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viernes, 19 de abril de 2024 00:10h.

La UDYCO, entre el policía y el ser humano - por Nicolás Guerra Aguiar

nicolás guerra aguiar pequeña

   Como policías de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) se sienten plenamente satisfechos. La información recogida en la calle –allí está la vida- llevó, dieciocho meses atrás, al inicio de primeras actuaciones.

La UDYCO, entre el policía y el ser humano - por Nicolás Guerra Aguiar *

UDYCO

   Como policías de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) se sienten plenamente satisfechos. La información recogida en la calle –allí está la vida- llevó, dieciocho meses atrás, al inicio de primeras actuaciones.

   Siempre bajo la supervisión de la autoridad judicial, el minucioso acopio de indicios fue estructurando un corpus de aparentes características delictivas. Poco a poco datos, informes y colaboraciones interdepartamentales llevaron a la actuación definitiva: duró día y medio sin descanso, absolutamente entregados a seguimientos, pinchazos, rigurosas actuaciones. El resultado, provechoso: la pirámide delictiva fue desmontada tras las detenciones Varios paquetes de puro polvo blanco (multiplicable por tres una vez manipulado para su venta al precio de 30 000 euros el kilo) cayeron en sus manos. Además, algunos maletines fueron aprehendidos aquella madrugada.

   Cuando el inspector – jefe de UDYCO en Las Palmas llegó a su casa, su gente menuda se preparaba para iniciar el día. La miró en silencio y le vinieron a la mente rostros de jóvenes a quienes había conocido muchos años atrás: unos, tempranamente muertos; otros, cadáveres vivientes. Y volvió a alegrarse de su trabajo como si fuera la primera vez. Sabía, ya por experiencia profesional, que la droga no solo afecta a personas individuales sino, y sobre todo, a familias enteras, las más de las veces a merced de insultos, robos e incluso violencias ejercidas por sus propios hijos.

   Porque en este profesional con quien compartí dos horas tras unos buchitos cafetiles siguen impactando las sensaciones de su condición humana, de persona rigurosamente preocupada por un trabajo bien hecho y, paralelamente, por la destrucción física y familiar de ciudadanos normales y corrientes, algunas veces más próximos a desestructuraciones mentales y absolutos desarraigos sociales. Y creo en sus palabras: dos horas dan para mucho cuando los rostros están frente a frente y no se desvían intencionadamente. Don Manuel, jefe de la Unidad, mantiene mi mirada mientras escruto en la suya, pues las palabras no son necesarias para saber de noblezas: saltan a la vista.

   Cuatro veces usó la voz “coraza”, es decir, elemento protector. Pero no ante posibles agresiones físicas, en absoluto. Aquella rígida palabra intenta actuar como símbolo separador entre su profesión y sus sentimientos, entre la actividad policial y los pálpitos de un ser humano por suerte con sensibilidad manifiesta. Sobre todo cuando se trata de intermediarios o simples transportistas a quienes la vital supervivencia los atrapa, ajena a consideración alguna. Sabe, por ejemplo, de padres o madres sin ingresos y con hijos, víctimas del paro, de la injusta realidad social. Sabe que no son delincuentes de vocación –“los hay, y sanguinarios”- sino personas explotadas por quienes conocen sus vitales necesidades. Pero… hechas las diligencias, los ponen en manos de la autoridad judicial: ella decidirá. A pesar de su condición, UDYCO no tiene autoridad alguna para decidir.

   Sin embargo, también sabe de su destino: la droga engancha, desestructura, crea delincuentes, y quien la controla domina mundos y sociedades. No es visible en España, pero sí corrompe gobiernos, entra directamente en política: las mafias matan (recuerda experiencias italianas) incluso a quienes representan la ley y la justicia. Y ese inmenso poder económico supera, siempre y con creces, las disponibilidades materiales de la propia UDYCO, “a la zaga” de muchas organizaciones delictivas.

   Por eso necesitan de la UDEF (Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal), y trabajan con ella a la par. Las pesquisas de esta Unidad se dirigen fundamentalmente a la investigación sobre patrimonio de sospechosos e, incluso, de testaferros, quienes crean confusas y complejísimas redes mercantiles para hacer muy difícil o complicar las investigaciones sobre sospechosas fortunas y ostentaciones. “Con dinero todo es posible” en este mundo de la delincuencia: de ahí los paraísos fiscales, las cuentas en bancos extranjeros… Porque hablamos de cientos, miles de millones que se mueven desde Turquía, Brasil, Irán, México, Colombia…, países vinculados a la heroína. O de casi toda la América del Sur cuando se refiere a la coca.

   Canarias fue hace años solo lugar de tránsito. Hoy lo es también de “colocación”, pues ya no solo se trata del consumo local: a fin de cuentas, millones de extranjeros entran y salen de nuestras islas como en Baleares, Costa del Sol... Y sus proveedores tienen barcos, aviones, fueraborda, estructuras “comerciales” muy bien organizadas y mejor pagadas… ¿Quién localiza un alijo en cualquiera de los miles de contenedores que llegan a las Islas a través de los puertos? Harían falta cientos de agentes con muy sofisticados aparatos. ¿Podríamos imaginarnos, insiste, qué pasaría si quisieran inspeccionar uno a uno los contenedores? El Puerto y la ciudad se bloquearían.

   El inspector - jefe lo sabe, e insiste: “Los malos nos sobrepasan años luz en disponibilidades económicas”. Para ellos, varios quilos de polvo pueden ser, incluso, hasta un simple engodo para distraer la entrada de una remesa mucho más productiva. De ahí la imprescindible colaboración con otros cuerpos (UCO, de la Guardia Civil; Vigilancia Aduanera y, sobre todo, unidades extranjeras, entre ellos la DEA.)

   Él es ya un profesional experimentado (“Erradicar la droga es utópico”). Lleva muchos años entre calles, despachos, jefaturas y comisiones rogatorias. Es consciente de la realidad social, de cómo el paro fuerza a comportamientos imprevistos, insospechados en momentos de estabilidad económica. Y le duele –insiste- ese caldo de cultivo. No obstante, mantiene clara una idea: sectores sociales desprecian la vida ajena y delinquen con la droga a la búsqueda de inmensas fortunas o, acaso, del inhumano placer que controla y esclaviza a los demás

   De ahí el irrefrenable discurrir de los acontecimientos: cerrado un caso, UDYCO abre inmediatamente otro, y otro... En ellos, quizás, algún agente desesperará ante la falta de inmediatos resultados. Pero “UDYCO está sometida a la Ley”. Incluso –matizo- a la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal por más que esta choca con el rigor en las investigaciones, pues limita los plazos de instrucción.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

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