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sábado, 20 de abril de 2024 09:50h.

Lo que importa al Pode(r)mos de hoy - por Nicolás Guerra Aguiar

Algo ya se supone para las próximas elecciones generales de diciembre: tampoco Pode(r)mos alcanzará la mayoría absoluta...

Lo que importa al Pode(r)mos de hoy - por Nicolás Guerra Aguiar *

   Algo ya se supone para las próximas elecciones generales de diciembre: tampoco Pode(r)mos alcanzará la mayoría absoluta. Más: ni tan siquiera será la primera fuerza política a pesar de esperanzas e ilusiones anteriores a mayo. Dicen quienes se atreven a diagnosticar en estas cosas de las secretas voluntades populares que estará por detrás del PP, del PSOE e, incluso, quizás a la par con Ciudadanos. Aunque, como en casi todo, se trata de supuestos que, acaso, acertarán, o tal vez no… De tal contingencia (podrá ser así, o no) parece que participan personajes muy importantes de Pode(r)mos como, por ejemplo, el secretario general señor Errejón, para quien él y los suyos podrían llegar a acuerdos de poder ya no solo con la casta que el PSOE representa(ba) sino, incluso, con quien se identifique en proyectos de cambio "se llame como se llame y venga de donde venga".

   Y cuando ya ni nombres políticos, ni procedencias ideológicas, ni comportamientos anteriores son factores rigurosamente exigibles para las componendas poselectorales, me quedo en el más absoluto de los vacíos. Porque, en esencia, si IU -con todas sus contradicciones- es motivo de burla, menosprecio o desprecio para el señor Iglesias (el Supremo), ¿qué queda en el panorama político español que pueda aproximarse a las tales pureza, doncellez y virginidad supuestamente caracterizadoras de Pode(r)mos? ¿Acaso el erético PSOE? Que me lo expliquen, plis, porque no llego a la cuadratura del círculo.

   Conocí personalmente al joven Errejón una tarde anterior a las elecciones de mayo. Fui invitado por el director de Canarias7 (mercís, don Director) en cuanto que el dirigente pode(r)mista intervendría en relajada charla con periodistas de este periódico. Obviamente, no hablé. Pero sí presté la máxima atención pues me interesaba conocer el pensamiento de Pode(r)mos a través de uno de sus más significados representantes.

   Y lo cierto es que, tal como había supuesto, no lamenté la asistencia, en absoluto: confirmé la muy ordenada cabeza del dirigente, su riguroso conocimiento de la realidad política, la habilidad expresiva de alguien acostumbrado al aula y, como novedad, una aparente sencillez que quiso traducir algo así como “estoy en la Política porque me obliga mi compromiso con la situación de crisis ética en que vivimos”.  Aunque para mí, tras una hora y algo, más que un compromiso social por parte del señor Errejón me pareció otra cosa; eso sí, absolutamente legítima, humana y natural: la ambición de ser alguien en la vida pública.

   Pero no a la manera de algunos que ocupan cargos aunque no llegan a básicas capacidades mentales e intelectuales (de intelecto), sin señalar. Está en Política porque le gusta; tiene grandísima capacidad; es juvenilmente ambicioso (lo cual no es ningún desmérito, muy al contrario) y su rostro casi aniñado relaja frente a la aparente soberbia del señor Iglesias, ombligado en sí mismo, devanado a sí mismo como el gerardista ciprés de Silos, creído en su misión casi salvadora y displicente y malhumorado frente a mortales que intentan razonar sus palabras.

   Yo estoy convencido de que el joven Errejón es la auténtica masa gris de Pode(r)mos, la filosofía, el pensamiento rigurosamente estructurado. Y sospecho que el anhelo por conseguir el poder absoluto (suele terminar en absolutista) que obnubila al señor Iglesias es, en estos momentos, una baza a favor del secretario general. Bien es cierto que él y los suyos estuvieron convencidos hace meses de que Podemos iba a ser la revelación, la revolución democrática, la estructura política que aniquilaría la implantación tradicional de los dos grandes partidos. Y parecía que todo apuntaba a su favor: encuestas, exitosas concentraciones, poderes de convocatoria… y la creencia casi generalizada de que Podemos era semilla sembradora de ilusiones y esperanzas en un nuevo mundo, incluso hasta en serenas revoluciones que devolverían al españolito de a pie la razón de ser en la vida.

   Pero las cosas no salieron como se esperaban. Y el señor Iglesias estuvo a punto de retirarse a sus cuarteles de invierno ya no solo por el fracaso (que no lo fue) sino, también, porque los votantes descubrieron antes que no se trataba de angelitos de Dios sino, sencilla y llanamente, de personas que ansiaban, deseaban, casi sublimaban el poder. Bien es cierto, por otra parte, y aunque no sería justa la generalización, que Podemos se había convertido en la casa común de jóvenes universitarios que vieron en la Política no solo el servicio a la comunidad sino, y además, una manera de salir del paro o de acceder a nominillas de más suculento contenido. (Sospecho que por ahí también camina de puntillas un sector de Ciudadanos.)

   El joven Errejón ya es consciente de la ensoñación de los sueños, lo había adelantado Calderón en 1635. Y por esta causa se ha vuelto incluso hasta colaboracionista para acceder al poder, pues lo que tienen es poco para lo que soñaron.  Y como la casta ya no es la casta (y mi barrio ya no es aquel), hoy futuriza sus ambiciones con pactos y silencios hasta anteayer increíbles en Podemos. Y por eso silencia, por ejemplo, su frustrada negativa a ciertos nombramientos digitales en Baleares a cuyo Gobierno, sin embargo, apoya en el Parlamento por más que –y son sus afirmaciones- se había convertido en "una agencia de colocación de los partidos".

   Sí, el todopoderoso joven Errejón –el de la sonrisa en apariencia inocente y el rostro inteligente de ingenuidades y complacencias humanas- sabe que el señor Iglesias será víctima propiciatoria de su monomanía por el Poder absoluto que, en apariencia, no conseguirá en diciembre: por tanto, el Supremo buscará refugio en el Parlamento europeo, apropiada plataforma para acceder a instituciones como socialdemócrata. A partir de ahí se verá el señor Errejón como el primero entre tres (desaparecido también el tercero). Y ya se sabe: inflexibles posturas pueden, claro, seguir siendo posturas aunque no es menester que sean rigurosamente éticas.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar