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viernes, 19 de abril de 2024 10:24h.

La juiciosa prudencia del señor Bravo de Laguna (en torno al último guanarteme) - por Nicolás Guerra Aguia

Muestra mucha habilidad lingüística el señor presidente del Cabildo grancanario cuando le escribe al señor obispo de la Diócesis Nivariense en torno al último guanarteme y sus restos, que supuestamente se encuentran en la ermita de San Cristóbal de La Laguna.

La juiciosa prudencia del señor Bravo de Laguna (en torno al último guanarteme) - por Nicolás Guerra Aguiar

  Muestra mucha habilidad lingüística el señor presidente del Cabildo grancanario cuando le escribe al señor obispo de la Diócesis Nivariense en torno al último guanarteme y sus restos, que supuestamente se encuentran en la ermita de San Cristóbal de La Laguna. El señor Bravo de L recaba la opinión del destinatario sobre el hipotético traslado a Gran Canaria  de tales huesos, pertenencia que se atribuye a la estructura ósea de Tenesor Semidán, bautizado como Fernando Guanarteme. (Mas no en Calatayud, arraigada e incorrecta creencia tal como argumenta con rigor científico el doctor Lobo Cabrera, catedrático de la ULPGC. Por tanto, no pudo “sellar en 1481 el Pacto de Calatayud, que ponía fin al conflicto con los invasores”.) En caso de que se comprobara científicamente que los restos pertenecen a aquel personaje, ya intervendrían otros organismos para un supuesto traslado siempre que, obviamente, se autorizase.

   En el escrito – resumen  que manejo (mi agradecimiento al Área de Cultura cabildicia) subrayo varias secuencias textuales que me dan pie para la afirmación inicial, que el señor Bravo de Laguna anda con tiento y prudencia ante un tema tan controvertido pues hay defensores para la recuperación y, a la vez, detractores, posicionamientos ambos, por supuesto, absolutamente respetables. Los primeros dicen que su visión de la realidad –el poder del conquistador- obligó al guanarteme a rendirse, lo que evitó la masacre de sus paisanos de Gáldar. Los segundos se preguntan por qué murió el cacique galdense en Tenerife. La respuesta, en la Historia: ayudaba a los invasores españoles, y en combate recibió una mortal pedrada.

   En dos ocasiones el señor presidente utiliza la conjunción “si”, introductora de una cláusula condicional: son los casos, por ejemplo, de “Si tras abrir la tumba” y “si se autorizase”. En román paladino significa que hay condiciones previas. Una: para buscar supuestos restos es fundamental que el señor obispo permita la excavación. Otra: si algo se encontrare, su salida hacia Gran Canaria queda condicionada a otra autorización, ahora administrativa, e incluso política. O lo que es lo mismo, dos factores muy poderosos que el señor Bravo conoce porque debe intuir que la primera –autorización para escarbar- será insalvable. Por tanto, ahí quedaría frenado, in aetérnum, todo el proceso.

   Aunque su ambientación es otra, algo parecido intentó Miguel Hernández cuando quiso ser (“Elejía”) el hortelano de la tierra en que yace sepultado su amigo del alma Ramón Sijé. Para conseguir devolverlo a la vida, el poeta, fuera de sí, y en gradación ascendente, debe escarbar la tierra, encontrarlo, desamordazarlo (de la muerte), besarle la noble calavera (vuelve a la realidad) y regresarlo, pues “tenemos que hablar de muchas cosas”. Pero, claro, los distintos momentos en la actuación de Miguel Hernández corresponden a ficciones, rupturas con la realidad. Sin embargo, las llaves de la ermita de San Cristóbal de La Laguna las tiene el obispado. Y el señor obispo nivariense, por muy comprensivo que sea, es por encima de todo obispo de aquella diócesis.

   Encuentro algunos otros ejemplos que ratifican la afirmación sobre la prudencia del señor Bravo (estoy casi convencido de que su sagacidad le adelantó el resultado de sus actuaciones desde el primer momento). Así, por ejemplo, la utilización de lo que en mi Bachiller se llamó el modo potencial (condicional); es decir, construcciones como “se buscaría qué fórmulas”, “se obtendrían muestras”, “los gastos correrían”, “contarían”… son también condicionales y, por tanto, sujetas a la realización de lo fundamental: que el señor obispo autorizase (y no digo “autorice”, hay un matiz) la excavación, harto improbable. Pero hay más, un pretérito imperfecto de subjuntivo: “si… se hallase material óseo”. Y como sabemos que los tiempos gramaticales (en este caso, pasado, pretérito) no necesariamente se refieren a tiempos reales, con esta voz -“hallase”- no afirma el señor presidente que los encontrarían, muy al contrario: cabe la posibilidad (¿probabilidad?) de que no haya nada.

   Pero… y si hubiera autorización y se encontraran restos óseos, ¿cómo podría confirmarse la pertenencia o no a Artemi Semidán? Aquí el señor presidente afirma algo que yo mantengo en la duda hasta que con rigor científico se me demuestre su veracidad o, lo que es lo mismo, mi posible y humano error. Y ese algo es cuando afirma que “se cotejaría el ADN  con el perfil genético de descendientes vivos de esta figura histórica”. Porque, señor presidente, me deja usted anonadado, permítame la perplejidad y mi desconocimiento riguroso de la genealogía: ¿hay descendientes vivos de Artemi Semidán? En caso de respuesta afirmativa, ¿puede demostrarse con seriedad, rigor, exactitud documental, fehacientes textos que sin apasionamientos o interpretaciones así lo confirmen?

   No soy contundente ni en la existencia ni en la ausencia de descendientes. Pero algo he leído sobre cuestiones de nuestra Historia y, por eliminación, he llegado a desapasionadas conclusiones: hay mucha fantasía, demasiada  ficción, muy abundante creatividad personal de gentes de buena voluntad pero aficionadas que se dedicaron, más que a investigar, a inventar, porque parecía urgente llenar los inmensos vacíos de siglos pasados. No digo, en absoluto, que haya sucedido lo mismo con los supuestos descendientes vivos a los que usted se refiere (no sé quiénes son, ni cómo se llaman). Pero acostumbrado uno a investigaciones fehacientes que sabios en la Historia han realizado ya en Tenerife, ya en Gran Canaria, permítame que muestre mi prudente prudencia ante tal afirmación. Aseveración que, por otra parte, despierta mi curiosidad y aviva mi deseo de saber. Pero, claro: con rigor, severo juicio histórico, contundencia irrebatible ante pruebas, manuscritos originales y afirmaciones contrastadas. 

   Pero como sospecho (y me parece que usted también) que Tenerife no contestará o, si lo hace, será en sentido negativo, temo que no  llegaré a conocer los ADN de quienes usted dice que son descendientes de Artemi Semidán, aunque parece que sí fue cierto un matrimonio: el de su hija con un conquistador. Por tanto, la pureza de sangre se vio alterada.

También en

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/15-opiniones/27565-la-juiciosa-prudencia-del-senor-bravo-de-laguna-en-torno-al-ultimo-guanarteme

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=321863