Ha sido una sucesión de disparates. Juan Carlos y Mohamed, más listos que el quico, sabedores de los sentimientos de la gente estremecida por la crueldad de las cárceles marroquíes, urideron una tramoya de esas que hacen para mejorar su imagen. Y se les concedió el indulto a unas cuantas personas españolas presas en las ergástulas del sàtrapa de Rabat. Claro que me alegré y me alegro por esas personas. Pero había muchas cosas que decir. Y ahora, más. La primera, que esos indultos solamente benefician a parte del colectivo español preso y, como la lista la dio el gobierno de España, uno se pregunta qué criterios siguieron los peperos para repartir la suerte.

Un ministro que indulta a un delincuente defendido por su hijo (del ministro) y que, preguntado por las causas, se atreve a responder con esta altanería: "Las medidas de gracia no tienen que justificarse", es la prueba suprema de la desaparición de todo resto democrático en el estado español