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viernes, 26 de abril de 2024 03:37h.

Mercado e inteligencia, por Antonio Cabrera de León

 

FRASE CABRERA

Mercado e inteligencia, por Antonio Cabrera de León *

Cuando la humanidad creó el concepto de mercado, Adam Smith todavía era un perceptrón de Andrómeda. Las civilizaciones que lo iniciaron entendían por mercado el sitio al que llevaban personas, animales y objetos para venderlos, fuera mediante trueque o mediante el pago con cualquier objeto reconocido como moneda de cambio. Después el mercado pasó a ser no tanto el sitio como la actividad de compra o intercambio, incluido el mercado laboral donde vendemos nuestra fuerza de trabajo.

Conviene recordar que durante la vida de Smith se mercadeaba con personas como cualquier otra mercancía. Pero el padre del liberalismo no lo condenaba moralmente, sino que le parecía poco rentable porque según él un esclavo no podía tener más interés que comer el máximo y trabajar el mínimo. Se ve que los proxenetas actuales no han leído al "probe Adam". Pero dejando aparte la repugnancia del comercio de seres humanos, siempre me ha impresionado que alguien se invente “la mano invisible” y millones de personas le crean. Nadie ha visto esa mano, puesto que es invisible, como nadie ha visto a dios. Pero parece que tengamos necesidad de explicaciones mágicas.

La especie más inteligente del planeta acepta someterse a unos médiums que son los únicos que hablan con dios y le transmiten sus palabras. Por tanto, no debería sorprenderme que acepte también que una mano invisible decida su vida y la de su familia. Toda la evidencia científica, sin excepción, demuestra que sólo cuando “la mano visible” de la humanidad regula el mercado avanzamos como sociedad y como especie: prohibir la compraventa de esclavos, fijar salarios mínimos o jornadas laborales máximas, fijar precios máximos para bienes vitales como agua, electricidad o vivienda, fijar precios mínimos para producciones agrícolas o pesqueras, etc. Pero pese a tres siglos de mercado moderno y la demostración rigurosa de que es imprescindible la regulación, ahí siguen los ultraliberales predicando manos invisibles y terraplanismo.

Marvin Minsky decía, mientras desarrollaba la inteligencia artificial, que con ella estaba programando nuestra obsolescencia como especie, y que tendríamos suerte si en el futuro las máquinas inteligentes nos adoptaran como animales de compañía. Minsky era un adelantado a su tiempo y quizá por eso no se prestó atención a la necesidad de regular el mercado de la inteligencia artificial. Pero ese tiempo llegó hace mucho. Recientemente, James Lovelock, autor de la teoría de Gaia que sigue activo a sus 103 años, dijo que más que como animales de compañía él cree que las máquinas inteligentes nos verán como nosotros vemos a las plantas y nos cuidarán. Un alivio, pensé. Pero luego recordé que no hay día en que no me meriende unos cuantos vegetales.

Pienso que sólo desde la necedad terraplanista puede negarse la necesidad de regular el mercado para que nuestra actividad industrial deje de contaminar y generar una catástrofe climática que nos extinga. Y es igualmente obvio que hay que regular urgentemente el mercado de la inteligencia artificial. Las leyes de la robótica propuestas por Asimov son violadas hoy en día continuamente por los robots que trabajan para los ejércitos, para grandes empresas y para supermillonarios. Necesitamos grandes cumbres mundiales, grandes consensos internacionales sobre ambos problemas. Un planeta máquina como el del “Viaje del Voyager”, es decir, un mundo de robots en el que sólo sobrevivan unos cientos de miles de humanos en un “invernadero” porque ellos nos cultivan como flores es posible. O mano invisible o regulación. O extinción o vida. Vayan eligiendo.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Antonio Cabrera de León

ANTONIO CABRERA DE LEÓN RESEÑA

 

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