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lunes, 29 de abril de 2024 00:00h.

Sobre tildes, acentos y una H.hernandiana lección - por Nicolás Guerra Aguiar

 

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ABRASE ÁBRASE

Sobre tildes, acentos y una H.hernandiana lección - por Nicolás Guerra Aguiar *

 

Cuando en mis clases de primero del antiguo BUP (Bachillerato Unificado Polivalente) entrábamos en aspectos lingüísticos relacionados con la fonética (‘conjunto de sonidos de una lengua o dialecto’), comenzaba siempre por una afirmación elemental: la presencia o ausencia de una rayita oblicua (llamémosla tilde) colocada sobre una vocal en la lengua escrita puede dar distintos significados o valores a palabras concretas.

  Así, no es lo mismo  donde / dónde (“Donde fueres, haz lo que vieres” / “Sé dónde se esconde”); quienes / quiénes (“Quienes lo sepan, cállense” / “Debo saber quiénes fueron”); cuanto / cuánto  (“Pero cuanto más grande, mejor” / “Es importante saber cuánto pesa”); cuando / cuándo (“Cuando  estaba solo era feliz” / “Dime cuándo tú vendrás; dime cuándo, cuándo, cuándo”)...

TILDE
LA TILDE, QUE TANTO SOBRA COMO FALTA TANTO

 Pretendía, simplemente, refrescar la distinción entre palabras solo diferenciadas por la ausencia / presencia de la tilde y, así, establecer que esta y el acento (atildar / acentuar) no son necesariamente coincidentes. Notaba cierta confusión cuando algunos alumnos utilizaban una u otra forma de los términos arriba puestos como ejemplos. Acaso habían olvidado las diferencias aprendidas en cursos anteriores o, tal vez, sospechaban que la colocación de la tilde era algo ajeno al correcto uso de la lengua, manía persecutoria de los académicos para complicarles la vida. (Sin tratarse exactamente de lo mismo, otros no atildaban las mayúsculas: estaban exentas de la norma, decían. Así, “GALDAR [GALDÁR], MARIA [MARIÁ-MÁRIA], MOGAN [MÓGAN]... o el cartel de la foto.

 Ya en un plano mucho más general veía muy necesario dedicar dos o tres clases para repasar sobre todo los usos relacionados con los diptongos (¿hui / huí; Raul / Raúl; ataud / ataúd; dia / día; vahido / vahído; fluir / fluír; jesuita / jesuíta; adecua / adecúa…?) y los triptongos, muy presentes en la conjugación verbal, segunda persona del plural: ¿vereis / veréis; limpiais / limpiáis…?  (Por cierto: el signo en forma de trazo pequeño que interviene en algunas letras -ç, ñ, t...- también recibe el nombre de tilde en el Diccionario, segunda acepción.)  

tildes
"Malhaya de aquella tilde que perdiera la su letra", Anónimo lebrijano

  Por otra parte, el término “acento” no se refiere siempre a la pronunciación de una sílaba (más intensidad, tono más alto...) o al signo ortográfico colocado sobre una vocal como he ejemplarizado ut supra (permítame, estimado lector, un recuerdo: el uso del latinazgo en lugar de “más arriba”. ¡Hasta añulgado me quedo al rememorar a un muy apreciado profesor dado a tales locuciones latinas in illo tempore, ‘en aquellos tiempos’!). 

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"Dios confunde a quienes abusan del latín"

  Tal palabra (“acento”) puede estar relacionada con otras particularidades “fonéticas, rítmicas o melódicas” que nos permiten localizar (o sospechar al menos) la procedencia de los hispanohablantes ya no solo del continente americano sino, incluso más específicamente, de los países norteamericanos, centrales o suramericanos (incluye el archipiélago de las Antillas, las viejas excolonias) donde se habla español.

ALONSO ZAMORA VICENTE
ALONSO ZAMORA VICENTE

  Así, por ejemplo, el voseo (vos reemplaza a tú), estudiado y citado por Alonso Zamora Vicente, el Maestro de la dialectología española desde la segunda mitad del siglo XX: “Vos te gastáis tu vida con vos solo” (Chile) o “Vos te has guardado esa platita para vos solo” (Argentina). Más (generalizo): en este último país (añadamos  Uruguay y Paraguay) se manejan distintos tipos de formas verbales para el sujeto vos (“tenés, tomá”). ¿Y a quién no le han llamado la atención construcciones cubanas -“¿Y cómo tú estas?”; “¡Oh, el amol de mi mujel!”-? (Por cierto: ¿habrá influido tanto en Canarias la presencia de hispanoamericanos que en muy poco tiempo el popular “tú” ha sustituido al “usted”?).  

GREGORIO SALVADOR CAJA
GREGORIO SALVADOR CAJA

  Pero este “acento” no solo puede permitirnos localizar las particularidades citadas.  Sirve, además, para reconocer a una persona cuando hablamos con ella por teléfono: es el habla del interlocutor quien nos da las pistas, aquello que en clase de Dialectología el doctor Salvador Caja llamaba idiolecto.  Más o menos corresponde con el cloquío (según el Diccionario básico de canarismos, “cloquido”) tan presente entre los grancanarios (“¡Te reconozco por el cloquío, sigues siendo la misma gallina clueca!”).

  Vale también para reconocer estados anímicos (“¡Ay mísero de mí, / ay infelice!”), propósitos (“Cuaaaánto me gustaría, carajo!”), mala leche (“¡Que te calles, coñooooo!”) o exquisita bondad (“¡Es un saanto varón, angelical criatura!”). Y a veces su significado es puramente léxico: “Pusieron el acento en las relaciones personales”. 

HUMBERTO HERNÁNDEZ
HUMBERTO HERNÁNDEZ

  Pues bien: esta misma construcción aparece en el riguroso artículo (“Poniendo el acento en los acentos”) publicado por el doctor Humberto Hernández (catedrático  de la Universidad lagunera) a principios de este mes en los periódicos La Provincia y El Día (“Pondré, pues, yo también, el acento -el énfasis- en el acento -la tilde- pues vale la pena insistir en...”). Y como se trata de una reflexión lingüística ordenada, rigurosa, argumentada y sabiamente pedagógica, recomiendo la lectura de sus prudentes conclusiones y propuestas en torno a la colocación o no de la tilde en la lengua escrita (es el caso de guion, truhan, Sion, fie, hui, solo, etc.) y la necesidad de actualizar “aspectos de esta parcela normativa” (caso no solo de los diptongos, sino también de “solo”, adverbio / adjetivo...). 

PABLO NERUDA
PABLO NERUDA

  Otra cosa bien distinta es el texto de la fotografía que encabeza este artículo, concretamente la forma verbal “ABRASE”. Este verbo registra diez acepciones y una locución (‘abrasarse de calor’). De entre las primeras, puede referirse a ‘quemar’, ‘calor o frío excesivos’, ‘calentar demasiado’… Pero también (simbólicamente) a la pasión amorosa, muy presente en textos poéticos: “Conocer el amor de los que amamos es el fuego que alimenta la vida”, escribió Pablo Neruda. Pero tal como señala en otro apartado el listado, la quemazón puede estar tan caliente que acaso convierta al receptor del flechazo (desarretado, seducido) en pura brasa, candela o polvo aunque, eso sí, “polvo será, mas polvo enamorado” a la manera quevediana. 

QUEVEDO

  Aunque quien redactó el texto quizás rechazó conscientemente la forma “ÁBRASE” para reiterar los efectos negativos del fuego: si este se manifestara, ¿para qué necesita alguien abrir la puerta si el cartelito de al lado lo prohíbe (“ALTO NO PASAR”), pues seguramente el fuego lo “abrase”?

   

* Gracias a Nicolás Guerra Aguiar

NICOLÁS GUERRA AGUIAR
NICOLÁS GUERRA AGUIAR

 

mancheta ene 23


 

 

 

mancheta ene 23