Buscar
viernes, 19 de abril de 2024 21:46h.

Ecologismo de anteayer, disparates de hoy - por Nicolás Guerra Aguiar

 

FRASE AGUIAR

 

PLAZA GÁLDAR

Ecologismo de anteayer, disparates de hoy - por Nicolás Guerra Aguiar *

 

perichperichResulta chocante, pero a primera vista parece que nuestros antepasados tenían clara conciencia ecológica, al menos en lo referido a plantas. Sin embargo, hoy es frecuente noticia la barbarie humana con arrasadoras talas o combustiones intencionadas y sin control de arboledas, montes, selvas y bosques (“Cuando el monte se quema algo suyo se quema… señor conde”, fue una viñeta de Perich en La Codorniz cincuenta años atrás).

incendio canariasComo inmediata consecuencia (no entro en contaminaciones, erosión del suelo…) arden también poblados, aldeas, hábitats… ya por maldad, desequilibrio mental o interesados beneficios económicos de empresas madereras, agrícolas, ganaderas, de ingenierías o construcciones. Las más de las veces sus domicilios se encuentran a cientos de kilómetros de los espacios arrasados con negativas consecuencias para seres humanos, fauna, flora, subsuelos, aguas... Pero corrupciones, corruptelas, sobornos y cohechos en las administraciones autorizan pingües negocios aun a sabiendas de lo que significan para la Naturaleza cuando se atenta contra el equilibrio ecológico. 

incendio forestal áfrica No obstante, tras muchos de los incendios provocados anualmente en la sabana africana está la mano del nativo, simple ejecutor de una sabia y racional tradición remontada a cientos de años atrás. No actúa en estos casos con afán puramente destructivo, aniquilador, demencial. Muy al contrario, las quemas reguladas (eso sí) eliminan árboles nuevos, hierba seca ya inservible. Las cenizas enriquecen la tierra, preparada ahora para frescos pastos: son elementales economías agrícolas y ganaderas. El lugareño, pues, aprendió de la misma Naturaleza, de sus leyes: no siempre el fuego destruye irreparablemente. A veces, muchas veces, renueva y es polen, espermatozoide, semilla fresca para nuevas vidas. Y de ellas dependen ganados y seres humanos. O la renovación o la hambruna, así de simple.

Si reducimos nuestro campo de análisis y lo limitamos a ciudades de Gran Canaria, hoy la acción destructiva es lacerante. Por suerte, a través de Internet (Google) localizamos fotos de tiempos pasados no muy lejanos y podemos contrastar. Sirva como ejemplo la que encabeza este artículo (se la debo a mi primo Esteban Santana Guerra): la imagen corresponde al lateral sur de la Plaza de Santiago (Gáldar), frente al Ayuntamiento.

Las inmensas copas de los laureles de Indias hoy solo son imágenes de un anteayer arbolísticamente esplendoroso cuando la Naturaleza, desintoxicada y sin actuación humana alguna, se alzaba sobre el paso del tiempo (el color sepia de la foto da pistas para sospechar su edad) y disminuía a quienes se encontraban casi al pie. (Recuerdo que cincuenta y tantos años atrás la impactada mirada infantil nos invitaba a recrear espacios selváticos en el interior de la Plaza). Si con tal encumbramiento aparecen los laureles en esta foto ya casi centenaria, ¿en qué año fueron plantados?

Ocurre también en Telde, faycana ciudad grancanaria. Mientras la policía local busca a quien aserró seis árboles en El Ejido, la concejalía de Parques y Jardines emprende ágil y urgente actividad en la tala de árboles distribuidos por distintos barrios. Alega el señor concejal responsable que su actuación responde a PASEO TOMÁS MORALESprotestas vecinales (eran muy altos; proliferaban los insectos; sus raíces invadían viviendas, aceras y tuberías...). Sin embargo, los ecologistas muestran su disconformidad pues el Ayuntamiento se limita a la eliminación física de los árboles, pero no los sustituye por otros. (No sé cómo habrán solucionado los parisinos tales cuestiones planteadas por tal autoridad teldense; o los bilbaínos. ¿Qué contubernios pactan en Granada para los callejeros naranjeros? ¿Y en Mérida? ¿Por qué nadie protesta de la frondosidad arbórea que embellece el paseo Tomás Morales de Las Palmas?)

Mi último recuerdo de la acogedora arboleda plantada en la Plaza de San Bernardo (Las Palmas) se remonta a 2007. Desde la misma calle o la atalaya de un cuarto piso recreaba la vista con una inmensa copa de laureles de Indias, tal era la conjunción de varios árboles plantados decenas de años atrás. En ella anidaban cientos de pájaros -pintos o palmeros- cuyos cantos sonoros relajaban los atardeceres mientras iban llegando para pasar la noche.

plaza san bernardo árboles

Desde 2007, tras la desordenada “modernización” de aquel espacio emprendida por el gobierno capitalino de turno, permanecen una docena de osados troncos, tímidos y huidizos, mustios por la ausencia de trinos y los daños producidos a sus raíces durante las obras... en vísperas electorales, torpeza y confusión mental. Porque San Bernardo fue desde el siglo XIX una plaza con espesa arboleda… hasta 2007, como si el caballo de Atila hubiera galopado por tal rincón.

tala de árboles

Los árboles, en fin, no solo son elementos puramente estéticos: serenan y relajan; suavizan altas temperaturas; cobijan con sombras frente a la perpendicular caída de rayos solares cargados de trillones de calorías; recrean visiones por coloridos, movimientos, actividad de vidas en sus ramas y copas… Absorben componentes perjudiciales y los transforman en oxígeno; amortiguan la contaminación acústica…

Sin embargo hoy se empeñan en dejar sus ramas en mínimas expresiones cuando no, sorprendentemente, en cortarlos de raíz porque pueden ocultar alguna señal de tráfico, dificultar el paso de una carretilla o acaso hojas y frutos caen en las aceras… ¿Cuántos han desaparecido para ensanchar carreteras (la de Tafira, por ejemplo)? ¿Y para convertir los espacios en aparcamientos como pasó en la calle paralela al viejo Guiniguada, hoy simple memoria escrita? ¿O para “rejuvenecer” lo decimonónico, caso de San Bernardo en Las Palmas? Y en el Paseo de Lugo, ¿qué fue de algunas palmeras?

No sé qué vieron mis antepasados cebolleros en árboles y ya centenarias araucarias, pero lo sospecho: acaso el respeto a la Naturaleza, su aliada como agricultores, ganaderos, campesinos... Pero no eran tales quienes llenaron la Alameda de Colón capitalina de jardines, frondosidades, paseos, más laureles de Indias…

Sí, es cierto: algunas raíces horadan profundamente, afectan a tuberías o desagües: si no hay otra solución deben eliminarse, sin más. Pero, ¿qué perjuicios producen otros cientos de árboles, agarrados en exclusiva a la tierra que les dio vida…?

Como los romanos de Astérix, nuestros antepasados estaban locos. Locos y ecologizados.

 

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar