Creer para ver - por Ramón Alfonso

La única luz que iluminaba la estancia era la de la televisión, las ventanas estaban cerradas resguardándola del intenso calor que venía de la calle. Sonó el teléfono, al descolgarlo, la cara de Engracia se descompuso de alegría y una risita nerviosa brotó de sus labios, era de La Televisión. La presentadora la saludó con falsa familiaridad y le preguntó por el viento huracanado que azotaba a la ciudad. ¿Viento? Sorprendida se levantó trabajosamente para acercarse hasta la ventana, la abrió tras correr los visillos y amablemente le dijo que sólo corría una leve brisa que apenas mecía las ramas de los árboles de la plaza, que había gente en la terraza del bar, y que... La voz metálica del teléfono la interrumpió bruscamente Créame Engracia, el viento huracanado está azotando su ciudad, hay heridos y personas evacuadas. Cierre la ventana y vea La Televisión. Con el corazón encogido, llamó a su hijo, recién instalado tras ser despedido de su trabajo y desahuciado de su casa, para que atrancara puertas y ventanas, asegurara las macetas y recogiera la ropa tendida en la azotea... Mientras, se oía a la presentadora denunciar a unos sindicalistas por agredir a una cajera de Mercadona.