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viernes, 03 de mayo de 2024 12:58h.

Las barreras intelectuales de doña PPepa - por Nicolás Guerra Aguiar

Acabo de leer un artículo en LA PROVINCIA firmado por doña PPepa, aquella señora dos veces senadora en el milenio anterior; anteanteayer alcaldesa de LPGC; ayer diputada en el Parlamento de Canarias y hoy señoría senatorial no elegida en las urnas, que siempre se le dieron tan bien (salvo la intromisión de Don Alcalde). Y me congratula su contenido en cuanto que la señora se convierte en una gran defensora de los artistas plásticos canarios, sometidos a la supuesta colonial condición de que su obra es considerada como artículo de exportación o importación. Y por tales circunstancias la obra ha de pasar por Aduanas, con los consiguientes impactos de impuestos.

Las barreras intelectuales de doña PPepa - por Nicolás Guerra Aguiar

Acabo de leer un artículo en LA PROVINCIA firmado por doña PPepa, aquella señora dos veces senadora en el milenio anterior; anteanteayer alcaldesa de LPGC; ayer diputada en el Parlamento de Canarias y hoy señoría senatorial no elegida en las urnas, que siempre se le dieron tan bien (salvo la intromisión de Don Alcalde). Y me congratula su contenido en cuanto que la señora se convierte en una gran defensora de los artistas plásticos canarios, sometidos a la supuesta colonial condición de que su obra es considerada como artículo de exportación o importación. Y por tales circunstancias la obra ha de pasar por Aduanas, con los consiguientes impactos de impuestos.

Pero, por suerte, la concienciación artística de la señora senadora vela por los intereses culturales de sus autores, lo cual traduce que el paso del tiempo ha ido dejando en ella serenidades y visiones cargadas de sabiduría, reflexiones, juicios… Atrás quedan, pues, olvidos de promesas electorales. Así, la ubicación en la zona Puerto – Canteras de un sólido y compacto equipamiento cultural del que formarían parte, por ejemplo, los ochocientos metros cuadrados prometidos para la biblioteca que debía instalarse en el edificio Woermann, local municipal del que el Ayuntamiento se desprendió a cambio de cuatro millones de euros.

La señora senadora fue, hace días, defensora ante la Comisión de Cultura del Senado (lo gobierna su partido) de una moción que pretende “eliminar las barreras aduaneras a nuestros artistas plásticos”. Y lo hace porque el señor Emperador protestó, pues una maqueta que llevaba con la idea de presentarla a un concurso convocado en Murcia sufrió las consecuencias de la recaudatoria aduanera. Por tanto, no pudo competir con sus colegas españoles, situación absolutamente inexplicable en cuanto que estamos hablando de creatividad artística –la obra del señor Emperador es arte- y no de exportación de cajas de tomates, por ejemplo. En consecuencia, mi comprensión hacia el artista canario. (No obstante, pregunto: ¿es el mismo impuesto que todos hemos de pagar por la entrada de productos alimenticios de primera necesidad?)

Y doña PPepa, sensibilizada ante tal rigurosa Aduana, emprende la loable actuación de defender –moción senatorial por medio- “la posición de mi partido”, que no es otra más que, dice ella, la eliminación de las barreras impuestas a los artistas canarios cual si de ciudadanos de otro continente, en apariencia, se tratara. Y como la señora senadora no se amilana ante rigurosos comportamientos, está convencida de que el Consejo Canario de la Cultura es corresponsable del atropello (tal me parece entender, pues hay un párrafo al que mi limitación no me permite entrar con seguridad). Más aun: la señora Rojas, consejera canaria de Cultura, Deportes, Vivienda y Políticas Sociales es la titular, “uno de los miembros más desacreditados de este Ejecutivo si es que alguno se salva de su gestión”, contundente y comprometida aserción de la señora.

Por tanto, concluyo, la indirecta causante del estropicio al señor Emperador es la señora Rojas (y, lo que es lo mismo, su incompetencia). Y si lo dice doña Ppepa (aunque no aporta pruebas), yo me lo podría creer porque he seguido su trayectoria y estoy convencido de su prudencia y de que ha puesto el mayor empeño en que de una vez se repare tal aparente dislate.

Sin embargo, me va a permitir su señoría que me remonte años atrás y mueva las páginas del número 55 de la revista Sansofé (la dirigía el tantas veces expedientado por la dictadura, don Alfredo Herrera Piqué), edición esta que salió a estancos, quioscos y cajas de cobro del ya desaparecido Supermercado Cruz Mayor, momento en que doña PPepa andaba retozando en su más tiernita infancia de los ocho años en la subida al barrio de Triana Alta. Pues hete aquí que en las páginas 18 y 19 escribió don Ángel Tristán Pimienta un reportaje – entrevista sobre el mismo problema que hoy, cuarenta y tres años después, lleva la señora senadora ante la Comisión de Cultura del Senado aunque, obviamente,  el directo afectado no es el señor Emperador, sino el tan glosado y alabado don José Dámaso, Pepe Dámaso, pintor él. E, incluso, César Manrique.

Se quejaba el primero de que cada vez que pretende exponer en España surgen los problemas de la Aduana, de la importación temporal de sus cuadros, de la lenta burocracia y del apabullante papeleo que demoran el trámite, tal escribe aquel jovencito señor Tristán. Dámaso tuvo que suspender una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid por la sencilla razón (o, mejor, sinrazón) de que la Aduana demoró la tramitación de los permisos. 

El caso de César fue aun más flagrante: no solo no llegó a tiempo para una exposición en Madrid sino que, por estar los cuadros expuestos a la intemperie (viento, sol, lluvia) en espacios abiertos del aeropuerto madrileño, aquellos llegaron chorreando agua y lodo. Por tanto, la “importación temporal” de sus cuadros  significó el maltrato a los mismos y, como consecuencia, su deterioro. Y ninguno reclamó, por obvias razones, a la señora Rojas, actual presidenta del Consejo Canario de la Cultura: no tenía ella edad para tal carga  (hoy no es una niña, pero hace cuarenta y tres años debía de andar aun con muñecas, estimo). Y, además, porque ni se sospechaba la autonomía de Canarias, por más que era reclamada desde la misma revista.

Sin embargo, durante la segunda etapa senatorial de doña PPepa (1997) y su alcaldía capitalina (2003), la realidad era la misma: Aduanas imponía su recaudatorio criterio.  Y en aquellos años gobernaba en España el partido al que su señoría siempre ha pertenecido. Por tanto, no digo yo que la cosa fuera fácil de arreglar, pero supongo que ella tendría más facilidades para conseguirlo. Y ahora, con su partido otra vez en el Gobierno. (Mas, por cierto: ¿tendrán algo que ver los cabildos –incluido el de Gran Canaria, también gobernado por su partido- con el impuesto tan denostado por doña Ppepa?)