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jueves, 25 de abril de 2024 00:27h.

Ranas – por María Vacas Sentís

En alguna parte leí que si metemos varias ranas dentro de un caldero con agua hasta llevarlo a ebullición, observaremos cómo estos animales nadan apacibles acostumbrándose a la tibieza confortable del calor hasta que es demasiado tarde para escapar del caldero infernal. Cuando el agua rompe a hervir las ranas mueren. Su capacidad de adaptación a las condiciones ambientales, al incremento de la temperatura, les juega una mala pasada en lugar de ayudarlas a su supervivencia...

Ranas – por María Vacas Sentís

En alguna parte leí que si metemos varias ranas dentro de un caldero con agua hasta llevarlo a ebullición, observaremos cómo estos animales nadan apacibles acostumbrándose a la tibieza confortable del calor hasta que es demasiado tarde para escapar del caldero infernal. Cuando el agua rompe a hervir las ranas mueren. Su capacidad de adaptación a las condiciones ambientales, al incremento de la temperatura, les juega una mala pasada en lugar de ayudarlas a su supervivencia.

Decía Darwin que los seres humanos que sobreviven no son los más fuertes, ni los más inteligentes, sino los que poseen mayor capacidad de adaptación a las condiciones ambientales, a las circunstancias. Pero acaso, ¿no puede suceder que ese mismo poder de adaptación a las situaciones más adversas, pueda revelarse como un torpedo contra la supervivencia de un grupo humano y del propio Planeta?; ¿que sea un freno que le impida alzarse ante las injusticias, la restricción de derechos y el deterioro de su calidad de vida, cuando los retrocesos no se producen de golpe sino que se solapan uno tras otro de forma gradual pero inexorablemente?

Si a las personas se les acogota de forma paulatina, si la cuerda empieza suelta para luego irse apretando, el resultado es que nos acostumbramos al roce cada vez más íntimo de la soga en el gaznate. Si a las personas se les inyecta el miedo y se las somete a anuncios de terribles catástrofes que luego no se concretan en las dimensiones auguradas, la sensación resultante es de alivio y sumisión. Agradecidos porque encadenados a la estaca se nos permita comer, respirar y hasta girar en torno al palo.

Nos acostumbramos a cada calamidad abusiva, a cada humillación antidemocrática generalizada; como las ranas al calor; y muy pronto circulan en calles y redes sociales viñetas y bromas, como fórmula de escape, mostrando nuestra capacidad infinita de distracción; del mismo modo que en los velatorios resuenan las risas en un intento burdo de eludir el dolor de la muerte. Me pregunto: ¿qué grado máximo de temperatura podremos soportar? ¿Seremos capaces de saltar fuera del caldero antes de guisarnos como las pobres ranas del experimento?

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También en:

http://www.diariodeavisos.com/2014/02/ranas-por-maria-vacas-sentis/