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lunes, 06 de mayo de 2024 07:57h.

El hombre que cayó del cielo - por Rafa Dorta

Recibo de nuevo con alegría en La casa de mi tía a rafa Dorta, que llevaba un tiempo perdido. Y vuelve con este espléndido canto en prosa a la esperanza. Y una buena cachetadaa quienes se quedan solamente con la apariencia de las cosas, sin profundizar en el sentido que transmiten.
Después de leer a Rafa, el salto de Félix Baungartner adquiere una nueva dimensión. Mucho más allá del mero brinquito, como lo hantratado los medios convencionales.







 

El hombre que cayó del cielo - por Rafa Dorta

El hombre que cayó del cielo dijo que, suspendido en la estratosfera, no pensó en el significado de su nombre ni en el orden de sus apellidos; tampoco tuvo un recuerdo para la denominación de su país. El hombre que cayó del cielo declaró que, justo antes de de saltar al vacío, miró hacia abajo y no halló marcas de separación o fronteras entre naciones, sino un todo formado por trozos de tierra diseminados en el gran azul. El hombre que cayó del cielo aseguró que, a 40 kilómetros del suelo, no pensó en ideologías políticas, ni siquiera besó la bandera de alguna nacionalidad;  y en ningún momento se le ocurrió poner su vida en manos de un símbolo religioso.

El hombre que cayó del cielo confesó un único pensamiento, la condición diminuta del ser humano, ese ser atrapado por la gravedad que se empeña en librar mil batallas cotidianas contra la certeza de la muerte.

El hombre que cayó del cielo pidió que, a partir de ahora, antes de comenzar una guerra estúpida, antes de comerciar con la sangre de otros, antes de aferrarse a un poder tan efímero como el transcurrir del tiempo, antes de agredir, antes de todas estas singularidades y de muchas otras afines a la historia cíclica de las civilizaciones, deberíamos dirigir la mirada hacia arriba y tras contemplar las nubes pasajeras,  imaginarnos  sentados en una cápsula, experimentando  la sensación de pensarnos como hizo el hombre que cayó del cielo y, solo entonces, quizás caigamos en la cuenta de nuestras verdaderas posibilidades de futuro, de nuestra capacidad para derruir los muros de incomprensión, de nuestra habilidad para atravesar las cortinas de humo, de nuestra férrea voluntad en investigar y adquirir conocimientos que mejoren la calidad de vida y la convivencia, de nuestra inquietud para generar nuevas verdades susceptibles de ser sustituidas por otras no menos ciertas, de nuestra destreza en saber olvidar el miedo al diferente, de nuestra imaginación ilimitada para crear, de nuestra ilusión por alcanzar nuevas formas de felicidad, de nuestra libertad para  soñar.

El hombre que cayó del cielo confesó su deseo de que, uno por uno, fuésemos ascendiendo hasta donde él estuvo, y que así muchas cosas cambiarían  aquí, en el planeta habitado por los monos evolucionados que viven bajo las leyes de la física, y que en demasiadas ocasiones, entierran la cabeza en sus convicciones sin pararse a reflexionar sobre el mensaje que trajeron las palabras del hombre que cayó del cielo.