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viernes, 26 de abril de 2024 07:20h.

Obrero desde los once años, un paisano - por Nicolás Guerra Aguiar

"Han transcurrido cincuenta y un años, pero «lo tengo presente como si hubiera pasado ayer». Y no es para menos: a fin de cuentas, la vida de un hombre en plena juventud fue cortada radicalmente tras una descarga del pelotón de fusilamiento."

Obrero desde los once años, un paisano - por Nicolás Guerra Aguiar   

Han transcurrido cincuenta y un años, pero «lo tengo presente como si hubiera pasado ayer». Y no es para menos: a fin de cuentas, la vida de un hombre en plena juventud fue cortada radicalmente tras una descarga del pelotón de fusilamiento. El cuerpo, ya inerte, cayó al suelo mientras la sangre impactaba su fulgente rojo en la dorada tierra del destacamento militar. Después, el teniente que dio la orden de ¡pelotón, apunten, fuego! se acercó al yacente y le disparó en la cabeza el reglamentario tiro de gracia.

Habían fusilado a un legionario que, a su vez, causó la muerte del cabo furriel mientras este dormía, dicen que por desavenencias personales. Fue el 1 de febrero de 1962, en Villa Cisneros. Mi paisano don Eugenio Vega González cumplía en aquel cuartel el obligatorio servicio militar. Cinco días después del primer asesinato, un consejo de guerra sumarísimo condenó a muerte al anónimo legionario. Él se negó a que le taparan los ojos con el blanco pañuelo como en las novelas americanas, cuando el generalito de turno fusilaba antes de ser fusilado, mi vida por la Patria, gritaban ellos. Por eso todos los soldados que fueron obligados a desfilar ante el condenado con acompañamiento de marchas militares vieron sus ojos, abiertos la primera vez, sin vida en el segundo desfile. «Lo colocaron de espaldas a Río de Oro», en Villacisneros, y mi paisano también guarda en su memoria el impacto acústico de la descarga de los mosquetones, aunque el tiro solitario lo sintió con más fuerza. Dura lección: nunca atentes contra un superior.

Este mismo joven soldado es hoy un hombre entregado a su gran pasión: los pájaros, y por ellos carga paredes de diplomas y medallas, regionales, nacionales, mundiales, como su elección de campeón de Canarias en la exposición de La Orotava, Tenerife, hace de esto un mes: cuatro pájaros suyos obtuvieron primeros premios en las distintas variedades que se califican por especialistas; seis se clasificaron con segundos premios; dos, con terceros. Nadie superó a don Eugenio, y los tinerfeños reconocieron las extraordinarias posturas y estructuras corporales de aquellos «pajaritos» que él presentó y que no son los únicos, pues en enero del mismo 2012 llevó tres a un concurso nacional en Almería: obtuvo tres primeros premios. Y allí también ganó el tercer premio mundial con un pájaro híbrido de exótico por exótico.

Aquel joven soldado que jamás olvidará el cuerpo inerte del fusilado es un afamado especialista. Mima a los cien que guarda enjaulados (jiboso español, melado tinerfeño, gloster… Pero es también maestro en los exóticos como diamante de Gould, verderón de la China, gorrión de Java, isabela del Japón, de cuyo cruce obtuvo crías al paso de dos años de experimentar). Cría gusanos para alimentar a las especies insectívoras, e incluso a las crías de algunas granívoras, pues estas no comen alpiste en sus primeras semanas; y juega con las luces para que sus pájaros descubran en ellas el apagamiento de la tarde, por eso tardan los bombillos media hora en desaparecer la luz, como si se tratara del  crepúsculo, la lenta decadencia luminosa que les señala la vuelta a sus nidos, a la protección de las crías, al calor del hogar… (Desde aquella muerte violenta acompañada por el capellán, oficial militar, mi paisano mira más, mucho más hacia la vida, y la busca, la consigue, la mima, aunque sean solo vidas de pájaros. Y lo hace, quizás, porque en un rincón del subconsciente, tal vez, permanece la estampa de la muerte representada por la figura ya cadaverizada de un anónimo legionario en tierras africanas…).

Pero la vida de mi paisano no fue siempre galardonada y reconocida. A sus doce años recibió varillazos de un encargado de sorriba («me rebelé porque la cesta más grande cargada de piedras siempre me tocaba a mí, tuve que trabajar carriando cestas porque mi padre llegó moribundo de la Guerra, jodido del riñón»). Ya había dejado la escuela, la Graduada, y recuerda con mucho afecto a don José Sánchez, aquel maestro majorero socialista condenado al destierro en Gáldar, y a otros maestros.

Y tuvo que salir a la vida de los adultos, precipitadamente, por su horfandad, el hambre apretaba… Sin contrato, claro, sin Seguridad Social, realiza el trabajo de un hombre, y se cuelga de los camiones para bajar hasta los Llanos de Sardina, la sorriba, el tomate, y cuando lo descubren se lanza, y sufre fractura ósea. La gente es cruel, y él mira al vacío: mientras tarareaba en su trabajo, con trece años, una mujer le pregunta que si está contento porque su padre le escribió, a él, a un crío huérfano de padre. Eso le dolió, y penumbra sus ojos, como si quisiera controlarlos por si acaso alguna absurda lágrima quiere escapar de ellos: «¡Yo no le había hecho nada a aquella mujer!».

Mi paisano sabe qué es la esclavitud, la vivió también el día de su boda. Eran las cinco –se casaba a las siete– y no lo dejaban irse porque tenía que acabar el refilado de un piso. Cuando volvió dos días después, ya no figuraba en la empresa: prescindieron de él, y nada pudo reclamar porque no estaba dado de alta. Pero es que, además, por esta razón perdió la paga que daba el Estado por la boda.

Mi paisano don Eugenio no sabe qué es la picaresca, pero en él se formó un personaje novelesco cuando descubrió que se enriquecían con su trabajo. Despertó entonces, y a veces con riesgos se fue haciendo camino, y logró triunfar. Hoy es un hombre feliz, entregado a sus exóticos, a cruces que solo él conoce. Quizás su vitalidad no solo sea producto de los años, también aprendió a base de varillazos, explotaciones, y vio cómo se eliminaba la vida de un hombre en un lugar cercano al desierto. Allí cambió la muerte por la vida.

 También lo publican:

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/15-opiniones/19554-obrero-desde-los-once-anos-un-paisano

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=289583