Llovía en Santiago mientras de grupúsculos y filas ingenuas manejadas por el social-imperialismo -principalmente por el trotskismo- brotaba carnaza popular útil a las huelgas de la CIA: enrarecimiento, presión, brecha “en la izquierda”, sabotaje de suministros, táctica empresarial de la inflación forzada a base de especular, pistola en mano de los pasamontañas fascistas, militarización de la calle. Imágenes de inestabilidad interna y de confrontación, tensión social, ofrecidas al Mundo.

Aquel 11 de septiembre, la felonía pinochetista truncó la ilusión de una revolución liberadora, en paz. E inició lo que iba a ser la primera experiencia de la puesta en práctica de las teorías neoliberales de la Escuela de Chicago, el muy nefasto Friedman. Y lo que es ahora el prolegómeno de la arremetida de los ricos, el ultraliberalismo, la ofensiva para recuperar los privilegios perdidos. Lo que está ocurriendo en Europa parace menos sangriento que la represión chilena, pero es igualmente letal. El pinochetismo causó 40.000 víctimas y mucho dolor, desarraigo, sufrimiento. Es incalculable la entidad de los críimenes que ha causado el embate ultraliberal