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jueves, 18 de abril de 2024 23:26h.

Lo que Europa quiere ser de mayor - por Javier Cercas

Me pregunta mi amigo José Antonio que si habrá algún cuarto de La casa de mi tía en el que quepa este artículo de Javier Cercas en EL PAÍS SEMANAL. Y por supuesto que lo hay, aunque no me guste mucho agregar contenidos que son restringidos. Y, además, aunque no esté yo de acuerdo en todo con lo que dice Cercas. Pero, como siempre, moriría por  respetar el derecho a la voz de aquellos con quienes no estoy de acuerdo.

Pero digo que no estoy de acuerdo en todo con Cercas, y lo puntualizo. Porque dónde creo que Javier Cercas se equivoca -no es la primera vez- es en ese reduccionismo simplificador que mete en el mismo saco a todo lo que se llama nacionalismo. Es un recurso injusto. Una cosa es el nacionalismo hegemónico, excluyente, ciegamente autárquico, destructor de toda confluencia; y otra el nacionalismo acogedor, universalista, respetuoso, confluyente y defensor de los derechos de los demás. Mi nacionalismo, el de muchos y muchas que pensamos así, no busca que nuestro pueblo y nuestra tierra prevalezcan "con razón o sin ella" sobre el resto. Todo lo contrario. Lo que buscamos, deseamos, defendemos es que todos los pueblos de la tierra defiendan y preserven sus culturas y patrimonio, para que todos los hombres y todas las mujeres del mundo puedan beneficiarse de ello. Preservar las culturas, para no terminar comiendo hamburguesas y trasngénicos todos y todas. Y que cada uno de los pueblos del mundo pueda gobernarse por sí mismo, para que todos puedan integrarse de manera auténtica, sin imposiciones, en otros ámbitos supranacionales.

Cita, creo que muy sesgadamente, Cercas el proceso integrador de los estados que conforman USA. Y dice que esa integración fue posible porque no se impuso el nacionalismo. Tengo yo una idea distinta: la unión de esos estados cristalizó porque se hizo de abajo arriba, no mediante coacciones de arriba sobre abajo. Y ahí es donde está el engarce con esta realidad que nos atribula. El gran obstáculo para el avance de la Unión Europea ha sido el empeño en neutralizar, desde arriba, desde más arriba que Bruselas, desde las cúpulas financieras, las realidades nacionales. Lo que está matando a la Unión Europea no somos los nacionalistas ni las naciones, ni los pueblos, sino esa obsesión por tratar de la misma manera a una persona de Grecia que a una de Bégica, a un canario igual que un gallego o un macedonio o un bretón o una galesa. Pero la verdad, que no podran destruir, es que somos personas con iguales derechos, hasta con iguales obligaciones, pero con distintas circunstancias. Por eso, por esa manía reduccionista, los pueblos de Europa se encuentran indefensos ante la agresión ultraliberal.

¿Qué quiere ser Europa? ¿Una entidad amorfa, constituida por gentes sin otra función que la del trabajo, o una integración de colectivos vivos, con sus propias culturas, encaminada, no a ganar dinero, no a generar beneficios, sino a proporcionar la felicidad de las personas, dentro y fuera de este continente (e islas, por supuesto)?

Por lo demás, proclamo mi admiración inmarcesible por Javier Cercas-

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