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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

El problema de un gobierno radical - por Romen García Arteaga, @Romen_Arteaga

Las elecciones griegas del pasado 25 de enero dieron como resultado el ascenso al gobierno del país heleno de la coalición de izquierda radical Syriza. La campaña del miedo puesta en marcha por parte de quienes ostentan el poder político y el económico –si es que existe diferencia actualmente entre ambos– se produjo no solo en las tierras que vieron nacer el concepto de democracia, sino también en todos aquellos países que experimentan un paulatino progreso de movimientos alternativos que discuten el orden neoliberal establecido en Europa.

El problema de un gobierno radical - por Romen García Arteaga, @Romen_Arteaga. / XTF *

Las elecciones griegas del pasado 25 de enero dieron como resultado el ascenso al gobierno del país heleno de la coalición de izquierda radical Syriza. La campaña del miedo puesta en marcha por parte de quienes ostentan el poder político y el económico –si es que existe diferencia actualmente entre ambos– se produjo no solo en las tierras que vieron nacer el concepto de democracia, sino también en todos aquellos países que experimentan un paulatino progreso de movimientos alternativos que discuten el orden neoliberal establecido en Europa.

Los argumentos que esgrimen aquellos que pretenden silenciar las voces discordantes pasan por narrar en una suerte de relato apoteósico las desdichas que sobrevendrían en aquellos Estados que queden en manos de las fuerzas que ellos mismos denominan “radicales”. Pero, ¿qué significa radical y por qué es «peligroso» que estas ideas tengan calado y sean capaces de construir una mayoría social?

En primer lugar, es necesario distinguir qué se considera radical en el ámbito político.  La definición de “radicalismo” que aporta la Real Academia Española es la siguiente:  “Conjunto de ideas y doctrinas de quienes, en ciertos momentos de la vida social, pretenden reformar total o parcialmente el orden político, científico, moral y aun religioso.”. Aceptando esta concepción, ¿no es acaso legítimo creer en la necesidad de un cambio de paradigma que ponga fin a la situación de emergencia social que atravesamos?

Pues bien, esa es la base que explica el peligro que supone la llegada a las instituciones de los colectivos radicales. Porque sí es cierto que tanto Syriza como el resto de fenómenos canalizadores de la indignación social son radicales por las transformaciones que proponen. Y más cierto aún es que ello supone un verdadero peligro. Sin embargo, no lo es para la sociedad precisamente, tal y  como pretenden hacernos creer.

Es un peligro para quienes usurpan la soberanía popular. Para quienes con sus políticas condenan a la ciudadanía a una absoluta desvertebración. Para quienes hacen uno los poderes político y económico, convirtiendo la función pública en una herramienta de control. Es un peligro para quienes son incapaces de entender siquiera qué es el interés colectivo, de ir más allá del deseo permanente de llenarse los bolsillos pisoteando los derechos sociales. Lo es para quienes nos dan migajas y a la vez tratan de convencernos de que es pan. Es un peligro para quienes, en definitiva, temen la democracia.

Así pues, el problema de un Gobierno radical no es otro que el atentado que ello supone para los que nunca se presentan a las elecciones y aún así determinan la hoja de ruta. El problema de verdad es que empiezan a surgir alternativas reales a un modelo agotado, caduco y obsoleto basado en la concepción de las personas como simples mercancías que sostienen el orden establecido.

La victoria de Syriza ha de suponer –y supondrá– un punto de inflexión en las formas de hacer política. La ciudadanía no puede esta vez quedar relegada a un segundo plano y no tomar parte en las decisiones que le afectan directamente. El cambio ha comenzado y no acabará hasta que ganen los pueblos. Y es que, en momentos como los que vivimos, cuando la sensatez se convierte en revolucionaria, la ilusión por el cambio es la llave que abre la puerta de la democracia.

* Publicado con autorización del autor