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sábado, 20 de abril de 2024 09:50h.

La manipulación de las ingratas. Carta abierta a Santiago Abascal - por Lidia Falcón

 

F LIDIA
F LIDIA

La manipulación de las ingratas. Carta abierta a Santiago Abascal - por Lidia Falcón, abogada, escritora, presidenta del Partido Feminista de España

 

Me dirijo a V., a pesar de no conocerlo personalmente, porque he visionado una intervención suya en el Parlamento español, dirigiéndose a las diputadas de Podemos, y sus declaraciones me han parecido sesgadas e ignorantes de la historia del feminismo en nuestro país, a pesar de lo mucho que alardea de conocer los acontecimientos que han marcado nuestro devenir en los últimos siglos.

Usted interpela a esas diputadas acusándolas de no representar a todas las mujeres españolas. Acusación por otra parte baldía, dado que ningún partido político representa a toda la población ni siquiera a amplios sectores de ella, como es el caso del que V. preside, que no alcanza más que el 15% de los votos, de los cuales únicamente el 30% son femeninos. Y yo no consideraría necesario contestarle a una obviedad –empezando porque yo tampoco me siento representada por dichas diputadas y su partido- si no fuera porque su discurso, señor Abascal, antifeminista, representa la ideología, la cultura y los valores más reaccionarios de nuestra sociedad, que creíamos hace años desprestigiados y abandonados por todas las formaciones políticas, fuese la ideología que fuese que defendieran.

Porque es cierto que las dirigentes de Podemos no representan a las mujeres que V. reúne en su partido ni, posiblemente, a muchas otras que comparten la ideología nacional católica que V. defiende, pero, señor Abascal, TODAS, las mujeres católicas y las que no lo son, las mayores y las jóvenes, las trabajadoras manuales, las amas de casa y las licenciadas, las madres y las hijas, las solteras, las esposas, las divorciadas y las viudas, TODAS, se benefician de los derechos y los avances que el feminismo ha conquistado para las mujeres, en su más de un siglo de lucha en España. Lo que desgraciadamente sucede es que son unas ingratas y usted las manipula.

Porque V. creerá que su parroquia está al margen del feminismo y de los extravíos que las “feminazis”, como ustedes nos califican, defienden, pero TODAS pueden ejercer el derecho al voto que conquistamos con tanto esfuerzo en 1931, con la Constitución de la II República, que ustedes anatemizan. Porque si no, no podrían votarle a V. y a su partido. TODAS las mujeres han adquirido el derecho de poder abrir una cuenta bancaria, comprar bienes inmuebles, contratar un trabajo y cobrar un salario, tener pasaporte propio y viajar a cualquier país extranjero sin necesitar el permiso del marido, así como recibir instrucción pública, ingresar en la Universidad, acceder a cargos de decisión privados y públicos, alcanzar escaños en los Parlamentos y en el Senado, gracias a la lucha entregada y generosa de las feministas que los conquistaron para TODAS las mujeres.

Y de la misma manera se legalizó, nuevamente, el matrimonio civil y el divorcio en nuestro país, que fueron prohibidos por la dictadura franquista a la que V. tanto admira. Quizá crea que tanto sus afiliadas como las votantes de su partido se casan únicamente por la Iglesia y nunca se divorcian, pero como V. mismo, que se casó civilmente y se divorció después, utilizan cuando les conviene los derechos constitucionales que las feministas logramos rescatar en 1981, CINCUENTA AÑOS después de que por primera vez se aprobara el matrimonio civil y el divorcio por la II República en su Constitución de 1931. De la misma manera, las mujeres católicas, ultranacionalistas y que odian a las feministas, que son su parroquia, tienen hijos fuera del matrimonio, como usted mismo, utilizan anticonceptivos varios para controlar su natalidad como lo demuestran las cifras de natalidad de nuestro país, y cuando les es necesario o conveniente se deciden a interrumpir el embarazo –eufemismo que encubre la horrible palabra aborto- amparándose en las leyes que lo permiten, y que las feministas lograron imponer en la católica España.

Y no me diga que eso es mentira porque yo que soy abogada de familia desde hace sesenta años he tenido clientes que se confesaban católicas a las que ponía en contacto, en tiempos de dictadura, con las organizaciones feministas que les procuraban a las mujeres en tal situación un viaje a Londres o a Ámsterdam para que les practicaran un aborto en las clínicas de esas ciudades. Y en la actualidad, muchas de sus votantes recurren a los mismos servicios en España, cuando la necesidad las obliga. Porque las pasiones y los impulsos y las necesidades son las mismas en todos los seres humanos, aunque usted, y sus correligionarios, quieran ocultar la realidad.

De la misma manera, cuando tras largos años de luchas, el Movimiento Feminista y el Movimiento Gay y Lesbiano, lograron aprobar el matrimonio homosexual, los militantes de la derecha e incluso altos cargos del Partido Popular, se casaron hombres con hombres, algunos con gran publicidad, como el que entonces era portavoz de ese partido, Javier Maroto, y la ceremonia la celebró el entonces alcalde Alberto Ruiz Gallardón, correligionario suyo.

Y a mí me parece bien, ¿sabe, señor Abascal?, porque yo he luchado, y sigo luchando, por derechos iguales para todas las personas, con independencia de su lugar de nacimiento, de su nacionalidad, del color de su piel, de su sexo, de su capacidad, de su religión o de sus preferencias sexuales. No voy a defender que solo puedan ejercer los derechos humanos y constitucionales únicamente las personas que compartan mi ideario, como hace usted.

Pero lo que no me parece bien, señor Abascal, es la hipocresía que utiliza. Cuando usted interpela a las diputadas de Podemos –por las que no siento ninguna simpatía- para descalificarlas porque, según dice, no representan a todas las mujeres, supongo que entre las opositoras se refiere a las que le votan a usted, no reconoce que, representadas o no, TODAS las mujeres, incluyendo a las suyas y a sus familiares y a usted mismo que se divorció porque le convino, son beneficiarias de los esfuerzos y las luchas que las feministas hemos librado para que esta España, que a usted no le gusta, las incluya a ellas, y a usted, entre las concernidas por los beneficios que la igualdad de derechos les concede.

Porque, señor Abascal, el derecho a romper el contrato matrimonial no se lo concedió el nacional catolicismo de la dictadura franquista, y si usted hubiera nacido unas décadas antes se habría encontrado atado por un sacramento religioso a una incómoda relación matrimonial. Y sus hijas no tendrían libertad de movimientos, ni de trabajo, ni de poseer bienes y recursos económicos. Y si usted las quiere, como supongo, le dolería esa relación de dependencia, más bien servidumbre, en que estaba anclada la mujer que imponía la Sección Femenina de Falange, que rigió los destinos de las españolas hasta la Transición. Y que ahora esas mujeres que detestan a las feministas puedan votar a su partido, que las desprecia, también es mérito de las feministas que lograron el derecho al sufragio femenino cuando todavía en muchos países europeos adelantados no se había concedido.

De desagradecidos está el Infierno lleno, y usted, que debe de creer en él, si no rectifica sus discursos misóginos, tiene el peligro de acabar allí.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Lidia Falcón

lidia falcón reseña
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