Pronto será 25 de abril. Hace ya algunos años, el Movimento das Forças Armadas se levantaba con la fuerza de esta canción y, con el pueblo portugués, ponían en pie la Revolução dos Cravos, la hermosa Revolución de los Claveles.

   Juntos, ocuparon las calles y las plazas y hasta las viejas alamedas de Salvador Allende. Los militares cedieron sus armas para que el pueblo las usara de floreros. Algo pocas veces visto. Fue un momento, tan solo lo que dura un susurro en la Historia, en que un inmenso poder se concentró e hizo estallar un canal de energía liberadora y revolucionaria. Las manos se juntaron, los puños se alzaron, las voces no callaron. Se perdió el miedo y los lusitanos y las lusitanas intentaron recuperar, más bien coger sin pedir permiso, las riendas de su destino. Cantando Grandola, vila morena, se perdió el miedo.

 Poco importa si aquello salió bien o no. Lo que realmente nos asombra es cómo el ser humano es capaz de hacer confluir sus voluntades individuales y convertirlas en colectivas. ¿Dónde está esa poderosa energía que pone en marcha las revoluciones, las esperanzas? No lo sé, pero a veces presiento que está cerca. Aquí la espero, para emborracharme con su dulzura, para nutrirme con su fuerza y para combatir juntos.

 PD.: Que quiere decir que nada me gustaría más que ver a una inmensa, enorme manada de elefantes africanos arrasar con el Palacio de la Zarzuela.

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