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sábado, 04 de mayo de 2024 14:39h.

La ULPGC y la lejanía popular - por Nicolás Guerra Aguiar

Vaya por delante, estimado lector, mi satisfacción por los primeros veinticinco años de nuestra Universidad, la que con rigor oficial se llama Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). Aunque, precisamente por su etimología (universitas, ‘universalidad’), prefiero llamarla Universidad de Las Palmas (ULP), denominación que incluye a todas las islas de la provincia canaria oriental.

La ULPGC y la lejanía popular - por Nicolás Guerra Aguiar

   Vaya por delante, estimado lector, mi satisfacción por los primeros veinticinco años de nuestra Universidad, la que con rigor oficial se llama Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). Aunque, precisamente por su etimología (universitas, ‘universalidad’), prefiero llamarla Universidad de Las Palmas (ULP), denominación que incluye a todas las islas de la provincia canaria oriental.

   Con el acto institucional (Paraninfo) de la investidura al señor Mayor Zaragoza culminó el muy limitador primer cuarto de siglo de la ULP. Por su propia edad, claro, más en los iniciales pasos que en la consolidación; más cercana al primer escalón fortalecedor que a su compacto asentamiento, logros estos que solo llegarán cuando nuestra manceba Universidad sea reconocida y loada internacionalmente por trabajos, investigaciones, publicaciones, palabras de sabidurías y mensajes universales. Y esto no solo se logra con edificios y laboratorios; ni tan siquiera con alejandrianas bibliotecas exquisitamente tecnologizadas para que los universitarios tengan acceso al saber escrito en otros continentes y, si fuera posible, en otras galaxias. Las universidades son, sobre todo, pensamiento, investigación, saber, rigor y pulcritud profesionales, Ideas, Ideas, Ideas…

  Y todo lo anterior es inviable sin personas. Pero se trata de personas que destacan, precisamente, sobre el patrón común de la generalidad (la ULP las tiene, claro. Pero, ¿son todas?) Y eso se consigue con altas capacidades intelectuales (intelecto es entendimiento, potencia cognoscitiva racional), ímprobo trabajo, dedicación plena a la indagación, al examen de las cosas, al aula; y, además, desinsularización en algunas perspectivas analíticas (las más de las veces muy limitadoras). Pero ha de ser con inversiones, sin miserables reparos económicos, con becas atractivas, con equipos multidisciplinares o individualidades que no tengan sobre sus vidas la terrible condición de qué será de ellos dentro de unos meses, o de dos cursos…  Y, además, algo fundamental, básico: la plena convicción de que por esos mundos de Dios hay muchos sabios de los que se puede aprender. Y en casa también, por más que las ignorancias de algunos desprecien los saberes de otros que con minuciosidad, tesón, inteligencia y preparación han ido acumulando en sus investigaciones grandes verdades que muchas veces no se tienen en cuenta por envidias, torpezas u otras debilidades humanas.

  Como ejemplo no único de que nuestra Universidad tiene innatas aspiraciones y momentos de universitas, la concesión del título de doctor honoris causa al profesor Mayor Zaragoza. Este había implantado en su etapa como ministro de Educación y Ciencia el Centro Universitario Superior de Ciencias de Mar (1982), cuando aún se mantenía en la Isla la Universidad Politécnica  de Las Palmas. La futura facultad de Ciencias del Mar echó a andar en noviembre de aquel mismo año. Por tanto, la investidura por la ULP, a propuesta de la Facultad, significa el reconocimiento no solo por su apuesta ante los nuevos estudios que implantó, sino también sobre “su implicación internacional, su lucha por la paz, por la Ciencia y por la Educación”.

   Visión universitaria la de esta Facultad (y, por ende, de la ULP), de universalidad, propia de mentes que engloban en sus planteamientos no ya aspectos rigurosamente profesionales sino, y sobre todo, cósmicos, relacionados con el conjunto de todas las cosas y todos los pensamientos como, por ejemplo, los de la paz, el compromiso ético, las palabras que defienden la dignidad de las personas frente a las norma dictadas por las internacionales del poder económico, como le escuché al propio señor Mayor Zaragoza. Y él aceptó con humildad y plena satisfacción tal honor. Él, catedrático de Bioquímica a los veintinueve años; exdirector general de la Unesco; exvicepresidente del CSIC; presidente de la Fundación para una Cultura de Paz; de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte; miembro de asociaciones internacionales; académico de muchas de distintos países; doctor honoris causa por universidades españolas, europeas, norteamericanas, rusas… Sin embargo, precisamente por su formación universitaria, de universitas, dio la clase magistral en Las Palmas y recibió con complacencia no fingida el título que desde aquí –Universidad muy joven, a fin de cuentas- se le otorgaba.

   Pero una Universidad nacida gracias al definitivo empuje de doscientos mil grancanarios que se echaron a la calle en la más imponente manifestación jamás celebrada en Gran Canaria no estuvo, esta vez, acompañada por gente anónima. Ni por alumnos universitarios (veintitantos mil matriculados); ni por directores de centros de Bachiller que preparan a sus alumnos precisamente para llenar las aulas universitarias. Porque lo cierto es que en el acto del Paraninfo estuvieron los de siempre, aunque es preciso recalcar que “los de siempre” siempre son necesarios, no sobran (empresarios, por ejemplo).

   Pero un cuarto del Paraninfo, al menos, estuvo vacío. Y en la mayor parte de sus asientos libres eran visibles las tarjetas que los reservaban para invitados incorpóreos, oficiales, claro, pero no gentes del pueblo que se manifestaron aquella tarde - noche universitaria de hace veinticinco años. Sí estaban, cual convidadas, personas que mostraron desde 1980 reticencias a la Universidad de Las Palmas, si no claro rechazo, aunque vista la inmensa masa humana que invadió Tomás Morales aquel julio de 1982 algunas intentaron al final agarrarse a la inmensa pancarta que llevaban los alcaldes, pero fueron rechazadas por sus portadores.

   Estuvieron como invitados –son sectores sociales- el Gobierno de Madrid y el canario, la Iglesia, el Ejército, el Cabildo, el Ayuntamiento, empresarios, presidentes de instituciones privadas (la primera asamblea reivindicativa, por ejemplo, se celebró en el Gabinete Literario en 1972), concejales, exrectores y consejeros, doctores… Pero eché de menos las puertas abiertas con insistente y pregonada publicidad anticipada para que entraran universitarios ya titulados gracias, precisamente, a la ULP; padres de los actuales universitarios; gentes de la calle que presumen de “su” Universidad. Y, sobre todo, no estaban quienes en 1982 compactaron la manifestación y sintieron el orgullo de haber participado en una por vez primera en su vida (“porque es una causa justa”, dijeron muchos de ellos). Estoy seguro de que se hubieran emocionado en el Paraninfo.

 También en:

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=336825 

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/30592-la-ulpgc-y-la-lejania-popular