Creo que es muy bueno que gente documentada y mesurada como Enrique Bethencourt reflexione con cierto detenimento en asuntos que todo el mundo está tratando. Por ejemplo en esto de que un partido pasee durante varios años una serie de conceptos que dice entender como irrenunciables -la verdad es que el programa lo presentaron formalmente al final de la campaña- y que, a los dos días, literalmente hablando, de tomar posesion, tome medidas que contradicen diametralmente lo que habian enarnolado como dogmas de fe.

Con Enrique, yo creo que un programa electoral es un contrato que el partido respectivo cierra con la ciudadanía, con quienes le han votado, en especial, pero también con quienes no lo hicieran. Y que incumplir un contrato tiene una implicaciones de carácter ético que dicen mucho de la catadura de quien lo hace. En todo caso, me parece muy bien el recuerdo que hace Enrique del gesto de Lluís llach denunciando a Felipe González por su incumplimiento de la promesa electoral del la Otan. Un gesto emotivo, casi olvidado.

Enrique nos nrinda esta vez una sabrosísima propina, de la mano de Lluis Llach y de Kavafis, viajando a Ítaca.