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jueves, 25 de abril de 2024 15:48h.

Símbolos republicanos en un día no democrático - por Nicolás Guerra Aguiar

A lo largo y ancho de la mañana del 19 de junio, cuando se procesionaba al señor Borbón y Grecia por las calles madrileñas hasta el Congreso de los diputados y, después, camino del Palacio Real, varios ciudadanos fueron detenidos (“resistencia a la autoridad”): paseaban con banderas republicanas por el trayecto oficial y se negaron a ocultarlas. En tal procesión cívica avanzaba el Rolls Royce que usó el dictador Franco cuando se desplazaba para celebrar los desfiles de la victoria sobre la II República (¿firmó allí alguna inaplazable condena de muerte?). En su interior (sensible y patriótico detalle del heredero) va enhiesto el señor Borbón y Grecia tras la jura de la Constitución, ya investido para la acogida oficial donde él y su mujer recibirán a los tres mil elegidos.

Símbolos republicanos en un día no democrático - por Nicolás Guerra Aguiar 

   A lo largo y ancho de la mañana del 19 de junio, cuando se procesionaba al señor Borbón y Grecia por las calles madrileñas hasta el Congreso de los diputados y, después, camino del Palacio Real, varios ciudadanos fueron detenidos (“resistencia a la autoridad”): paseaban con banderas republicanas por el trayecto oficial y se negaron a ocultarlas. En tal procesión cívica avanzaba el Rolls Royce que usó el dictador Franco cuando se desplazaba para celebrar los desfiles de la victoria sobre la II República (¿firmó allí alguna inaplazable condena de muerte?). En su interior (sensible y patriótico detalle del heredero) va enhiesto el señor Borbón y Grecia tras la jura de la Constitución, ya investido para la acogida oficial donde él y su mujer recibirán a los tres mil elegidos.

    Y allí se hicieron patentes las muy respetables sensaciones sextofelipistas de cientos y cientos de ellos (ayer, primerojuancarlistas), ya a través de genuflexiones rodillales, ya de bajada testal, que hasta en eso se marcan diferencias entre el varón y la hembra. Porque el primero debe llevar la cerviz hasta el ombligo, casi en éxtasis sensorial. La segunda doblará las rodillas y, mientras palpa las reales manos, hará amago de sentarse en una silla inexistente aunque se expone a un mal aire palaciego el cual, sumado a ciertas edades y pálpitos emocionales, puede llevar a que la pobre señora se quede toda esconchabada en la posición primera de pleitesía. 

   Y como muchos ciudadanos no estaban de acuerdo con el acceso no democrático a la jefatura del Estado por el señor Borbón y Grecia, se echaron a la calle sin actuaciones violentas de terrorismo anarquista porque querían mostrar su identificación republicana frente a la monárquica del oficial Estado español, legítimo embeleso de psocialistas, populares, UPyD, UPN y Foro Asturias.  Y como el Estado de derecho con democrática Constitución reconoce el de “expresar y difundir libremente pensamientos, ideas y opiniones mediante […] cualquier otro medio de reproducción” (artículo 20.1), quisieron ejercerlo.

   Pero hete aquí que la Constitución fue, simplemente,  papel escrito, un algo fugaz que dejó de cumplirse como sus artículos que definen el derecho al trabajo, a una vivienda, a las ayudas sociales… Porque porras, escudos, cascos, compactos brazos policiales, contexturas físicas de gym y habilidades de defensa personal tienen más poder que las palabras, y por eso nadie se acordó de aquel artículo 20, punto 1. Y como la policía  cumplía órdenes dictadas por los políticos de Interior con el visto bueno de Presidencia, aquellas se cumplieron sin recatos: de colores republicanos en banderas, chapas, pegatinas y carteles, nada de nada en la calle pues hoy, 19 de junio, España,  en el ejercicio de sus libertades, es monárquica por decreto. Por tanto, taxativa orden: “Que guarden banderas, chapas, subversivos carteles…”. Y si se niegan, aplicación de aquello tan preciso y contundente: “Resistencia a la autoridad”.

   Hubo, no obstante, quienes no quisieron ejercer su libertad para agitar la bandera bicolor que tan gratismente se conseguía, como cuando los homenajes en la Plaza de Oriente. De ahí que se empeñaron en contradecir las normas urbanas de la buena educancia para acontecimientos históricos y mostraron su desacuerdo; pero siempre, siempre, sin actos de terrorismo anarquista a los que se había referido días antes el señor Cosidó, director general de la Policía Nacional y, algo después, el patriótico señor Bravo de Laguna con su “cierto grado de anarquismo” en el estadio Gran Canaria, cuando aquella insolente gamberrada. Porque una chapa tricolor en la camisa, por ejemplo, ¿qué puede significar? ¿Qué carga –salvo la simbólica- hay en ella para que a su portador se le impida la aproximación a la comitiva oficial, tan lejana, por cierto, debido a las muy necesarias medidas de salvaguarda y protección?

   “Era una actitud provocadora”, me argumentan algunos. Entonces, si yo no fuera creyente en cuestiones religiosas, ¿debo sentirme incitado al cabreo cada vez que una procesión religiosa pasa por delante del balcón de mi casa? Alguna vez, incluso, hasta se ha parado delante: ¿he de entender tal posicionamiento como Incitador, belicoso, pendenciero? En absoluto. Con el máximo respeto acepto sus manifestaciones públicas. Pero, a la vez, exijo la misma consideración. 

   Hubo tres detenidos. Fueron puestos en libertad tres horas después, es decir, cuando ya el acto solemne había terminado. Sin embargo, pesa sobre ellos una acusación: resistencia a la autoridad. Si no son considerados como supuestos terroristas anarquistas –de aquellos del señor Cosidó-, la denuncia pasará a un juzgado de instrucción. Y este evaluará las hipotéticas pruebas sobre su presunto delito. Y considerará que no ha lugar o, al contrario, iniciará diligencias acusatorias.

   Desde la perspectiva de un ciudadano de a pie, sin embargo, hago dos consideraciones más. Una: me parece excesivamente volátil e inconcreta la acusación de “resistencia a la autoridad” en cuanto que es la misma autoridad –con todos mis respetos, pero cumplía órdenes- la que detuvo y denunció. Por tanto, estimo que la tal autoridad ha de tener pruebas contundentes (imágenes, testigos…) de que el detenido se comportó violentamente. Porque, ¿fue agresiva su actitud, amenazante? ¿Despreció, insultó, usó armas, puso en peligro a paseantes, policías? Dos: en caso de que solo hubiera resistencia a tal mandato de la autoridad, ¿fue constitucional que aquel agente le ordenara desprenderse de tales símbolos portados en sosegada exposición? ¿Es acaso delito llevarlos encima, aunque el contexto fuera uno preciso y muy concreto? O lo que es lo mismo: ¿no iría contra el artículo 20.1 de la Constitución que al ciudadano se le prohíbiera desplazarse pacíficamente con una bandera republicana? Salvo, claro, que la propia bandera republicana fuera delito en sí misma y, por tanto, incurriera en tal su portador, hipotético anarquista.