Invierno en Mallorca de Chopin-Estancias de Saint-Saëns en Gran Canaria - por Erasmo Quintana * 

Hay quienes ven una coincidente similitud en el invierno del compositor polaco Federico Chopin en Mallorca (Cartuja de Valldemossa), y las visitas que hizo el francés, también compositor de música clásica, Camilo Saint-Saëns a Las Palmas de Gran Canaria y Guía (Villa Melpómene), éstas durante varios años. Como es bien sabido, este personaje sufría de los pulmones, por lo que sus médicos le aconsejaban que evitara los crudos inviernos de París, motivo que lo convirtió en asiduo visitante de la localidad africana de Argel y Las Palmas de G.C., así como a la recoleta ciudad de Guía de Gran Canaria.

En las primeras visitas que hizo Saint-Saëns a nuestra capital logró pasar por completo desapercibido de la gente, esa que lo veía como un personaje estrafalario, extraño para las viejas costumbres de los lugareños. Un buen día, mientras caminaba por la plaza de Santa Ana, se tropezó con un paisano suyo, el señor. Ladeveze, comerciante de Triana, que lo reconoció, y fue a partir de entonces cuando el desconocido perdió toda su tranquilidad, pues no había evento cultural en la ciudad que no le hicieran participar, interpretando su música o dando conferencias en los más encopetados círculos culturales, incluso alguna que otra parranda con incondicionales, tocando la guitarra y el timple en la playa de La Laja o en Bandama.

Su paisano era dueño de la casona guiense Villa Melpómene, por lo que le ofreció la finca como el remanso de la paz que necesitaba para sus composiciones musicales, la cual aceptó, convirtiéndose de allí en adelante asiduo visitante de Guía de Gran Canaria. Tan confortablemente llegó a sentirse, que amó el lugar como propio: hizo estrechas amistades y sintió como suyos los problemas del municipio.

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Enterado de la necesidad de desmontar el órgano de la Iglesia parroquial por lo viejo y las termitas, fue quien aconsejó dónde comprar el instrumento: en Turín, Italia, donde se fabricaban los órganos de sonido y estilo románticos. Así se hizo, y el año 1900, le tocó inaugurarlo con un magistral concierto. El acto fue presidido por el obispo Padre Cueto, las principales autoridades civiles de la capital, las del municipio norteño y de todo el pueblo de Guía.

Durante siete años ininterrumpidos vino a este municipio, haciéndose amigo y confidente de los lugareños, y asumiendo, como hemos dicho, las aspiraciones municipales, las inquietudes y sus preocupaciones como propias. Solía sentarse en un gran asiento de cantería que había a todo lo largo del muro del Callejón del Molino (hoy esa calle lleva su nombre) para disfrutar, junto con sus amigos mayores, de las bellas puestas del sol de la tarde.

La Villa Melpómene, de Llano de Parras, fue lugar donde compuso sus obras “Déjanire” y “El Vals Canariote”, éste dedicado a una señorita de Las Palmas.

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Mientras que Chopin estuvo una sola vez en Mallorca, dejando atrás su piano Pleyel por lo precipitado de su marcha, Camilo Saint-Saëns lo hizo a Gran Canaria en siete ocasiones, siendo su residencia oficial Las Palmas de G.C., que compatibilizó con las jornadas que disfrutó en Guía, en la Villa Melpómene, lugar donde pudo crear parte de su música universal.

Afónico y escupiendo sangre, como un espectro, hicieron Chopin y su amante Aurora Dupin (George Sand) el trayecto, a los que acompañaban los hijos de ésta, Mauricio -también tísico- y Solange. El viaje lo ideó la amante para salvar a Federico de una muerte temprana, rodeándolo de esos cuidados instintivos femeninos que son muchas veces más saludables que los remedios medicinales. En la Cartuja de Valldemossa pudo componer su música pianística del más alto nivel. Al decir de los entendidos, nadie ha logrado más que él con dicho instrumento, pues Beethoven y Bach, teniendo ambos mayor capacidad compositiva, nunca llegaron a la magnificencia alcanzada por Chopin, pianísticamente hablando. Saint-Saëns, del polaco, que no llegó a los 40 años, dijo: “En sus obras está siempre viva la pasión, a veces exuberante, a veces reservada y latente, con ese calor interior que las hace vivir de un modo tan intenso...”

El maltrato que recibieron de los mallorquines fue lamentable. George Sand dijo: “Un mes más en la Cartuja, y hubiéramos muerto en España: Chopin de melancolía y de disgusto; yo, de cólera”. El compositor, casi exhausto de fuerzas, fue transportado a Palma, lamentablemente, en una carreta. Y en el barco que lo condujo a Barcelona, su comandante, viendo la hemoptisis que padecía el enfermo, se negó a proporcionarle una cabina privada para no tener luego que fumigarla. Chopin hizo el viaje sobre cubierta, colocado junto a unos cerdos. Así de inhumano fue tratado por los mallorquines. Hoy, sin embargo, sus descendientes presumen de haber tenido al más universal compositor de piano, Federico Chopin, y la Cartuja de Valldemossa convertida en un templo al que todo turista desea visitar, lo que le supone a Mallorca unos opíparos ingresos, de los que se benefician con alguien al que arrojaron como a un animal y de la más deshonrosa de las maneras.

En nuestro caso, con el también importante compositor francés, Camilo Saint-Saëns, hicimos lo contrario: fue querido, mimado y arropado por los grancanarios, y no vivimos de su señera imagen, ni explotamos de forma interesada su fama. 

* Gracias a Erasmo Quintana