Volver al 96

Rafael Álvarez Gil

 TELDE ACTUALIDAD

Junts controla y seguirá controlando en buena medida la llave del Parlamento, gobierne Pedro Sánchez o Alberto Núñez Feijóo. La plurinacionalidad del Estado español, el asumirlo o no, en su vertiente positiva o negativa en función del prisma de cada uno, marcará la política en unas legislaturas cada vez más fragmentadas en representación parlamentaria que distan del esplendor de antaño del bipartidismo. Es decir, hasta el PP, de tener opciones de gobernar a medio plazo, le guste o no, tendrá que contar con Carles Puigdemont. PP y Vox no sumaron el 23J, ni sumarán en otras ocasiones yendo de la mano. Cataluña y País Vasco le dieron la reedición de la gobernanza a Sánchez, sin estos territorios hoy la izquierda estaría en la oposición.

Feijóo necesita reducir o laminar, a poder ser, a Vox. Mientras la extrema derecha siga teniendo peso parlamentario, no podrá gobernar. Y desplazando a la ultraderecha luego podría entenderse con catalanes (Junts) y vascos (PNV). Dicho en plata, retornar al escenario de 1996 en el que José María Aznar tuvo que pactar con PNV, CiU y CC. Una alianza de burguesías territoriales es la única carta que tiene en este momento el gallego para aspirar a La Moncloa. Mientras tanto, Vox repele a PNV y Junts. Es un pegamento negativo para el PP. En el cuartel general de Génova ambicionan, de cara a los próximos comicios europeos, que Vox caiga considerablemente en respaldo popular y escaños.

Aquel 96 de Aznar llevaba parejo una venta discursiva de un ‘viaje’ al centro. Aznar se empleaba a fondo para dar apariencia de centrismo al precio que fuera. Hasta citaba al republicano Manuel Azaña. Y ya en La Moncloa se apuró por acordar con los sindicatos de clase (Comisiones Obreras y UGT). Fueron años de diálogo social, negociaciones con ETA, concesión de competencias a las autonomías… Este es el abanico que Feijóo tiene que recuperar si quiere ser presidente del Gobierno.

Ahora bien, ¿cómo quita a Vox de la ecuación? Paradójicamente, a mayor normalidad institucional en Cataluña, Vox descenderá. De hecho, en España la irrupción de la extrema derecha es una repercusión directa del ‘procés’. No se puede entender Vox sin el 1 de octubre de 2017. Por lo tanto, de rebote al PP le viene bien el retorno de Junts al marco constitucional. La cuestión estriba en cómo lo hará y a cambio de qué, un dilema político que atenaza no solo a Sánchez sino también a Feijóo. Por acción u omisión, Puigdemont pivota sobre las expectativas gubernamentales del mandamás del PP. A más convulsión catalana habrá igual o más ultraderecha en la meseta y, por ende, un PP sin margen de maniobra. Todo lo contrario a 1996.

* Gracias a Rafael Álvarez Gil y a la colaboración de Antonio Aguado

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