En España no tenemos remedio como pueblo - por Erasmo Quintana *

Si hacemos una retrospectiva curiosa -de curiosidad- y no advenediza de este país, España, vemos lo ingobernable que ha sido como sociedad durante siglos. Se había convertido a lo largo de la historia en muchos pueblos, que andando los siglos, unos personajes singulares: castellana y aragonés, los Reyes Católicos, la unieron con torrentosos lazos de sangre, porque todo parto viene con dolor.

Ha vivido la paz de los cementerios y las convulsiones libertarias. Pueblos enteros convertidos en barricadas, y la importante institución militar, en principio consagrada a la defensa de agresiones externas a la patria, convertida en gendarme policial contra los mismos compatriotas españoles, a los que en momentos no han dudado aniquilar.

A lo largo de mi vida he aprendido que, más de las veces, nada es lo que parece. Nos vendieron que la restitución de la Corona por Franco era la panacea a nuestros desencuentros, y Juan Carlos I de Borbón la herramienta que dejaba todo “atado y bien atado”. Él mismo se convirtió por arte de birlibirloque (23-F) en el paladín defensor de la democracia, detalle que necesitaba para legitimarse ante el pueblo; él, que había sido puesto a dedo por Franco. La Corona borbona fue, de siempre, la cabeza visible del establishment que ordenaba la sociedad en poderosos, entre ellos la Iglesia, los detentadores del poder y los menesterosos. De resultas que esta Casa coronada nunca fue todo lo ejemplarizante que de ella se podía esperar. Hubo una práctica común: escándalos libidinosos, relaciones extramatrimoniales, enriquecimiento sin medida y, en parte por todo ello, el exilio.

El primer Borbón de España, Felipe V, fue biznieto de Luis XIV de Francia, el Rey Sol. Ganó la Guerra de Sucesión (1701-1715) contra Carlos Francisco de Habsburgo. La paz le supuso perder gran parte de territorios europeos y Gibraltar. Era el arquetipo del Borbón con sus rasgos físicos, y como todos ellos, padecía un exagerado apetito sexual. De su madre heredó una marcada melancolía anquilosante que lo obligaba a largos períodos de abandono personal y reclusión. Cuando fue nombrado oficialmente por su abuelo, Rey de España, en el ceremonial le aconsejó: “Sé un buen español, pero no olvides nunca que has nacido en Francia.”

Se ha dibujado a grandes rasgos el carácter humano que hace reconocible a esta familia, convencida de su origen de sangre azul, y en el caso de Juan Carlos I, además, inviolable. Pero, en este carácter linajudo cercano a los dioses, hay una luminosa excepción: Carlos III, más conocido como “El Mejor Alcalde de Madrid”. Tercer hijo de Felipe V, ocupó el trono de Nápoles y a la muerte de su hermano Fernando VI, pasó a ocupar el Trono de España (1757). Casado con M.ª Amalia de Sajonia, enviudó a los cincuenta años. 

Era un rey sin vicio alguno personal. Lo suyo era únicamente la caza mayor, a la que dedicaba sus momentos de asueto. Para sus vasallos fue más padre que soberano. Había recibido una nación debilitada y convaleciente, y al morir dejó un país vigoroso, civilizado, rico y pujante, superando al resto de pueblos de Europa. Fue visceral enemigo de la mentira y el abuso de los poderosos, expulsó a los Jesuitas, y se ocupó de los mínimos detalles de las condiciones de seguridad laboral de los trabajadores, cuando el derrumbe de unos andamios ocasionó dos muertos.

Construyó edificios emblemáticos, pantanos y caminos. Protegió la Ciencia, el Arte, la Industria y el Comercio. Creó las Sociedades Económicas de Amigos del País. Hizo una revolución desde arriba, sembrando prosperidad y engrandecimiento del país. Nada que ver, mis amigos, con los Borbones de antes de él y los de ahora.

Decimos que España no tiene remedio como pueblo por su enquistada ingobernabilidad. Siempre fue intervenida por los “salvapatrias”. El siglo XIX resultó ser una suerte de levantamientos militares y asonadas. Problema que surgía en la sociedad, allí estaba el Estamento Militar fusil en mano, poniendo orden, cosa que no sabían hacer sin pasar por las armas a los compatriotas “rebeldes” frente a los paredones. España lleva centurias gobernada por militares o estamentos colocados por ellos.

Esto es una losa pesada que hace de este país lo que es: la IX Promoción de Artillería se ha cruzado mensajes ultraderechistas pidiendo a la Casa Blanca que derroque el Gobierno de Sánchez y tome el poder en España.

¡Manda carallo, qué gente! Aquí hay mucho tarado loco. ¿A quién se le ocurre semejante cosa, salvo los otros, militares de alta graduación jubilados que pedían pasar por las armas a medio país, niños incluidos? Por suerte, Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representes de EEUU, mujer de inteligencia extraordinaria, contestó: “Somos un Estado de derecho, no una monarquía con rey”. Lo bordó.  

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana