Ella, semidiosa que solo hace pipí en el avión privado - por Nicolás Guerra Aguiar

 

Ella, semidiosa que solo hace pipí en el avión privado - por Nicolás Guerra Aguiar *

Fotograma de "El fantasma de la libertad", de Buñuel 1974
CAGANER FELIPE II

Las diarias y continuadas visitas al lugar donde se expelen y expulsan orina y  pastuños (permítame, estimado lector, el canarismo) nos convierten, fisiológicamente, en iguales a hombres, mujeres, trans, lesbianas, gays, heteros…, presidentes, reyes, maestros, analfabetos, jóvenes, jóvenas... (Por cierto: ¿por qué el Diccionario considera la palabra “maricón” como ‘adjetivo despectivo malsonante’?) 

 

 

 

AGIT

  Solo nos diferencian ciertas nimiedades como, por ejemplo, si las expulsiones las hacemos junto a piteras, colonias de tunos indios, proximidad a hormigueros, cavernas oceánicas… o en la cabina de un avión privado. Realmente, micción y defecación (vulgo, meada y cagada) son las mismas sea cual sea la ubicación del sujeto actuante, pero si de fondo huele a jamón serrano pata negra… las cosas cambian. (Y es que en el avión de la semidiosa la azafata Rebeca siempre le tiene los ibéricos bien cortados y aireados. ¡Mal rayo los parta! ¡Y yo con este colesterol, dito sea Dios…!) 

 Tales cotidianas necesidades incluyen a estreñidos de pipí y caca. Y crearon en nuestra lengua un rico campo semántico (palabras que comparten uno o varios significados). Así, por ejemplo, términos como retrete, vasija, urinario, váter, servicio… e incluso lavabo (para exhibicionistas, autocomplacientes o acuciantes urgencias) se refieren a lo mismo, es decir, a aparatos sanitarios para evacuar pis, caquita... o echar la mascada.

RETRETE DE ORO DEL GUGGENHEIM, NUEVA YORK

  No obstante, siempre hay enteradillos que pretenden romper su vinculación con la generalidad. Véase el caso, por ejemplo, de quienes ni cagan ni defecan: diarrean por las patas abajo en la misma calle, angelitos de Dios. (Es la anécdota del choni absuelto tras un juicio -¡con jurado y todo!- por colarse en una malagueña vivienda y ducharse... tras un  escape callejero analmente licuado y velozmente dislocado. (Nada dicen los periódicos sobre si tal desarreto fue acompañado de  estruendos o tímidos bufos. Pero la tina cogió color canelo, eso juraíto.)    

 Otrosí. Por castidades estéticas cualquiera de los anteriores términos puede producirnos ciertos reparos, acaso traumas psicológicos o sensitivos. A fin de cuentas las cagadas apestan, jieden, mas no las defecaciones o dadas de vientre. Por tanto, la parte culta del Diccionario oferta también otros vocablos (mingitorio, excusado, letrina...) que vienen a significar más o menos lo mismo... siempre, claro, que la micción, evacuación o deyección del líquido elemento y el sólido “moñigo” caigan por dentro.

BALCONES EN LA PALMA CON SUS ANTIGUAS LETRINAS

  De entre las distintas voces ofrecidas por nuestra lengua para referirnos a ‘expeler la orina’ las hay, según el mismo Diccionario,  “malsonantes”: es el caso de “mear”. A fin de cuentas procede del latín vulgar  meiāre, y ya se sabe: desde la gloriosa Roma-ae hasta hoy el vulgo (gente popular) frecuentemente mea por fuera del miniretrete en los aviones comerciales (nuestra protagonista jamás lo utilizó: si “huele a calentico y a recién usado me corta hacer pis, ¡lo odio!”).  Sin embargo, esta urinaria acción es desconocida en el jet privado, pues el charquito revelador de tal ignominia puede indicar a quién de los viajeros pertenece tal vulgaridad con un sencillo e inmediato análisis de orina. 

"Cacatur cave malum" Letrinas romanas

  Por supuesto: mear es una ordinariez. Lo confirma su amplísima actividad en Carnavales, pecaminoso disloque (habrá que plantear su eliminación a ciertas autoridades, destino en lo universal) pues pertenecemos a una sociedad civilizada, pulcra ideológicamente e impregnada de esencias ppatrias (¡y lo vamos a conseguir con la ayuda de los comprometidos!)

CARNAVAL LPGC

  Así, cuando uno entra en los evacuadores (vulgo, meódromos) se oye la voz ronca y viril de la típica “varieté” perfectamente engalanada y disfrazada, mensaje lingüístico revelador de soez y barriobajera procedencia: “¡Chaaacho, qué meadaaa!; ¡qué a gustísimo me dejooó, como enersielo, tú!”, mientras hace vibrar el sostenido conducto urinario para expulsar hasta la última partícula del líquido excrementicio amarillo… tirando a blanco-vodka o dorado-arihucas.

MANNEKEN PIS

  Así pues, la forma verbal “mear” y derivados (meódromo, meada, meados, meón...) no son de estrato social respetable, elegante, educado en las mil y una noches de una sociedad responsable, culta y de principios. Muy al contrario: como en Roma-ae, se identifica con el populacho, chusma, gentualla o gente de mal vivir, seguramente próxima a proletariados, clase obrera nada poliglotazada, claro, de ahí su incultura. No sabe -por ejemplo, de acciones como urinate (inglés), uriner (francés), urinieren (alemán), urinar (porugués), urinare (italiano)... es decir, nuestro culto “orinar”.

  No extrañe, por tanto, que damas damas de alta cuna y baja cama (a la manera  siciliana) hayan renunciado para siempre tuyur a viajar en avión comercial y elijan -en contra, incluso, de hipotéticos principios socialcomunistasmaoístas- el avión privado, más austero en espacios pero cuyo excusado no solo no huele a humanidad sino todo lo contrario: desprende esencias de sutil azahar como el viento rubendaríoano cuando le habla a Margarita y le cuenta el cuento de un palacio de diamantes…

AVIÓN PRIVADO

  Pues nuestra heroína, la mujer de él, es como la Margarita del poema, luciérnaga de un relato de hadas: un día “…se fue  la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a / cortar la blanca estrella que la hacía suspirar”. Y como en los vuelos  comerciales "el olor de los baños me  corta el pis" (argumenta ella), universales urólogos y psiquiatras son taxativos: “La continencia urinaria puede afectar a las vías correspondientes y a la misma psique. Procure, pues, viajar en avión privado”. 

  Y así hace según comenta en el fragmento de la entrevista televisiva (empresa rigurosa) recibida hace días (¡puñetera envidia de mi remitente, simple catedrático de Filosofía y doctor cum laude!) Aunque no es oro todo lo que reluce, matiza ella. El aeropuerto de Mánchester le hizo una faena: “Una vez me dejó tirada”, y eso que tenía un “chuting” [“schuútin”] en Madrid. Y concluye sabiamente: en el avión privado “no todo son facilidades”. 

FREUD

 Volveré a leer a Freud: las necesidades físicas pueden condicionar la mente humana. Y tiene razón: tras el uso del avión privado encuentro a la semidiosa más científica, embriagada de profundos pensamientos. (Pero yo, “¡Ay mísero de mí, / ay infelice!”, debo volar y mear en comercial: ¡soy alérgico al jamón! ¡Tolete, sanaca!)

 

* Gracias a Nicolás Guerra Aguiar