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jueves, 02 de mayo de 2024 22:38h.

en el desarrollo de las renovables en España hay muchos puntos negros

Jaume Franquesa: “La transición energética no existe” - entrevista de Pablo Rivas

 

 

 

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Jaume Franquesa: “La transición energética no existe” - entrevista de Pablo Rivas *

Jaume Franquesa. Foto Tara Bazilian Chang
Jaume Franquesa. Foto Tara Bazilian Chang

Doctor en Antropología Social y profesor en la Universidad de Búfalo, Nueva York, Jaume Franquesa acaba de publicar en castellano 'Molinos y gigantes: la lucha por la dignidad , la soberanía energética y la transición ecológica', un libro donde analiza los procesos que han acabado en que las comarcas más meridionales y despobladas de Catalunya hayan sufrido una acumulación de centrales e infraestructuras energéticas, un proceso que continúa hoy con los macroproyectos eólicos.

 

“Pues ahí lo estás viendo, el mundo termina ahí”. En el horizonte, sobre un acantilado de 300 metros de altura, el río rompía el paisaje. Sin embargo, no era esto lo que suponía un contraste. Lo que Bernat, un vecino de La Fatarella (Tarragona), enseñó a Jaume Franquesa asomado al balcón del Ebro en una mañana de 2010 no era simplemente un paisaje, una frontera natural y su “fin del mundo” particular, era el límite entre un mundo agrario y uno industrial. Medio siglo de desarrollo energético visible a simple vista en un área que congrega los reactores nucleares de Ascó y Vandellós, grandes centrales hidroeléctricas como las de Riba-Roja y Mequinensa y todo un abanico de macroproyectos eólicos, además de otros tantos solares. Todo con sus infraestructuras auxiliares, subestaciones, nodos de conexión, líneas de alta tensión e industrias asociadas.

 

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PABLO RIVAS

 

En La Fatarella, una localidad de apenas mil habitantes de la comarca tarraconense de Terra Alta, a Jaume Franquesa, doctor en Antropología Social por la Universidad de Barcelona y hoy profesor en la Universidad de Búfalo, Nueva York, le llaman Toronto. El apodo le viene de ser esa ciudad canadiense donde vivía cuando empezó la investigación que analiza ese enmarañado cóctel de industria energética en la zona, un trabajo que acabó en la publicación de Power Striggles: dignity, value and de renewable energy frontier in Spain (Indiana University Press, 2018), traducido ahora al castellano como Molinos y gigantes: la lucha por la dignidad , la soberanía energética  y la transición ecológica (Errata Naturae, 2023).

En esta localidad del sur catalán vivió entre 2010 y 2014, donde analizó y profundizó en los procesos que han derivado en que las comarcas más meridionales y despobladas de Catalunya se hayan convertido en el principal suministrador de energía de la comunidad autónoma, además de una de las zonas del Estado más afectadas hoy por los macroproyectos eólicos, como ayer lo fueron por la energía nuclear y las hidroeléctricas. Un territorio que ha sufrido el envite energético en todo su esplendor y se ha convertido en ejemplo de un proceso que se ha reproducido en buena parte de la llamada España vaciada. Regiones que se sacrifican en virtud de una transición energética que algunos, él entre ellos, ponen en entredicho.

 

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Desde Nueva York, Franquesa comenta con El Salto la reedición en castellano de su libro, publicado en inglés en 2018 y actualizado ahora con unos capítulos sobre el desarrollo eólico en el último lustro. Un buen documento para entender el desarrollo energético español, desde los chanchullos de Franco y el régimen con el presidente ultracatólico de Hidrola, germen de la actual Iberdrola, a las políticas que llevaron a la consolidación del oligopolio eléctrico y la lucha de las organizaciones que hoy enarbolan la bandera del “Renovables sí, pero no así”.

La transición energética se ha enfocado comunicativamente como una panacea que solo trae virtudes, pero en el desarrollo de las renovables en España hay muchos puntos negros. Parece que la base de los problemas que se están generando es el enfoque con el que se ha planteado, extractivista y dominado por un reducido grupo de empresas. ¿Las energías renovables conllevan una ruptura con los antiguos modos de producción de la energía fósil? ¿O no necesariamente?
No necesariamente. Podrían, pero no lo hacen, o no siempre lo hacen. Quizás es por donde deberíamos empezar: la transición energética no existe. El concepto de transición energética nos remite a una historia de sustituciones, o presuntamente sustituciones, de fuentes energéticas. Tendríamos una especie de secuencia donde habríamos pasado de unas fuentes a otras. Pero si uno mira la historia de consumo, y hablo a nivel mundial pero lo podríamos bajar a nivel nacional o continental, esta sustitución no existe. Es decir, cuando el petróleo adelanta al carbón como primera fuente energética a nivel mundial el consumo de carbón sigue subiendo. Ahora mismo lo que se da es una adición, una suma. Incluso si pensamos en términos de renovables, la reducción de consumo fósil en los últimos años es mínima y se da en un contexto de decrecimiento del consumo energético a nivel mundial. Con lo cual, lo que tenemos es que las nuevas fuentes que se van utilizando lo que hacen es añadir a lo que ya teníamos para suplir una demanda creciente. Con lo que la transición energética no existe.

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Mencionas en el prólogo del libro que solo el 10% de la capacidad renovable a nivel global reemplaza otras fuentes de energía. ¿Nos hemos olvidado del decrecimiento en este proceso? ¿El viejo mantra de crecer hasta el infinito sigue vigente?
Se sigue con la idea de que el crecimiento es bueno, de que es un fin en sí mismo. Y para mantenerlo creamos falacias como la del crecimiento verde. Esta idea de un crecimiento verde pasa por una hipótesis, que es que se puede desacoplar el crecimiento económico de la presión sobre los recursos ambientales. La bibliografía existente no corrobora esta hipótesis. Como mucho se pueden producir en algunos momentos desacoples relativos, en el sentido de que el crecimiento pasa a ser menos intensivo. Hay cierta discusión, pero un desacople absoluto donde el crecimiento va hacia un lado y la presión sobre los recursos hacia otro no es documentable, no es un hecho.

Una periferia rural que se transforma y se industrializa para dar servicio a un centro urbano que necesita energía. Hay quien lo llama regiones de sacrificio. ¿Ese es el camino elegido?
El término región de sacrificio es un término que tiene origen en Estados Unidos, y es interesante que se utiliza por primera vez para referirse a lugares como lo que aquí llaman los Four corners, las cuatro esquinas, que es la zona esta donde se unen Arizona, Nevada, Nuevo México y Utah. Es una área de mucha población indígena, sobre todo navajos, y es una zona de extracción de uranio para las nucleares, además de otros tipos de extracción.

La idea de zona de sacrificio dice que para que el país pueda ir bien de cara a una especie de interés general supuesto algunas zonas deben sacrificarse. Claro, aquí hay varias asunciones que deberían ponerse en entredicho. Primero, ¿es realmente un interés general? ¿Es un interés que es para todos o lo es solo para determinados sectores, clases, etcétera? Y dos, ¿es necesario que haya una zona de sacrificio para que las otras vayan bien? Ya en los años 70, en España se genera una especie de conciencia en determinadas zonas del territorio en las que se habla de colonialismo interior. Esto se pasa bastante en Aragón, donde tienen todas las térmicas e hidroeléctricas, y se dice en muy claramente en el sur de Catalunya, que es de donde más hablo en el libro.

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Hay un punto clave ahí. Dicen: esto de las nucleares es seguro pero por si acaso no lo fuera y pasa algo, mejor que pase ahí que no en otro lugar más poblado, valioso, o como le quieras llamar. Al mismo tiempo pasa todo esto, en los años 80 se habla de un trasvase del río Ebro, y se hace. Es lo que se llamo el minitrasvase, hacia Tarragona y un poco hacia Barcelona. Es decir, hay una sensación ya muy claramente en los años 70 en el sur de Catalunya, y en otras partes de España también, de que sí, se nos está pidiendo que nos sacrifiquemos en el altar de un doble discurso, el llamado bien nacional y el crecimiento económico. En el libro cito al ministro de la UCD diciendo: “O ponemos nucleares o lo que viene son las tinieblas”. Y las tinieblas no solo en el sentido de que no tendremos luz y por tanto estaremos a oscuras, sino una especie de regresión a lo a lo bárbaro.

En tu libros analizas con detalle el proceso acaecido en el sur de Catalunya, en concreto en las comarcas de Ribera, Terra Alta y Priorat, donde han vivido el proceso de industrialización energética por partida doble: primero con las nucleares e hidroeléctricas desde mediados del pasado siglo, y ahora con las renovables. ¿Por qué allí?
Es un proceso que no es único del sur de Catalunya, pero ¿por qué allí? Hay una combinación. Primero, la existencia de recursos. Si tienes que refrigerar un reactor nuclear, necesitas agua. Lo mismo con las hidroeléctricas. Por otro lado, hay una cuestión sobre lo que decías sobre el sacrificio, donde ciertas zonas, si se pierden, importa menos. La narrativa dice que son zonas donde hay poca gente y poca actividad económica. Y la versión oficial señala que no solamente tienen poco valor real, una idea que yo disputo, sino que se puede hacer poco con ellas, que no podemos esperar mucho de lo que den por ellas mismas. Con lo cual, si tenemos que instalar este tipo de centrales que pueden suponer la inundación de pueblos, donde el peligro de las nucleares siempre está ahí, deben ir en estas zonas.

Hay un punto que me parece muy interesante. En los años 80 la Generalitat de Catalunya hizo un plan de residuos, y el lugar donde tenían que ir esos vertederos se parece mucho a la geografía que tienen estos lugares de producción energética. Es decir, son áreas, regiones, que sirven a la vez como lugar de extracción y como sumidero. Cuando alrededor del año 2000 se produce ese gran explosión social que llamo la revuelta del sur, una explosión de indignación en en el sur de Catalunya, es interesante que va casi en paralelo a cuando se anuncian distintos proyectos energéticos: la central térmica de Enron en Móra la Nova o el plan eólico. También se anuncia un gran vertedero en la zona, que al final no se hace. Y luego está el gran tema de indignación, que fue el trasvase. O sea, vamos a producir aquí energía; vamos a meter lo que otros lugares no quieren, o pensamos que no van a querer, o creemos que van a tener más capacidad para resistirse a ello. Lo ponemos todo aquí, nos llevamos el agua y metemos también los desechos. Yo creo que esta falta de poder político local, esta presunta incapacidad para rebelarse contra esta geografía de extracción y de sumidero, es lo que hace que estos lugares se reiteren como lugares de extracción y sumidero.

¿Que tu comarca o región sea invadida por molinos e infraestructuras industriales asociadas supone que tu modo de vida y el de la región se van a ver devaluados, ampliandose factores como la despoblación, el empobrecimiento o el declive agrario?
Aquí el tema interesante es que este tipo de infraestructuras siempre son presentadas en las comarcas al revés: esto va a ser lo que os va a poner en el mapa y lo que os va a permitir a progresar, enriqueceros, ser modernos. Esto sucede sin ningún tipo de duda cuando llegan las nucleares. Y sucede muy claramente cuando llegan los parques eólicos. Es decir, la idea es: viene la bonanza económica, ahora os vais a hacer de oro. Pero claro, lo que sucede es que las gentes de estas zonas este cuento ya lo han oído muchas veces y saben que no ocurre. Pero de ahí a que realmente vaya a ir a peor ya es más discutible. Lo que seguro que no pasa es que de repente llegue la infraestructura y las zonas se conviertan en nuevos polos de actividad económica.

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Si analizamos el tema de la despoblación, algo muy sensible en estas zonas, solo hace falta mirar los datos. No, no se produce una repoblación de estas zonas. ¿Contribuyen a lo contrario estos proyectos? No necesariamente. Lo que pasa es que en este caso, cuando los proyectos eólicos llegan a la Catalunya del sur, llegan en un momento donde hay una serie de proyectos y una cierta sensación de nueva autoestima. Es un momento donde hay un repunte de la economía vitivinícola, que sigue a día de hoy. Hay un cierto repunte e interés en la idea de que el turismo rural es algo que va a pasar, es algo que estaba en el ambiente. Pensemos que estamos hablando del cambio de siglo más o menos. La Catalunya del sur, en el año 2011 si me equivoco, se declara reserva de la biosfera. Y todo esto es algo que tiene mucho que ver con decir: tenemos unos valores ambientales que van a repercutir en posibilidades de ganarnos la vida. Entonces, claro, poner una nueva infraestructura energética manda el mensaje opuesto.

JAUME FRANQUESA

El libro de Jaume Franquesa puede comprarse en línea aquí

* Gracias a Pablo Rivas y a EL SALTO. En La casa de mni tía con licencia CREATIVE COMMONS

PABLO RIVAS RESEÑA
EL SALTO CREATIVE

 

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