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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

"Los dueños del poder se refugian en el pasado..." - por Isidro Santana León

Esta acertada reflexión del escritor uruguayo Eduardo Galeano, “De espaldas a la vida”, nos está pintando, con los colores más luminosos que hacen distinguir el autentico paisaje de las colonias, la incuestionable realidad situacional de Canarias y de su pueblo.

"Los dueños del poder se refugian en el pasado..." - por Isidro Santana León   *            

“Los dueños del poder se refugian en el pasado, creyéndolo quieto creyéndolo muerto, para negar el presente, que se mueve, que cambia; y también para conjurar el futuro. La historia oficial nos invita a visitar un museo de momias. Así, no hay peligro: se puede estudiar a los indios que murieron hace siglos y a la vez se puede despreciar o ignorar a los indios que viven ahora. Se pueden admirar las ruinas portentosas de los templos de la antigüedad, mientras se asiste de brazos cruzados al envenenamiento de los ríos y el arrasamiento de los bosques donde los indios tienen morada en la actualidad.

La conquista continúa, en toda América, de norte a sur, y contra los indios vivos continúan los desalojos, los saqueos y las matanzas. Y continúa el desprecio: los medios modernos de comunicación, que difunden el desprecio, enseñan el auto-desprecio a los vencidos: en plena era de la televisión, los niños indios juegan a los cow-boys, y es raro encontrar quien quiera hacer el papel del indio”.

Esta acertada reflexión del escritor uruguayo Eduardo Galeano, “De espaldas a la vida”, nos está pintando, con los colores más luminosos que hacen distinguir el autentico paisaje de las colonias, la incuestionable realidad situacional de Canarias y de su pueblo. Mientras la gente consciente de nuestra nación continúe empecinada, únicamente, en saber la historia etnográfica de nuestros ancestros; mientras se siga buscando la identidad bajo la tierra, en las rocas, el cosmos y el misticismo…, el colonialismo, como metástasis galopante, nos extingue la identidad viviente actual, deteriorándonos el territorio –en el mismo instante que estamos entretenidos–, extinguiendo la idiosincrasia de nuestro pueblo con la sutileza más aguda y perversa. No es una crítica a la investigación antropológica y etnográfica, sino un llamado para que nos demos cuenta que, mientras intentamos llenar el estanque a baldes, un gran boquete hace que el agua, el arduo trabajo, se fugue de forma lastimosa e irremediable. Sí, sería convertir nuestra nación en un museo inerte donde el turismo vea los restos en detritos de nuestra etnia, al contrario de potenciarla como una sociedad humana viviendo dentro de su propia cultura identitaria: nacional.

Creo qué, lo lógico, lo sensato, es taponar el agujero para poder llenar el estanque, pero, claro está, eso supone enfrentarse políticamente al colonialismo español arrancándole sus tóxicas y rapiñeras garras de Canarias, lo que supondría un precio muy alto, pero decoroso, honorable, que daría paso al verdadero autogobierno –nuestra soberanía nacional– y desde ahí construir una sociedad equilibrada políticamente, económicamente, socialmente y, en consecuencia, poner en funcionamiento todo el entramado cultural y antropológico para crear un pueblo que se reconozca a sí mismo, que tenga autoestima y que sopese que padecía un síndrome del colonizado que no le dejaba ver su alma. Bien lo explica Galeano: “Los niños indios juegan a los cow-boys y es raro encontrar quien quiera hacer el papel del indio” De esta manera llevan 500 años los canarios, imitando al español e inconscientemente renunciando a su identidad; obedeciendo y haciendo el trabajo más deleznable.

 Seiscientos años después, seguimos en el mismo punto de deterioro mental, sin dar un paso en firme que debilite al colonialismo español; tal vez porque el miserable colonialismo y su política de sobornos ha envilecido a tantos, que nos han enfrentando por causas ajenas a nuestro problema, desencadenando, contrariamente lo que podría ser un gran frente común –o un Movimiento de Liberación Nacional para defender nuestros intereses–, en un drama endofóbico, cainita y fratricida. Los verdaderos e íntegros independentistas, no tienen excusas para culpar a nuestro pueblo de su incultura e indolencia, en cuanto nosotros hemos hecho una labor perfecta al colonialismo para que esta situación se prolongara en el tiempo pudriéndolo todo. Honrar a nuestros muertos es de justicia, y actos que sirven para la memoria y el conocimiento, pero no se puede menoscabar y ningunear a los hermanos que hacen la labor política de concienciación porque otros no estén a la altura o no tengan valor para pronunciarse. Ya el compatriota Víctor Ramírez lo dijo en su momento: “Desentierran a los muertos y entierran a los vivos” Como siempre, sabias sus palabras y pensamientos y lo podemos constatar con este maravilloso fragmento del gran Eduardo Galeano.

* En La casa de mi tía por gentileza de Isidro Santana León