Cuidado con despertar la bestia, porque luego, ¿quién la para?

 Erasmo Quintana *

La derecha extrema del PP y la extrema derecha de Vox, como suele denominarlas con acierto nuestro amigo Antonio Aguado, han iniciado un camino de lo más peligroso. Las manifestaciones de protesta que están organizando en las cercanías de la sede del PSOE, en Ferraz. son cosa nueva. Es la primera vez que sucede que el Partido Popular va de la mano de Vox a presionar con dura protesta ante la sede de un partido. Para ello debería bastarles el templo de la palabra, el Parlamento, que es donde se dirimen las diferencias entre los partidos en un sistema democrático. La violencia y la amenaza a otro partido parece que no es propio de gente que se llama democrática, además  de que es algo que no habíamos visto nunca.

PP y VOX parece que se han tirado al monte. Núñez Feijóo, tratando de salvarse él de la quema política, ha escogido un camino muy peligroso: la insubordinación democrática tratando de doblegar por la fuerza la voluntad de las mayorías, al tiempo que alimentando el odio y las más bajas pasiones de una parte de la sociedad. Por ahí no, se equivocan. Tengan cuidado con la fiera o el Leviatán, que el problema que alientan se les puede ir de las manos. La policía, unidad antidisturbios, recomienda y exige chalecos y cascos a los periodistas que cubren la información de las manifestaciones violentas de protesta en las proximidades de la sede del PSOE, en la calle de Ferraz. Aquí, las hordas salvajes se hacen dueñas de la calle porque está la sede del Partido Socialista.

A las puertas del Congreso de los Diputados, el odio visceral y la ira de la gente que protesta porque no le gusta que se negocie la amnistía a los protagonistas del Procés catalán. Los incontrolados llenos de odio cainita lanzan huevos a los diputados y les insultan, en los prolegómenos de la sesión de investidura del nuevo presidente del Gobierno. Como consecuencia, catorce detenidos por las cargas policiales. Gritos de esta basura humana en contra de Puigdemón y del presidente reelegido, Pedro Sánchez, al que llaman “hijo de puta” (como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que invitada de la investidura, y ante la mención que hizo el aspirante del pufo millonario de su hermano con el negocio de las mascarillas del Covid, el movimiento de su labios la delató, con esa frase, afirmando ella más tarde que era verdad, que había dicho “Me gusta la fruta”).

Ya va cerca del mes que estos vándalos antisistema se reúnen por miles  cada noche insultando a la policía, por sus cargas policiales, y a la que les dicen “Únete a nosotros”, vejando al rey Felipe VI y vituperando a la misma Constitución, así como diciéndole de todo a Pedro Sánchez. El cretinismo de estos individuos llega al paroxismo, portando estandartes del Capitán América, en las inmediaciones de la sede del PSOE. ¿Quiénes son los que han inoculado este putrefacto odio en esas simples mentes? Brazo en alto cantan a coro el Cara al Sol, dan Vivas a Franco y quitan a tijera el escudo de la bandera nacional, así como despotrican el Parlamento. La España Negra creíamos que estaba superada después de cuarenta y ocho años de la muerte del dictador, pero no. Sigue vigente. Es la España que le gusta a la extremaderecha (Feijóo y Abascal), cuando está gobernada por ella, y la que tiene secuestrado al Consejo General del Poder Judicial CGPJ), como lo continúa haciendo durante cinco años. Además, de nuevo el actual ruido de sables de altos mandos militares franquistas en la reserva (50 militares) peligrosísimos para el actual orden constitucional.

 A pesar de todas las adversidades que sufre y padece, qué grande es este país. Prevalece todavía, a pesar de los años transcurridos, las dos Españas. En un régimen de libertades caben todas las tendencias ideológicas, desde las más democráticas a las más retrógradas y negacionistas del albedrío humano. Enmedio de la enésima manifestación contra el PSOE y Pedro Sánchez, se vio a un pletórico Santiago Abascal (Vox) confundido en la algarada y rodeado de Esvásticas neonazis, en la que se oía consignas como: “Policía, no obedezcan órdenes de los superiores”, y “Policía, únete a nosotros”. El alegato de PP-Vox en contra de la amnistía, bien orquestado y manipulado, ha calado en la mayoría de la gente que no vota al socialismo. A esta mayoría la tienen tan radicalizada, que es incapaz de poner razón en lo evidente: el Procés catalán fue una mascarada, una intentona que no sirvió de nada; un voluntarismo y una explícita intención. Nada más.

 En aquellos sucesos no hubo levantamiento con pistolas, no hubo disparos de metralleta, ni salieron tanques de guerra a las calles, como sí ocurrió en el verdadero golpe de Estado, el 23-F. Un teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, entrando pistola en mano en el Parlamento y secuestrando a la totalidad del Gobierno y resto de diputados de todos los partidos políticos. Con su grito de “¡Todo el mundo al suelo!”, momento que transmitía en directo TVE, todos pudimos ver el terror que se apoderaba de sus señorías (a más de uno se le escapó aguas menores) por el castañeteo de las metralletas, así como a unos impertérritos y desafiantes Santiago Carrillo y Adolfo Suárez, sin olvidarnos de Guitiérrez Mellado que se enfrentó físicamente a un grupo de Guardias Civiles, armados, que intentaban derribarlo sin conseguirlo. Pongamos el Procés y el 23-F en parangón, y díganme cuál de ellos fue el auténtico Golpe de Estado.

* Gracias a Erasmo Quintana