Como tantas otras veces, tengo que decir que no entiendo de qué se extraña EL PAÍS. No veo qué cosa nueva ven en el informe del Foro Económico Mundial. Que la brecha entre pobres y ricos se ensancha no es noticia, es una constante histórica. Lo que ocurre es que la diferencia se había estancado -aparentemente- en las últimas décadas, en los países llamados desarrollados. Y eso era consecuencia, por una parte, de la esforzada lucha popular, protagonizada por partidos de izquierda auténtica y sindicatos; y, por la otra, de la presencia de unos regímenes socialistas que amenazaban a las burguesçia con exportar la revolución. Ahora, adormecidas las masas y desaparecidos los regímenes socialistas, el capital sigue con su esfuerzo denodado por dominar a la gente. Para conseguir que los pobres les sirvan, les entretengan, les complazcan y les trabajen, los ricos tienen el supremo arte de la fuerza del dinero. Esa es toda la cuestión. Y contra eso, no hay otro remedio que levantarse.  La gran ventaja actual, pero que no sabemos aprovechar, es que ahora tenemos el voto.

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