Las creencias religiosas no deben salir del ámbito personal - por Erasmo Quintana *

Hay un tema cardinal que en nuestro país es tabú: el análisis del papel que juega la Iglesia de Roma y si es buena cosa como ejemplo para los más vulnerables. El fanatismo religioso históricamente nunca le fue bien a España. Grandes monarcas de la Casa de Austria, por ejemplo Carlos I y su hijo Felipe II, entablaron guerras para defensa de la Iglesia Vaticana, las cuales provocó derrotas que sangraron al país. Carlos I gobernó con signo cristiano, por lo que también fue conocido como el Rey Católico, y su hijo Felipe II se valió de la Inquisición para mantener la ortodoxia católica. Contrariamente, pues, supuso un pesado baldón y contratiempos muy difíciles de gestionar. La Iglesia Católica, por incontables siglos tuvo una ascendencia sobre las clases gobernantes hispanas ilimitada, y nada digamos del pueblo llano, al que se tuvo en el mayor de los oscurantismos, porque así convenía a las privilegiadas élites; terreno por demás adecuado a los intereses de sacristía, pues cuanta más era la ignorancia del pueblo, tanta mayor su incidencia en la mentalidad colectiva.

A principios de esta democracia y en tiempos del presidente de la Conferencia Episcopal Española, Rouco Varela, oíamos a cada rato su intromisión en la cosa política, con opiniones y trasfondo de la Santa Madre Iglesia, dando “martillazos” a la irredenta clase política de izquierdas. De modo, que tanto intervenía en la cosa pública, que resultaba extraño hubiera una semana en que no oyéramos sus filípicas censurando todo aquello que no iba a tono con sus creencias e intereses más acendrados, que venían (oh, milagro) de aquél al que le hicieron cargar la cruz, camino del Calvario en el que sería clavado, alanceado y muerto, como el mayor de los parias de la tierra. Y esto, qué. ¿Lo censuramos tapándonos la nariz, o lo damos por bueno?...

Para nosotros, ese “desarrapado” que caminó por la polvorienta tierra de Judea en alpargatas o en un mísero equino, fue el que fundó una religión, un credo, que a lo largo de más de veinte siglos, han convertido en un emporio económico de los más poderosos del mundo. Ésto, qué quieren que les diga, amigos míos, no es propio de una religión que invoca amor al prójimo, caridad, perdón, y cuya principal teoría pretende hacer mejores a las personas y más humanos en todos los aspectos de la vida. Por contra, los jerarcas de esta religión viven cómodamente como auténticos príncipes y no se privan de nada. Monseñor Rouco se hizo acondicionar, para su mayor comodidad de emérito, una espaciosa residencia en el lujoso centro de Madrid, por Dios sabe cuánto. Durante el siglo XVI, los bienes de la Iglesia española representaban la mitad de todo el patrimonio del Estado. ¿Para esto murió Jesucristo vilipendiado y torturado en la cruz?

Otro detalle: la Iglesia Católica jamás se desprende de todo aquello que se apropia. El ejemplo lo tenemos en el testamento de Dña. Eusebia de Armas, que legó a los niños más pobres y necesitados de su municipio, Guía, todas sus pertenencias: casas, tierras con horas de agua, joyas, fondo bancario y el edificio de los Salesianos. Próximo su fallecimiento, le asignaron un confesor, y en los momentos previos, no sabemos si fue por convencimiento, o por lo que fuera, el testamento se cambió, y todo quedó a nombre de la Diócesis de Canarias. Ahora parece que este edificio será acondicionado y mejorado con dinero del Cabildo para un previsible geriátrico. Su uso será por unos años determinados, porque la propiedad continuará perteneciendo a la Iglesia.

De último, hemos sabido que por medio de inmatriculaciones, puso a su nombre 35.000 inmuebles entre 1998 y 2015. Por primera vez se conoce el número oficial del Registro, donde se detalla 18.535 templos y otras 15.171 fincas o terrenos, garajes y pisos, que alquilan. La Mezquita de Córdoba y la Giralda de Sevilla, son claras inmatriculaciones de la Iglesia, siendo la primera un “gesto caritativo” de José M.ª Aznar (PP) cuando fue presidente del Gobierno, al referido Rouco Varela en venta simbólica, abonando éste solo 60 euros a las arcas del Estado. Hoy es una fábrica de hacer dinero con el turismo.

El “milagro” como hemos dicho, viene de lejos. La fe católica siempre estuvo en España durante siglos. Incluso en la contienda nacional del levantamiento militar contra la II República, estuvo del lado golpista desde el minuto uno y siempre en contra del pueblo. Ganada la guerra por el fascismo y convertido el cabecilla en Generalísimo, dueño del país entero, convirtió el solar español en un inmenso cuartel militar. El Régimen había logrado un éxito impensable en Roma por la firma del Concordato con el Vaticano (27-ago-1954). Con el fin de lograr esta bendición papal, el Caudillo malbarató los derechos más sagrados de su país, y consintió que el clero adquiriese jurídicamente una situación de privilegio exorbitante, sobre todo en materia fiscal, judicial y como responsable de la educación.

Las tierras y propiedades no solo de la Iglesia sino de las personas pertenecientes al clero, se les declaran libres de impuestos; el clero está exento del servicio militar y de todo procedimiento judicial que no autorice el obispo. El Caudillo recibió de la Iglesia la Orden de Cristo, y los obispos lo sacaban bajo Palio, como si de un santo varón se tratara. Todavía se oye a los que vivieron bien con el franquismo, a los votantes de VOX y a nuestra juventud ignorante, decir que con Franco se vivía mejor… El zamorano poeta, León Felipe, lo dejó en verso: “Franco, tuya es la hacienda,/ la casa, el caballo y la pistola./ Mía es la voz antigua de la tierra./ Tú te quedas con todo/ y me dejas desnudo y errante por el mundo,/ mas yo te dejo mudo...¡mudo!…/¿Y cómo vas a recoger el trigo/ y alimentar el fuego/ si yo me llevo la canción?”

* Gracias a Erasmo Quintana