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sábado, 20 de abril de 2024 01:42h.

¿Malas compañías? - por Paco Déniz

Curiosa y sorprendentemente, mi admirado Iñaki Gabilondo nos trae un argumento que recuerda a lo más rancio del puretaje de otras décadas al señalar que uno de los problemas principales que tiene la Monarquía española son las malas compañías.

El almendrero de Nicolás

 

¿Malas compañías? - por Paco Déniz

Curiosa y sorprendentemente, mi admirado Iñaki Gabilondo nos trae un argumento que recuerda a lo más rancio del puretaje de otras décadas al señalar que uno de los problemas principales que tiene la Monarquía española son las malas compañías. Nos trae a colación el viejo truco de quien, erigiéndose en protector a toda costa de los suyos, siempre pensaba que su hijo andaba torcido por las malas compañías con las que se rodeaba.

Por lo visto, los monarcas son unos angelitos del Señor engañados por falsos amigos. No es que la posición estructural de los monarcas abra la posibilidad de corruptelas de todo tipo, de lujos desmesurados, no es que su posición de poder casi absoluto en este estado de esclavos se desarrolle en otras esferas de poder político y económico donde campea la explotación, el lucro desmedido, el saqueo de las arcas públicas y otras actividades ilícitas que no han podido demostrarse.

No es que amparados en la impunidad total, los monarcas y sus descendientes procuren ampliar su margen de beneficios, y que para ello echen mano de algún pobre infeliz que tengan alrededor, un chivo expiatorio, no, eso no entra en el esquema de Gabilondo. Según su elitista y rancio suponer, una persona decente de buena familia que va misa todos los domingos no puede ser una mala compañía, las malas compañías son los otros, los subalternos, la gente sin postín, tirando a pobre.

Yo también anduve en malas compañías, tuve un amigo burgués de apellidos ilustres y venidos a más que le importaba todo un carajo, era el típico renegado de su clase social. Se acercó a nosotros para vivir como vivían los hijos de la clase obrera de los barrios. Lo primero que nos pidió era que le enseñáramos a escupir, a hablar, luego, que le acompañáramos a robar el coche de sus padres, y luego a robar gasolina para divertirnos de madrugada. Menos mal que nos disolvieron pronto, porque él tenía las espaldas cubiertas por sus dos carreras, por sus apellidos con familiares en las altas instancias de la justicia, la política y la economía de las islas. No cabe duda, era una mala compañía que pudo arrastrarnos a alguna desgracia o imputación, pero nos dimos cuenta a tiempo y se lo dijimos: eres y actúas como un burguesito. Peligro.

                                                                           Paco Déniz