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miércoles, 24 de abril de 2024 04:46h.

La desconcertante ausencia del señor alcalde capitalino - por Nicolás Guerra Aguiar

 El viernes de la pasada semana la Fundación Juan Negrín recibió el archivo familiar -miles de documentos- que la familia del ilustre paisano canario había conservado para que un día se guardara entre los simbólicos muros de la ciudad que lo vio nacer...

La desconcertante ausencia del señor alcalde capitalino - por Nicolás Guerra Aguiar

   El viernes de la pasada semana la Fundación Juan Negrín recibió el archivo familiar -miles de documentos- que la familia del ilustre paisano canario había conservado para que un día se guardara entre los simbólicos muros de la ciudad que lo vio nacer. Fue en el mismo municipio donde en 1938 una comisión municipal arremetió disparatadamente contra el brillante científico, también presidente de la II República Española desde 1937 hasta 1945. (“De hijo espúreo a hijo ilustre científico y estadista”, tal intitula un artículo de la semana pasada que publicó el académico de la Canaria de la Lengua don Eligio Hernández Gutiérrez.)

   Presidió el acto el señor presidente del Cabildo. Pero el señor alcalde capitalino no estaba. Y bien es cierto que su ausencia sorprendió a quienes consideraban normal y necesario que el máximo representante legítimo de la ciudad capitalina, de sus trescientos setenta mil habitantes, notariara con su presencia otro rechazo al miserable proceder que la barbarie desintelectualizada de los vencedores había cometido setenta y cinco años atrás contra un fisiólogo de prestigio internacional a quien, además, le tocó perder la guerra contra los rebeldes.

   Y, por contraste, todos revivieron el recuerdo de la actuación que tuvo el señor Ortiz Wiot, alcalde capitalino entre 1974 y 1979: propuso en un pleno -y consiguió- que el Ayuntamiento  de la ciudad declarara nula la decisión municipal de 1938. Hubo coraje y convicciones democráticas para que en plena Transición -cuando las estructuras del Estado fascista seguían enhiestas y poderosas- el alcalde y un grupo de concejales rechazaran aquella decisión de quienes exaltaban a la Muerte y odiaban a la inteligencia. Porque Negrín era, en efecto, el presidente del Gobierno de la II República cuando termina la Guerra Civil española (1939) con la victoria de los sublevados: de ahí el exacerbado odio a nuestro paisano. Pero, sobre todo, fue un destacadísimo investigador e intelectual al que las universidades alemanas protegieron y reconocieron como tal.  

   Con la sencillez que define a los sabios que en las palabras son, don Alfredo Herrera Piqué publicó el día 13 un artículo en este mismo periódico: “Juan Negrín y la Generación del 14”.  Muestra su extrañeza de que no figure en los listados oficiales de tal generación en cuanto que, como científico, formó parte de ella. En efecto: aunque estamos acostumbrados en el aula a pensar siempre en poetas y novelistas cuando de generación hablamos hubo una,  la del 14 –“Démosle paso, una nueva Generación ha llegado”, reclama Azorín- a la que pertenecen narradores, sí, cuyas obras a veces se sitúan en la frontera del ensayo.

   Pero no fueron los únicos: desde cineastas a pintores y escultores, con exquisitas presencias de filósofos, investigadores científicos, juristas ilustres, periodistas de rigurosa opinión, intelectualizadas mujeres…, la Generación del 14 ha sido una de las más pródigas españolas en calidad y maestros que desarrollan casi todas las actividades humanas relacionadas con pensamientos, Ideas, raciocinios, europeizaciones… Y a ella, por mérito propio, perteneció nuestro ilustre paisano aunque no figura, es cierto, en listados oficiales. Pero ya se sabe: esquemas ya caducos permanecen y ocultan a un hombre vilipendiado desde 1938.

   No obstante, la realidad es tozuda: Juan Negrín partió muy joven hacia Alemania. A los veinte años obtiene la licenciatura en Medicina por la Universidad de Leipizing, de la que fue durante dos años profesor numerario. A causa de la I Guerra Mundial se instala en España y, reconocido por el Premio Nobel en Medicina, Santiago Ramón y Cajal, se convierte en director del Instituto Nacional de Ciencias. Poco después obtiene la cátedra de Fisiología en la Universidad madrileña (fue su alumno predilecto el futuro Premio Nobel de Medicina don Severo Ochoa). Desde esta institución promociona laboratorios e institutos relacionados con la investigación médica (Laboratorio de Prácticas Médicas, Instituto de Comprobación de los Medicamentos…) y crea la Escuela de Educación Física y Medicina del Deporte a cuyo frente pone a otro ilustre científico, el lanzaroteño Blas Cabrera Sánchez, físico experimental y creador del Laboratorio de Investigaciones Físicas… Por tanto, un sabio que nació en la Gran Canaria, en su capital, y cuyo archivo regresa a la Isla para satisfacción de investigadores y estudiosos. Porque Juan Negrín no solo fue presidente de un Gobierno republicano. Fue, además, un científico e investigador de fama internacional que pudo haber terminado en Harvard si Ramón y Cajal no lo secuestra.

  Desconozco las oficiales o personales razones que llevaron al señor alcalde a tomar tan desafortunada decisión (descarto, por supuesto, las ideológicas), aunque puedo sospechar algunas sin entrar en profundos laberintos de especulaciones o conjeturas. Y de entre ellas destaco, por ejemplo, las que se refieren a aparentes desavenencias internas –como en cualquier estructura política o social- que llevan a identificar naturales discrepancias personales con determinados comportamientos. (Es decir, a pasiones y prontos de ambas partes frente a objetividades y amplias visiones de la realidad.)  A nadie se le esconde que las relaciones entre altos cargos del poder político no son fluidas, está a la vista.

   Podría añadir también rigurosos protocolos (impuestos por las personas) en torno a la mesa presidencial. Aquellos quizás, acaso, tal vez, niegan al señor alcalde un puesto en ella. Y tal hipotética limitación, desde mi punto de vista, es excesivamente restrictiva en cuanto que el señor alcalde lo es de la ciudad donde se ubica la Fundación Juan Negrín y, a la vez, en la que nació el investigador y político. Un amigo me apunta que quizás faltó sensibilidad por parte de la presidencia cabildicia, aparente protagonista del acto (a fin de cuentas, el Cabildo pagaba).

   Sea lo que fuere, lo cierto es que el señor alcalde no asistió al acto, y tenía que estar en la mesa porque se trataba de un acto de trascendencia intelectual a años luz de personalismos. No puedo pensar, pues, en desavenencias personales, en vacías excusas, en tiranteces institucionales. Pero los indicios me desconciertan sobremanera. Estamos hablando de un científico universal y de Canarias. 

También en:

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/27212-la-desconcertante-ausencia-del-senor-alcalde-capitalino

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=320545