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viernes, 26 de abril de 2024 10:00h.

 Derechas, izquierdas y totalitarismos - por Nicolás Guerra Aguiar

   Punto de partida: la Unión Soviética y el simbólico Muro de Berlín (1961) no fueron, precisamente, garantías de sistemas democráticos y libertades, por más que se justificaron como defensores del socialismo. Como no lo son EE. UU. y sus aliados, cuyas intervenciones militares en Vietnam, Granada, Afganistán, Irak, Libia… (solos o en contubernio) intentan justificar con cantos a la libertad, como lucha contra los violentos e implantación de voluntades populares. Cual si las matanzas sobre el pueblo egipcio por parte de su propio Gobierno y el silencio occidental, por ejemplo, no fueran modelos de viejas estructuras opresoras en manos de los militares, aliadísimos de Norteamérica y Europa.

 Derechas, izquierdas y totalitarismos - por Nicolás Guerra Aguiar *

   Punto de partida: la Unión Soviética y el simbólico Muro de Berlín (1961) no fueron, precisamente, garantías de sistemas democráticos y libertades, por más que se justificaron como defensores del socialismo. Como no lo son EE. UU. y sus aliados, cuyas intervenciones militares en Vietnam, Granada, Afganistán, Irak, Libia… (solos o en contubernio) intentan justificar con cantos a la libertad, como lucha contra los violentos e implantación de voluntades populares. Cual si las matanzas sobre el pueblo egipcio por parte de su propio Gobierno y el silencio occidental, por ejemplo, no fueran modelos de viejas estructuras opresoras en manos de los militares, aliadísimos de Norteamérica y Europa.

   La antigua URSS usó la fuerza que le daba el Pacto de Varsovia para arremeter contra lo más sagrado del ser humano: la libertad. En agosto de 1968, cuando los tanques entraron en Praga y frenaron los nuevos caminos de socialismo democrático que ya ilusionaba a intelectuales y proletariado checos, el impacto sobre simpatizantes y seguidores del comunismo fue demoledor. Porque los ortodoxos totalitaristas no quisieron aceptar el riesgo de socialismo en libertad y la autonomía de un pueblo, el checo, frente a la severidad doctrinaria de Moscú. Exactamente el mismo error que cometen los países occidentales. Sirva un ejemplo: el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no autorizó el uso de la fuerza por parte de la OTAN en Yugoslavia. Pero los serbios de Bosnia sufrieron la masacre de sus bombardeos.

   Se trata de los gobiernos, claro, no de los ciudadanos. Porque estos, las más de las veces, son la convicción, la integridad moral. Como pasó en la España franquista, donde miles de españoles dieron su juventud y sus vidas para luchar contra las barbaries del régimen fascista. Y recordemos, porque es de justicia: fueron sobre todo comunistas (hubo anarquistas, socialistas) quienes se entregaron a tan noble tarea en los años de la más dura represión. Al igual que cárceles, deportaciones, desapariciones físicas o asesinatos caracterizaron a regímenes que en nombre de un adaptado “socialismo” despreciaron, persiguieron y secuestraron a quienes reclamaban su elemental derecho.

   Sin embargo –y escritas están las pruebas- incluso en el supuesto emporio de la libertad miles de intelectuales fueron perseguidos, encarcelados, postergados, llevados ante tribunales o el Congreso y silenciaron sus palabras con la única idea de destruirlos: son los escritores sospechosos de comunistas, la llamada “Generación perdida” norteamericana (Faulkner, Fitzgerald, Steimbeck, Dos Passos, Hemingway…), novelistas rigurosamente críticos con la sociedad y, en lo literario, renovadores de las técnicas narrativas tradicionales, algunas de ellas ya presentes en Pérez Galdós.

   Hoy, por desprecio intelectual de quienes imponen retrógradas ideologías en las aulas, ninguno de los alumnos preuniversitarios sabe de tales nobelables. Pero ya no solo de su revolucionaria aportación al mundo de la novela sino, y además, de sus ideas y pensamientos, de cómo reflejan el desengaño frente a un mundo material que pudo haber sido suyo de no mediar sus compromisos éticos y estéticos frente a la realidad circundante. Y aquella  inmejorable asignatura que se llamó Literatura Española siglo XX me sirvió para trasladar a mis alumnos couístas sensaciones y placeres literarios a la vez que descubrimientos de algo fundamental: el ciudadano necesita aprender desapasionamientos y razonamientos a través de palabras e Ideas también en los textos.

    Presumo de que no solo inculqué en muchos de ellos el entusiasmo por la serena lectura (se enamoraron de la “Elegía” hernandiana a Ramón Sijé, de Antología cercada, de los caminos machadianos…). Me satisface constatar cuando nos encontramos en la calle, ante un buchito cafetil o en la mesa de un restaurante que casi todos mantienen sensibilidades políticas que van desde Ciudadanos a PP, PSOE, NC, IU, Podemos, pasando por CC, PCPC… Y respetan a los demás, algo tan novedoso en nuestros días.  Los demás, claro, que no son entes abstractos: están en nuestra misma mesa, y exponen y opinan, e incluso discuten. Pero como son gentes formadas, educadas y desapasionadas, argumentan con exposiciones y reflexiones que traducen ideas serenamente dichas ante el respetuoso silencio de sus contrincantes ideológicos. Derechas e izquierdas, aunque Bobbio prefiere hablar de conservadores y progresistas. Pero la razón de ser de cada elemento del binomio está, precisamente, en que ninguno se justifica sin el otro.

   Hace ya muchos años escribí un artículo desde Praga (“La represión comunista en Praga”). Lo inicié ante un monumento a víctimas de aquel falso socialismo. Entresaco dos párrafos: “Las seis esculturas están ordenadas en gradación descendente […], de un cuerpo completo a lo que queda de él tras años de prisiones, interrogatorios, zarpazos a su cuerpo y a su mente. En medio, distintas fases simbólicas que denuncian cómo -igual que en Guantánamo- se van vaciando de contenidos las estructuras físicas, los sentidos y las percepciones de los prisioneros políticos. Por eso, de la segunda […] podemos acercarnos a las profundidades de su cerebro porque todo se ha ido resquebrajando. Pero a la quinta ya le han desaparecido cabeza y capacidad de raciocinio […]. Y en la sexta no queda más que la base de lo que un día fue un cuerpo humano.

   Es (son) el homenaje a las víctimas de aquello que no era comunismo y que el pueblo checo levantó para perpetuación de las crueldades cometidas en despreciable usurpación de aquella ideología por la que miles, decenas de miles de ciudadanos universales fueron capaces de dar su vida o de soportar larguísimas estancias en cárceles o campos de concentración”.

   En Los Molinos, pueblo madrileño, el 12 de octubre el Ayuntamiento homenajeó a los “caídos” del franquismo. La Guardia Civil evitó que agredieran a quienes protestaban contra el acto. Hoy, y desde muchos años atrás, sigo echando de menos el homenaje de la Libertad a quienes lucharon por Ella y, como aquellos checos, dieron por Ella su vida. Entre otros, los republicanos españoles que liberaron París con las tropas aliadas. Pero Occidente jamás los reconocerá.

 

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra