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viernes, 03 de mayo de 2024 03:10h.

Crónicas libres en el mercadillo de Tegueste - por Alba Piñol Farré

Como todos los sábados por la mañana hemos salido con mi marido al mercadillo de Tegueste para aprovisionarnos de hortalizas frescas y frutas del tiempo. Habría que decir, en el capítulo de frutas que había unas peras chiquitinas, una ciruelas amarillas y rojas, …bueno esa sabrosa fruta del tiempo y terminamos sentados en la cafetería y tras encuentros siempre interesantes, esta vez mi reflexión se dirigió hacia la zona de ocio universitario de La Laguna conocido popularmente por el Cuadrilátero.

Crónicas libres en el mercadillo de Tegueste - por Alba Piñol Farré

Como todos los sábados por la mañana hemos salido con mi marido al mercadillo de Tegueste para aprovisionarnos de hortalizas frescas y frutas del tiempo. Habría que decir, en el capítulo de frutas que había unas peras chiquitinas, una ciruelas amarillas y rojas, …bueno esa sabrosa fruta del tiempo y terminamos sentados en la cafetería y tras encuentros siempre interesantes, esta vez mi reflexión se dirigió hacia la zona de ocio universitario de La Laguna conocido popularmente por el Cuadrilátero.

Hace ya muchos años, cuando comencé a visitar frecuentemente Tenerife, con alojamiento en La Laguna, su Cuadrilátero era atractivo y exclusivo. Todo aquel, sobretodo residente en el norte con su capital incluida, que salía por la noche pasaba obligatoriamente por el Cuadrilátero.

Como su nombre indica está formado por cuatro calles importantes y cada una de ellas tenía alguna “especialidad”; los locales de música eran para jóvenes, menos jóvenes y aquellos adultos que se habían divertido en ellos en su adolescencia y juventud. Había una parte donde hacían generosos bocatas para poder terminar la noche. También estaba el sector donde se podía encontrar droga. Y aquellos que hacían minibotellones en la calle cuando los botellones todavía eran raros. Y no podía faltar la policía que vigilaba, mientras el equilibrio se guardaba hacían como que no estaban. Y estaba el ruido; era normal, una zona de diversión nocturna produce ruido. Cuando la gente salía a cenar, en grupo, en pareja, con amigos, finalizaba su noche tomando una copa en el Cuadrilátero donde cada bar tenía su estilo y su música: negra, latina, cubana, tecno,...

Pero poco a poco el Cuadrilátero ha ido a menos. No ha sido de golpe ha sido poco a poco que lo han ido diabolizando y destruyendo institucionalmente y difamándolo en los medios de comunicación.

Según los interesados el ayuntamiento de La Laguna dejó de dar licencias o comenzó a suprimirlas, ocasionalmente, y el Ayuntamiento de Santa Cruz inició su concesión.  

Luego, poco a poco, se fueron dando licencias nocturnas en otras zonas de La Laguna pero no podían funcionar: el ambiente estaba en el Cuadrilátero y era eso lo que había que destruir. No fue fácil pero empezaron a taladrar los bares del Cuadrilátero con visitas inoportunas de la policía que molestaban a los clientes y empezaron las multas por cualquier cosa. El caso era incomodar a los clientes y perturbar el ambiente mediante cualquier razón administrativa rebuscada, por decirlo de alguna manera, cuanto más lleno estaba el local más problemas burócratas tenía.

Como conclusión a mi reflexión a la que he llegado esta mañana es que el Cuadrilátero está agonizando por decisión administrativa del ayuntamiento, a favor de otros barrios donde parece ser los clientes nocturnos no hacen ruido, ni beben en la calle,…

La agonía del Cuadrilátero sería  más pasajera si los dueños, en su mayoría autónomos, no se estuvieran arruinando. Han tenido que echar a la mayoría de sus empleados que hacía años que trabajaban ya no para ellos si no con ellos y que han ido a aumentar las cifras del paro.

Pero mientras la Universidad de La Laguna viva su zona de ocio debe sobrevivir y reencontrar el ambiente de algunos años atrás. Estoy segura, a pesar de la época destructiva en la que vivimos, que sus autónomos no se dejarán vencer y lo conseguirán encontrando nuevas opciones.


Alba Piñol Farré