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viernes, 19 de abril de 2024 17:14h.

No, no fue “la canalla de la prensa” Nicolás Guerra Aguiar

El señor alcalde de Las Palmas de GC rectifica a días vista una decisión tomada cuando se confeccionaron las nóminas que correspondían al pasado enero. Corrige  en torno a la subida salarial que les afectaría directamente a él (trescientos cincuenta y seis euros más al mes, según Intersindical Canaria)

No, no fue “la canalla de la prensa” - por Nicolás Guerra Aguiar

 El señor alcalde de Las Palmas de GC rectifica a días vista una decisión tomada cuando se confeccionaron las nóminas que correspondían al pasado enero. Corrige  en torno a la subida salarial que les afectaría directamente a él (trescientos cincuenta y seis euros más al mes, según Intersindical Canaria);  a señores concejales del PP con dedicación exclusiva (todos, de todos; entre ellos el señor portavoz, que lo es también ante los informadores: aumentaría en doscientos setentaitrés euros mensuales con un total de setenta mil seiscientos al año, cuarenta mil euros más que un catedrático); a los señores Mena, Campoamor, Medina y Ramírez, cuatro liberados de la oposición (no están en el Gobierno) que también disfrutan de tales placeres (doscientos cuatro euros más sobre los treintaiséis mil); a directores generales nombrados y no sé si a otros miembros del Ayuntamiento.

   Los periodistas se dieron cuenta del despiste antes que los políticos y cargos de confianza afectados, y así lo hicieron ver y saber en sus artículos e informaciones. Pero miembros del PP y algún “concejal con mando en plaza” (como en la sección “Que se sepa” de Canarias7: ¿a quién se refería el señor Suárez Álamo, director, en su columna del viernes?) intentaron presentar el suceso “como un error de interpretación de la prensa”, la “canalla de la prensa” (añado) que llamó el valleinclanesco Max Estrella en Luces de bohemia.

   Pero hete aquí que algo así como por un casual –tal parece- descubren los señores perceptores al cabo de los días que en su nómina de enero hubo un aumento, exactamente el seis con setenta y cinco por ciento que se habían bajado en 2013 en fraternal solidaridad con funcionarios y resto del personal, empleados estos últimos de los cuales algunos entraron por la puerta de atrás, la que da a la marea, aquella que exime de la oposición. Me dijeron desde dentro que inmediatamente denunciaron tal error, fallo, despiste o jugarreta de la informática (¡la muy puñetera!). Por eso supongo que el mismo viernes, 31 de enero, o a todo reventar el día 3 de febrero, lunes, a las ocho en punto de la mañana estarían todos (la cola podría llegar hasta la calle) cogiendo número para que los atendieran en la ventanilla PDIPN (‘Para Devolver Irregulares Percepciones de las Nominillas’). 

   Pero con el fin de evitar sobrecarga en la ya extracolmada planta baja de las oficinas municipales, parece que llegaron a un acuerdo: rompieron la fila (a fin de cuentas, entorpecían a los ciudadanos que rellenaban sus impresos para fraccionar los recargados pagos de impuestos) y concluyeron que, a su pesar, esperarían tras la promesa del señor alcalde: “En los próximos meses evidentemente se cobrará lo mismo que en 2013". Parece que la palabra del señor Cardona los calmó, pues estaban dispuestos a no marcharse de las oficinas hasta que les entregaran el justificante correspondiente de su denuncia - rectificación.

   El señor “concejal con mando en plaza” inmediatamente acudió a periódicos, emisoras y otros medios para retractarse de lo dicho sobre “el error de interpretación de la prensa”. Y con gallardía, seriedad y humildad de bien pidió perdón por su desliz, causado sin duda por la absoluta confianza en la informática y la creencia en su invulnerabilidad. (¡Vaya, ahora estoy confundido! ¿Fue eso lo que hizo o es lo que todos esperábamos que hiciera –y seguimos esperando- en cuanto que hasta el señor alcalde reconoció el desajuste nominal?)

   Sin embargo hay algo que perplejó desde la perspectiva de aquí abajo, la de ciudadanos que pagan sus impuestos para que el Ayuntamiento disponga de millones de euros anuales con el fin de abonar nominillas decentitas, relajantes. Mensualidades que, obviamente, no son enriquecedoras, pero sí al menos compensan una décima parte de sacrificios, expiaciones y martirios de quienes entregan todo su ser por los demás, aquellos a quienes se nos protege desde las alturas. Porque digo yo, y que Dios me perdone si mi curiosidad es superior a mi prudencia: si el señor alcalde entona el mea culpa y casi casi se flagela en su Calvario que fue  la subida salarial, ¿cómo es que un señor concejal  (pronúnciese la c ante e a la manera castellana) se empeñó y obstinó en “negar la evidencia”, tal como también apunta con tino el señor Suárez Álamo en su columna ya citada?

   Porque sucede que disculpas, reconocimiento de errores, asunción de responsabilidades y aviso de que todo lo relacionado con las nóminas volverá a ser como prometieron en febrero de 2013 vienen bien, es cierto. Los fallos son consecuencias de nuestra condición humana, la de nuestra imperfección, aquella tan socorrida por certera del “Errare humanum est”, ‘Es de humano equivocarse’. Y lo es, en efecto, por más que haya sucedido algo curioso: que la canalla de la prensa se percató antes que los profesionales de la administración (“fue un error administrativo”, dijo el señor alcalde) y se adelantó a los políticos, no solo a los perceptores (¿treinta, cuarenta?) sino a quienes dieron por válidas las ampliaciones retributivas, por más que eran sabedores de su hibernación.

   Pero “aquí pasó lo de siempre”, como declaró el gitano del Romancero lorquiano ante la Guardia Civil. El señor concejal (pronúnciese la c ante e a la manera castellana) “con mando en plaza”  acude a la manida y poco inteligente excusa de la confusión periodística, tan poco argumentativa como vacía de contenido, muletilla propia de quienes abandonan la prudencia y caen en manos de la vacua locuacidad. Y, claro: rizan el rizo de la imprudencia, la nimiedad intelectual y, como consecuencia, pierden credibilidad cuando quedan vacíos de contenidos racionales.

   En fin: aunque pueden quedar lagunas oscurecidas ante las explicaciones del señor alcalde, los posibles errores humanos (o poca atención) pudieron acumularse. Pero la imprudente y torpe reacción de aquel señor concejal deja en el aire otra cuestión: ¿podemos fiarnos de él, políticamente?