Buscar
jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Momentos para reforzar convicciones democráticas - por Nicolás Guerra Aguiar

 

nicolás guerra aguiarSi a la perspectiva que da el paso de los días desde el tsunami político - social iniciado el 1 de octubre en Cataluña le sumo la amplísima información de periódicos, radios, televisiones… y la recibida desde la geografía catalana a través de sujetos activos y pasivos allí residentes, podría llegar a rotundas conclusiones relacionadas con los inmediatos acontecimientos.

Momentos para reforzar convicciones democráticas - por Nicolás Guerra Aguiar *

Si a la perspectiva que da el paso de los días desde el tsunami político - social iniciado el 1 de octubre en Cataluña le sumo la amplísima información de periódicos, radios, televisiones… y la recibida desde la geografía catalana a través de sujetos activos y pasivos allí residentes, podría llegar a rotundas conclusiones relacionadas con los inmediatos acontecimientos.

    Sin embargo, la complejísima y enmarañada realidad de los hechos recomienda, como poco, serenidad, prudencia y mesura. Nada está acabado: muy al contrario, sospecho consecuencias mucho más impactantes dada la situación. Así, el presidente catalán, señor Puigdemont, afirmó a la BBC que declararía la independencia (República Catalana); el discurso del rey “emplaza a los poderes del Estado a acabar con la deslealtad inadmisible de la Generalitat”;  el pleno del Parlament es convocado para el lunes 9, tal vez con la idea de proclamarla; el Tribunal Constitucional lo suspende tras un recurso del PSC; la Audiencia Nacional cita como imputado por sedición (‘Alzamiento colectivo y violento contra la autoridad’) al mayor (jefe) de los Mossos d’esquadra.

   Además, el presidente Rajoy no cumple su promesa, pues aún no se ha entrevistado con todos los dirigentes políticos a la busca de soluciones políticas: solo lo ha hecho con los señores Sánchez y Rivera. (Por cierto: este último y su Partido reclaman la aplicación urgente del artículo 155 de la Constitución. Tal apartado significa que el Gobierno –previa aprobación por el Senado-“…podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla [en este caso, la Comunidad Autónoma catalana] al cumplimiento de sus obligaciones […]”. Lo cual implicaría, acaso, la inmediata disolución del Parlament, la destitución del Gobierno catalán, el control de los Mossos d’esquadra, la asunción del poder por Madrid y la convocatoria de elecciones autonómicas. (Pero, ¿y si PP, PSOE y Ciudadanos tampoco lograran la mayoría absoluta?)

   Vía libre al artículo 155 también defendida por el señor Bravo de Laguna, expresidente del PP canario durante ocho años y subsecretario del Ministerio de Hacienda en plena efervescencia de sentimientos democráticos, 1981. Reclama, además, "un Gobierno de concentración nacional" (eldiario.es) formado solo por PP, PSOE y Ciudadanos. Asimismo, su aplicación la reclama FAES, fundación vinculada al PP y presidida por el señor Aznar.

   Guardo el final de este bloque para las nigérrimas palabras de señor Hernando, portavoz del PP en el Congreso. Ante ellas, estimado lector, va usted a permitirme que manifieste mi terror sensitivo. Así, cuando tal sujeto es capaz de identificar al señor Junquera “con una política nazi contra los que piensan diferente”, se me ponen los pelos de punta ante tamañas barbaridades, provocadoras acusaciones. Y sentí miedo, de verdad (también debió de sentirlo cualquier ciudadano de conciencia democrática) cuando añade: “Esquerra Republicana y la CUP están deseando que haya muertos en Cataluña".

   Desajuste emocional el de este hombre mecido en su propia condición de ser presuntamente deshumanizado, como si las palabras quisieran trasladar internos sentimientos donde en apariencia moran sombras. Pues nazi se relaciona con campos de exterminio, gasificaciones masivas de ciudadanos desarmados e impotentemente mansos ante la ferocidad de sus asesinos. Y estas siguen siendo macabras actuaciones, actos opuestos a la elemental condición humana.

   Visto lo visto, sospecho que ninguna solución puede llegar del señor Rajoy y de su Gobierno, especialmente vicepresidencia, portavocía y Ministerio del Interior: la demostración de fuerza fue, de todas todas, el cumplimiento de rigurosas órdenes recibidas desde las más altas instancias del poder. A fin de cuentas el Gobierno no había enviado emisarios, hábiles negociadores, reconocidos constitucionalistas. No. Creyó más en el ejercicio de la fuerza. ¿Esperaba, quizás, incendios de edificios, bombas, barbaries y disparos? ¿O acaso acababa de leer con 42 años de retraso una novela, La verdad sobre el caso Savolta (atentados en Barcelona, asesinatos, grupos terroristas…), e imaginó tropas de anarquistas, activas organizaciones obreras? (Por cierto: el New York Times llama a Rajoy "matón intransigente" en su editorial del día 4.)

   Muy al contrario: consiguió que miles de catalanes también se echaran a la calle -en su condición de españoles no independentistas- la tarde del domingo 1 de octubre, el lunes y, sobre todo, el martes, apoteosis de un pueblo cuyas manos vacías se levantaron para rechazar desde su  sensibilidad tal comportamiento emanado de Madrid. Y Madrid cayó en la trampa de quienes usaron un referéndum opuesto al más elemental rigor democrático.

   Soberbias del Gobierno central y retos del Gobierno catalán al Tribunal Constitucional; prepotencias de personas obnubiladas e incapaces de atender a palabras nobles, elementales, inteligentes y desapasionadas proferidas desde años atrás por quienes desde sus conciencias denunciaban torpezas, agravios y sinrazones de un ppartido absolutamente impávido ante legítimas reclamaciones de diálogo. Y no me refiero, claro, a quienes forman parte del tramposo poder político en Cataluña, en absoluto: hablo de periodistas, pensadores, objetivos analistas, sociólogos, ensayistas…, preocupados por la peligrosa deriva del tema catalán.

   Al final, el señor Rajoy y su Gobierno le hicieron el juego a la corrupción (algo les une) de la anterior Convergencia i Unió, el partido fundado por la familia Pujol para robar –hipotéticamente- a todos, especialmente a quienes pagamos nuestros impuestos. Así, el PP fortaleció a representantes de corruptelas en el Gobierno catalán, cobradores del 3% y de cuyas comisiones y enriquecimientos ya no se habla.  

   La sombra del 1 de octubre es alargada. Y mientras no nos convenzamos –por elementalidad democrática- de que el poder solo reside en las urnas, flaca defensa le hacemos a la libertad. La propia Constitución tiende la mano: “Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos”. Así se desarrolló pacíficamente en Escocia. Y ganó el no.

    El pueblo catalán, pues, todo el pueblo catalán, tiene derecho a ser escuchado en sus planteamientos. Pero sin descontrol alguno sobre urnas, censo electoral y papeletas. Y, por supuesto, con el riguroso respeto de un Estado democrático cuya experiencia y rigor en anteriores votaciones vigilaría su celebración.  La democracia tiene también sus reglas.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

NICOLÁS GUERRA AGUIAR RESEÑA