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viernes, 03 de mayo de 2024 09:54h.

De cómo dominan los intereses personales - por Nicolás Guerra Aguiar

Cuando un partido político tiene inmenso poder y es capaz de buscar y conseguir acomodo económico para miles de sus hombres y mujeres, todo son aplausos, cierres de filas, abrazos y exaltaciones a quienes lo dirigen. Así pasó durante los años de absolutismo en las épocas de los señores González y Zapatero: el inmenso poder casi inquisitorial de los señores Guerra (treinta y cinco años viviendo de la política) y Rubalcaba (cinco menos que el anterior) aniquiló todo intento crítico hacia un partido que fue ilusión de millones de españoles, esperanza en un mundo mejor, sueños en igualdad y libertad, tal había imaginado un censor franquista canario que en 1991 obtuvo el carné psocialista.

            De cómo dominan los intereses personales  - por Nicolás Guerra Aguiar

  Cuando un partido político tiene inmenso poder y es capaz de buscar y conseguir acomodo económico para miles de sus hombres y mujeres, todo son aplausos, cierres de filas, abrazos y exaltaciones a quienes lo dirigen. Así pasó durante los años de absolutismo en las épocas de los señores González y Zapatero: el inmenso poder casi inquisitorial de los señores Guerra (treinta y cinco años viviendo de la política) y Rubalcaba (cinco menos que el anterior) aniquiló todo intento crítico hacia un partido que fue ilusión de millones de españoles, esperanza en un mundo mejor, sueños en igualdad y libertad, tal había imaginado un censor franquista canario que en 1991 obtuvo el carné psocialista.

  Y así se silenciaron rapiñas, contubernios, inmoralidades, enriquecimientos, asesinatos o, en su última etapa, falsearon la verdad de una crisis económica que empezaba a asfixiar. Y timaron con síntomas de recuperación y brotes verdes porque se acercaban las elecciones, era preciso continuar en el poder. Mientras, la inmensa mayoría de los psocialistas con responsabilidades callaba, metía la cabeza bajo el ala, y otros tiñeron de verde las ennegrecidas sombras de una realidad que no quisieron desvelar a tiempo mientras seguían despilfarros, endiosamientos, autismos ideológicos. Se mantenía el refrán, sabiduría popular: “Quien a dos amos ha de servir, a uno de ellos ha de mentir”. ¿A quiénes mintieron, estimado lector? Entre otros, a millones de ciudadanos que los habían elegido para el honesto funcionamiento de la Administración.

  Y aunque ya no gobiernan como Gobierno nacional, permanecen esencias de lo que un día hubo. Así, es un claro ejemplo la inmoralidad en Ourense, capital gallega en la cual su alcalde psocialista considera como normal que con dinero público se paguen copas y comidas para celebrar la excarcelación de un exalcalde. Y varios concejales disconformes se vieron obligados a guardar silencio, dijeron, porque así lo exigió el Partido.

  ¿Hubo acaso amenazas, agresiones, matones a sueldo para forzarlos al silente mutismo? No, no es de suponer. Prefirieron callar porque, a fin de cuentas, el PSOE gobierna en aquella ciudad. Además, hoy serían cadáveres políticos si hubieran elevado sus denuncias contra el poder. Y como  sigue anclado en tiempos pasados, el PSOE fue incapaz de exigir el inmediato cese del señor Fernández, aquel alcalde de Ourense para quien es normal que se despilfarre dinero de nuestros impuestos  en "celebraciones con simpatizantes, militantes y grupos sociales".  ¿Por qué no lo expulsa? Simplemente se conforma con las posteriores disculpas del alcalde “por el daño a la imagen de nuestra ciudad” y por la decepción de algunos, pero "con trabajo y honestidad continuaremos haciendo un Ourense mejor". Y ya está. Pelillos a la mar. ¡Qué desvergüenza!

  Por todo, y a pesar de los grandes e importantísimos avances sociales que consiguió para quienes nunca tuvieron (sanidad de calidad, ley del aborto, escuela pública ilusionante…), hoy el PSOE –qué pena- es sombra de sí mismo, desilusión, retroceso, ficción, desaliento, precisamente ahora cuando más falta hacen las ideologías de compromiso social, de engarce con la ciudadanía, de servicio y defensa relacionados con todo aquello que se llamó un día el estado de bienestar.   

  Y como no está en sus mejores momentos –retrocedió la mitad del camino-, es un partido débil con los carotas que lo usaron para medrar y colocarse, para asegurar la nominilla, para garantizar el cargo durante años. Y vuelvo a traer el caso del alcalde de Ourense,  desprestigiosa representación de un partido que quiere rehacerse porque muchos de sus componentes son todavía socialistas, creen en el socialismo. Y descubro el tema en La Palma donde, tras las elecciones, pactaron con el PP en diez municipios. Pero no se trata de que se aliaran con los populares, tan democráticamente representativos como los mismos psocialistas. Lo que ocurre es que lo hicieron en contra de la Ejecutiva Federal, con oídos sordos frente a la Regional, bien porque no aceptan órdenes para sostener el pacto de Gobierno entre PSC y CC en Canarias, bien porque saben que su partido está debilitado, que no puede prescindir de ellos si pretende mantener su presencia entre los palmeros. Y a pesar de las amenazas de expulsión, ellos siguen fuertes en el pacto con los populares. Han medido las fuerzas: el Partido es el débil.  

  Bien es cierto que en los municipios palmeros las personas se conocen, y saben de prepotencias, altanerías ajenas,  ambiciones y chanchullos. Por eso la vara de medir es otra, no coincide con la que regla pactos insulares, regionales, ni mucho menos nacionales. Por lo mismo puede que, incluso, hasta sus argumentos sean consistentes, válidos, rigurosos y creíbles. Pero estoy seguro de que tal comportamiento no lo mantendrían si el señor Rubalcaba estuviera hoy en la presidencia del Gobierno. Pero no solo es oposición: no hay indicios de recuperación en la sociedad que un día les dio el más absoluto poder para que la salvara del pasado.

  Y como leen las encuestas y las interpretan correctamente, sus concejales saben que el Partido retrocede en intención de voto: actualmente pierde seis décimas frente a las últimas elecciones. Por eso se envalentonan. La fidelidad a la esencia ideológica puede significar la pérdida de varios miles de euros al mes, y no está la cosa como para abandonar el barco por principios éticos. Y hasta los parlamentarios psocialistas catalanes quieren su independencia, también ahora,pues descubren que tardarán mucho en llegar a Moncloa.