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jueves, 25 de abril de 2024 15:33h.

La grotesca coña de Esperanza Aguirre… - por Nicolás Guerra Aguiar

 

NICOLÁS GUERRA AGUIAR 100…O acaso recochineo. Tal vez pitorreo. Quizás mofa. Probablemente conjunto de todas las voces que participan de un significado común: ‘Burla agresiva y escarnio que se hace de alguien’. Dice Esperanza Aguirre (se me resiste el “doña”) que con el sueldo de concejal (93 820 euros anuales) como portavoz del PP en el ayuntamiento de Madrid, a veces no llega a fin de mes. Por tal razón acude a comercios de bajo costo para los cuatro trapos de temporada, casi a la manera de quienes lo hacen a los veintiséis comedores sociales madrileños o a los dos de Las Palmas. En todos, el mismo cartel: “ACTIVO”.

La grotesca coña de Esperanza Aguirre… - por Nicolás Guerra Aguiar *

…O acaso recochineo. Tal vez pitorreo. Quizás mofa. Probablemente conjunto de todas las voces que participan de un significado común: ‘Burla agresiva y escarnio que se hace de alguien’. Dice Esperanza Aguirre (se me resiste el “doña”) que con el sueldo de concejal (93 820 euros anuales) como portavoz del PP en el ayuntamiento de Madrid, a veces no llega a fin de mes. Por tal razón acude a comercios de bajo costo para los cuatro trapos de temporada, casi a la manera de quienes lo hacen a los veintiséis comedores sociales madrileños o a los dos de Las Palmas. En todos, el mismo cartel: “ACTIVO”.

fraga esperanza

   Esperanza Aguirre hiere sensibilidades de ciudadanos en cuyas casas a veces entran 450 euros de ayudas o los 650 mensuales tras doce horas diarias de trabajo… Esperanza Aguirre impacta sus palabras en quienes revuelven depósitos de basura (hoy los llaman contenedores, eufemismo para evitar la anterior palabrota, sinónima también de inmundicia, porquería). O, como fieles perros guardianes, esperan a las primeras horas nocturnas junto a depósitos de supermercados con el anhelo de conseguir yogures próximos a fechas caducas, restos de frutas casi pasadas…

   Esperanza Aguirre desequilibra a padres y madres condenados a ver cómo sus hijos deben conformarse con desayunos y almuerzos en comedores escolares no ya por comodidad sino, y sobre todo, por incapacidad económica. Y a jóvenes (universitarios o no), sentados a la sombra de su impotencia mientras aprenden de mordidas peperas, pujolísticas, psocialistas, facturas falsas en Valencia cuando los empresarios pagaban campañas electorales del PP… Y a jóvenes científicos españoles emigrantes en Reino Unido, Francia, Alemania, emputadísimos por abandonar aulas y laboratorios de su país.

   La exministra de Educación y Cultura; expresidenta del Senado (“Entonces, dice, sí cobraba un buen sueldo”); exalcaldesa de Madrid; expresidenta de la Comunidad; expresidenta regional del Partido Popular… viste su cuerpo con trapillos proletarios, populares: “No es que haga números a final de mes, ¡es que muchas veces no llego!". Y deberá sufrir cuando la identifican con la muy digna señora de la limpieza (compra también en tiendas de productos baratos); padece sobremanera si su último modelo lo descubre en una empleada de joyerías de la calle Serrano, ¿¡adónde vamos a llegar!?

   Tiemblan también los aristocráticos aparejos mentales de Esperanza Aguirre cuando posa la mirada en escaparates de coqueterías, caprichos, modelos italianos a precios muy subidos, imposibles para la señora condesa ya condenada a la simple condición condesil… Por tal razón ahora no pasea por el Barrio de Salamanca, parisina zona chic para excelentísimas, “milla de oro” donde se ubican las mejores firmas (Manolo Blahnik, Louis Vuitton…), amigos íntimos de gloriosos antaños como presidenta del Senado, ministra, presidenta de la Comunidad, alcaldesa… O tempora, o mores! (‘¡Qué tiempos, qué costumbres!’)

   Como quien no quiere la cosa, Esperanza Aguirre me trae al recuerdo dos hechos culturales. Uno, las Cantigas de amor, escarnio y maldecir que tanto proliferaron en la lírica medieval galaico – portuguesa. Así, con frecuencia, las de escarnio (‘burla tenaz’) son un claro ejemplo del enfrentamiento entre dos estamentos sociales, trovadores y juglares. Los primeros pertenecían a la nobleza y, por tanto, gozaban de privilegios culturales y económicos absolutamente diferenciados de los juglares, casi siempre transmisores de obras ajenas y de muy inferior estrato social. Como en nuestros días: Esperanza Aguirre pertenece a una familia de altísimo nivel económico.  Hubiera sido, pues, trovadora, y de las más significadas: desde su nómina de casi cien mil euros al año arremetería contra simples proletarios (juglares) de casi nueve mil.

   El otro, mucho más inmediato: su tío Jaime Gil de Biedma, antítesis ideológica, fue poeta. De la misma familia muy acomodada (“Yo nací, perdonadme / en la edad de la pérgola y el tenis”), pronto descubrió el impacto de la realidad española. (El clandestino PCE no lo aceptó como militante de base… por su condición homosexual). Y al descender a la calle y mirar de frente a la España franquista, su poesía de los años sesenta continúa la senda del compromiso social reiniciado por poetas canarios en 1947 (Antología cercada) y continuado por otros peninsulares (Celaya y Otero, por ejemplo, desde 1955).

   Acaso como visionario familiar, Jaime Gil de Biedma denuncia la hipocresía de su propio estamento burgués, las barbaries del capitalismo. Sobre la ausencia de libertades en la España franquista, cuatro versos: “Se contaban historias penosas, / inexplicables sucedidos / no se sabía dónde, caras tristes, / sótanos fríos como templos”.

   Sin embargo, junto a su comportamiento quizás agresivo, Esperanza Aguirre camina hacia el olvido con precipitada aceleración: hoy es un fue, un pasado, un antaño quevedesco, un es agotado y marchito, una deformación grotesca de quien tuvo casi todo en la política española. De ella solo permanecen los ya borrosos recuerdos de una difunta política: su soberbia anterior y la actual. Pero Esperanza Aguirre pertenece a esa casta de profesionales protegidos por sus propios delirios de grandeza e inmortalidad, ajenos ya a las realidades sociales y a la devastadora actuación del Tiempo, elemento democratizador en estado puro.

   Esperanza Aguirre es hoy la triste realidad provocadora de sí misma. Como lo es el señor González Márquez, hombre mitificado y encumbrado al estado de semidiós por sus votantes, ajenos las más de las veces a prepotencias, soberbias, cesarismos y arranques antisocialistas en una etapa terrible de su Gobierno. Exactamente lo de hoy: el PP recupera votos, votantes, simpatizantes mientras los juzgados reciben en sus salas de juicios a quienes, de los suyos, se enfrascaron en robos, rapiñas, miserias… Y casi día a día van surgiendo nuevos casos, nuevas caras, nuevas gentes de tradiciones políticas pero enmarañadas en tramas para enriquecerse mientras ejercen el oficio de representantes populares.

   Sí. Esperanza Aguirre hirió sensibilidades. Desde la tercera planta de su palacete madrileño no se ven las angustias ajenas. Pero la calle sí se impacta con coñas grotescas, acaso recochineos. Y el PP, silencioso.

 

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

 

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