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miércoles, 24 de abril de 2024 10:18h.

Refundación - por Adolfo Padrón Berriel

“Al lado de la máquina de triturar papel en las sedes de los partidos hay otra de triturar bondad. Y ocurre en todos" Juan Carlos Monedero

Refundación - por Adolfo Padrón Berriel, miembro de PODEMOS *

“Al lado de la máquina de triturar papel en las sedes de los partidos hay otra de triturar bondad. Y ocurre en todos" Juan Carlos Monedero

En estos últimos días se ha desatado un importante revuelo mediático en torno a la dimisión de Juan Carlos Monedero del órgano central de PODEMOS. Sus explicaciones al respecto y las justificaciones de Pablo Iglesias  han sido desmenuzadas  en todas las tertulias y el tema ha dado para múltiples titulares periodísticos. Todo lo que tenga que ver con PODEMOS es noticia, para bien o para mal, porque ha supuesto un auténtico tsunami desde su aparición y no es para menos: frente a la espiral de decadencia política y en medio de una vorágine de supresión de derechos y condiciones de vida  para la mayoría, este movimiento surgió como un soplo de esperanza capaz de dar expresión y canalizar la urgencia de los ciudadanos; capaz de  reciclar su hartazgo en ilusión y de inmediato en convicción, sobre la posibilidad de un cambio  real del panorama que, cuando menos, todos veíamos oscuro, muy oscuro.

El fenómeno PODEMOS ha experimentado un crecimiento exponencial desde su exitoso estreno electoral en los comicios europeos de 2014. De prácticamente la nada pasó a convertirse en “opción de gobierno”, en un país donde los partidos al uso habían quedado desacreditados y la contestación social crecía vertiginosamente.  Fue tal  la expectativa que las encuestas y estudios de opinión comenzaron a vaticinar el fin del bipartidismo y a otorgar a PODEMOS un papel preponderante en el cambio de ciclo. La Política, con mayúsculas, abandonaba el valor “basura” para convertirse en objeto de “culto” y “consumo” para millones de ciudadanos que, hasta ese momento, la consideraban patrimonio exclusivo de un club selecto que la usaba en beneficio propio y de espaldas a la calle. 

Ya en aquellos momentos de esplendoroso  auge, éramos muchas y muchos y en muchos lugares, los que observábamos el riesgo de morir de éxito;  los que señalábamos  las fases oscuras de un desarrollo del proyecto colocando como axioma casi exclusivo la urgencia de “asaltar” el poder, pues si resultaba crucial sacar de las instituciones a los partidos de la casta, no era menos importante consolidar los cimientos de una organización incipiente que no podía convertirse en flor de un día, ni podía acabar decepcionando a una ciudadanía que se entregaba con absoluta devoción al milagro hecho partido.

El pasado noviembre, con el cierre de la asamblea constituyente en Vista Alegre, la ilusión llegó a su máximo apogeo, pero también allí comenzaron a fraguarse dos errores que inevitablemente iban a pasar factura: uno en relación a la propia construcción orgánica, porque desde una concepción fallida del ejercicio del  liderazgo, los procesos internos se vieron contaminados por lo que muchos podemistas han terminada considerando como la conformación de una clase en torno a una marca “bendecida” y eso en el seno del partido “anti casta” por antonomasia. El efecto en muchos territorios  ha resultado perverso, pues la organización que establecía como paradigma de la “nueva política” el empoderamiento de los ciudadanos, se fue encerrando en si misma -en torno a sus órganos internos-  y los espacios de participación, como efecto colateral, han ido menguando, empezando por la propia actividad real y efectiva de sus círculos.

El segundo error fue el que se derivó del movimiento táctico definido como “ocupar la centralidad del tablero”. La idea de asaltar las instituciones de forma inmediata -insisto que crucial, pero no de cualquier forma- generó una deriva en el discurso -sin consenso previo de las bases, más bien con el asentimiento de un acto de fe- que ha ido más allá del cambio de lenguaje. En la intención de captar votantes del concebido como centro político, arrastrando de aquí y de allá, se ha terminado difuminando la identidad y la voluntad de un movimiento que partía de la base de propiciar un nuevo proceso constituyente para el estado español, llegando al punto de confundirse su finalidad (herramienta de transformación política y social, o marca blanca dispuesta a recoger el testigo del PSOE en el espacio de una social-democracia, hoy por hoy desubicada y desnortada en la realidad europea). En este orden de cosas, si los poderes mediáticos -y las estructuras que están detrás- deciden “quitarte fuelle” lo tienen bastante fácil: simplemente aupando a nuevos actores que -recogiendo ese discurso de centralidad- resulten menos molestos y más seguros y, por supuesto, políticamente más “correctos”, para los intereses del sistema. Así surge, como de un contenedor de  criogenización biológica, un CIUDADANS que hasta hace bien poco, sólo contemplaba posibilidades de permanencia o crecimiento en virtud de posibles alianzas con UPyD  y que, a todas luces, hoy se presenta como el recambio  de un PP caído en profunda y duradera desdicha.

Reconocer que se han cometido errores es siempre saludable. Posponer su enmienda hasta “más adelante” -pongamos por caso hasta después de las elecciones-, si bien puede resultar tácticamente lógico, no sólo es arriesgado para el devenir de un proyecto que pretende ser "de masas", sino éticamente difícil de explicar. Jugarlo todo a la carta del resultadismo electoral puede dar al traste con el principal valor de una organización que se ofrece a ser la receptora de las demandas, las necesidades y las ilusiones de una gran mayoría social. Especialmente si en el camino se van cerrando cauces de participación real y se  censura o se dificulta la discrepancia.

La ciudadanía española y la canaria no están para nuevas decepciones. No podemos permitirnos el lujo de una nueva pérdida de referencia progresista, pues detrás siempre vienen las derechas más recalcitrantes y avasalladoras. PODEMOS debe recuperar el espacio que prometió desarrollar y hacerlo con la mayor rapidez posible; llamémoslo “refundación” o recuperación del sentido común del que hacíamos gala.

Si no estamos a la altura, si no somos capaces de reconocer con humildad lo errado y retomar el camino correcto -incluso cambiando de guías, si fuese necesario-, PODEMOS corre el riesgo de convertirse en una organización más que, en lugar de “asaltar” las instituciones de un salto hasta ellas, sin grandes cambios asociados para el común de los mortales y para ese viaje, no hacían falta tantas alforjas.

Si no se buscan mecanismos de reconducción inmediata, sino se plantean estrategias sinceras para devolver el proyecto a sus orígenes, tanto en el discurso como en los mecanismos de relación interna, haciéndolo desde ya y a pesar de la inminencia de los procesos electorales, se estará cayendo nuevamente en uno de los tópicos de la vieja política: aplazar eternamente lo importante y echarle la culpa a lo urgente. Y al hacerlo, corremos el riesgo de encontrarnos a la vuelta, no con una cálida y acogedora casa, sino con un piso piloto, perfectamente decorado pero vacío de vida.

 

Canarias, a 4 de mayo de 2015.

Adolfo Padrón Berriel

* Publicado con autorización del autor