ahí, y a lo largo de casi infinitas transformaciones, la combinación de partículas sueltas dio paso a “estrellas, galaxias… o los seres humanos”.

Universo ABC
Universo ABC
JOSÉ MANUEL NIEVES
JOSÉ MANUEL NIEVES

  Para José Manuel Nieves, autor del interesante artículo (¿Es posible ver el instante de la Creación?”) el acercamiento de la Ciencia al minuto cero es, por ahora, absolutamente imposible a pesar del extraordinario desarrollo de la tecnología, sofisticadísimos aparatos, inteligencia artificial… Lo más ha sido la localización en el tiempo, casi catorce mil millones de años, apunté arriba. (Pero como absoluto ignorante del tema sí puedo plantearme otra cuestión cuya respuesta, de seguro, manejan los científicos pero no precisa el periodista: ¿cómo es posible, dada la limitación del cerebro humano, llegar a una conclusión numérica y cronológica tan aproximada?) 

BIG BANG hipertextual.com
BIG BANG hipertextual.com

  Se trata, pues, de la Gran Explosión, así traducida al español la secuencia lingüística Big Bang, propia del campo de la cosmología, definida esta como ‘Parte de la astronomía que trata de las leyes generales, del origen y de la evolución del universo’. (Por cierto: leo en algún libro especializado que, etimológicamente, la voz procede del griego [kosmología] cuando, en realidad, está formada por un helenismo kósmos, -‘universo’-  más el latinismo logía, ‘ciencia, estudio, tratado’.) Sin embargo hay una palabra en el quinto párrafo (“Creación”, con mayúscula) intencionadamente entrecomillada por mí: pretendo destacar que no es mía, sino del periodista. Y lo hago por tres cuestiones lingüísticas, a saber. 

  La primera está relacionada con las normas ortográficas: ¿el uso de la “C-” mayúscula, allí, se debe a la tradición judeocristiana según la cual el universo es exclusiva y monopolizadora obra de Dios, algo  divino? La segunda entronca con el Diccionario: este le da a “creación” un primer significado de ‘acción y efecto de crear’, es decir, producir algo de la nada. Y “nada” (tercera cuestión), a su vez, se refiere a ‘inexistencia total o carencia absoluta de todo ser’. Por tanto, ¿desde la nada se puede producir algo? (Desconozco la causa, pero sospecho cierto interesado dirigismo: a fin de cuentas, ¿quién sino el pregonado dios de las religiones podría, entonces, ser capaz de crear desde ella, es decir, la nada?) 

CARL SAGAN
CARL SAGAN

 Carl Sagan, astrónomo, astrofísico, cosmólogo, astrobiólogo, defensor del pensamiento escéptico científico, plantea una cuestión muy llamativa: si Dios creó el universo de la nada, “¿de dónde proviene Dios”? Con lo cual estamos en el mismo punto de partida. Tal interrogante viene a ser, sencillamente, casi la transcripción literal de un documento hindú del siglo IX: “Si Dios creó el mundo, ¿dónde estaba Él antes de la creación?… ¿Cómo pudo haber hecho Dios el mundo sin materiales?”. Por tanto, “el mundo es increado”, concluye.

  Cronológicamente, la Ciencia desde el XVIII (Siglo de las Luces) comenzó a exigir precisión y objetividad, es decir, algo independiente de la propia manera de pensar o  sentir. Y esa misma Ciencia (también es observación, razonamiento) llegó a un principio que no puede ser refutado o replicado, pues no hay argumentos o razones  para echar por tierra la conclusión del químico francés, Antoine Lavoisier, muerto en 1794: “La materia ni se crea ni se destruye, solo se transforma”. 

LAVOISIER
LAVOISIER

  Por tanto, ”el punto sin tamaño pero de infinita intensidad” nombrado en el párrafo cuatro y cuya expansión inició, ¿podría ser la materia arriba nombrada, indestructible pero sí transformable? (Siempre, absolutamente siempre ha existido.) Así, ¿podríamos aventurar como muy poco prudente (o quizás inabarcable por mis limitaciones) hablar de creación del espacio, tiempo… si “crear”, hemos visto, es producir algo de la nada? 

  (Frente a esta realidad científica el hombre, desde miles de años atrás y a medida que su capacidad cerebral fue en aumento, echó mano a mitos -narraciones fantásticas-, algunos de cuyos protagonistas están revestidos de carácter divino. Pero solo son eso: ficción, leyenda, quimera, fantasía… Y el dios de las religiones, en conclusión, ¿podría solo ser una idea, un concepto, una abstracción edificada por el ser humano para justificar su presencia en la vida y así autoconvencerse de su inmortalidad a pesar de la muerte física? A fin de cuentas el hombre necesita creer en el más allá, su infinita proyección.)

  En definitiva: quizás hacia ese camino apunta el poema “Lo fatal” del modernista Rubén Darío. Desde el primer verso (“Dichoso el árbol que es apenas sensitivo”) de la primera estrofa deja constancia de la gran tragedia del ser humano: su capacidad de raciocinio, pensamiento y planteamiento de cuestiones relacionadas con su futuro (“el espanto seguro de estar mañana muerto”) lo llevan también a sentir envidia de “la piedra dura”, aun más insensible que el árbol del inicio. (¿Felices quienes no piensan?) 

 

Lo fatal

Rubén Darío

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber a dónde vamos,
ni de dónde venimos!…

RUBÉN DARÍO
RUBÉN DARÍO

 

 

* Gracias a Nicolás Guerra Aguiar

NICOLÁS GUERRA AGUIAR

 

 

mancheta ene 23