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lunes, 29 de abril de 2024 21:48h.

Desobediencia civil - por Rafa Dorta

En nombre de la crisis, el gabinete que simula ser un verdadero gobierno, comete todo tipo de actos ilícitos con una impunidad asombrosa. Los juzgados se colapsarian para siempre si los ciudadanos fuesemos uno por uno a denunciar los recortes indiscriminados, las colosales estafas bancarias, las continuas agresiones mediante la aprobación de sucesivos decretos leyes que erosionan el estado de derecho y que nos son aplicados con alevosía y sin apenas explicaciones...

Desobediencia civil - por Rafa Dorta

En nombre de la crisis, el gabinete que simula ser un verdadero gobierno, comete todo tipo de actos ilícitos con una impunidad asombrosa. Los juzgados se colapsarian para siempre si los ciudadanos fuesemos uno por uno a denunciar los recortes indiscriminados, las colosales estafas bancarias, las continuas agresiones mediante la aprobación de sucesivos decretos leyes que erosionan el estado de derecho y que nos son aplicados con alevosía y sin apenas explicaciones. La mayoría absoluta campa a sus anchas, mientras nuestra joven democracia permanece secuestrada en el Congreso de los Diputados, lugar del que ha desaparecido la politica como ejercicio de representación de la soberanía popular. No se nos consulta si estamos o no de acuerdo con las acciones unilaterales ejecutadas en este estado de excepción permanente. 

Al otro lado, situamos nuestra reacción contra el sistema financiero especulativo anti-personas que opera por encima de las mismas leyes que estamos obligados a cumplir los que conformamos la parte mas débil en este tremendo desequilibrio de fuerzas, las cobayas del experimento euro frente a la ausencia interesada de alternativas. Sin embargo, ocurre que algunos comienzan a expresar el hartazgo cotidiano empleando instrumentos, digamos, mas sensibles, porque bordean el umbral de miedo que el poder y parte de la propia sociedad están dispuestos a soportar. Las marchas y concentraciones masivas gozan de cierta simpatía y complicidad cuando se desarrollan en un ambiente festivo, sin alterar demasiado el orden publico, concurriendo en una especie de catarsis colectiva, que sirve de desahogo momentáneo. Pero si hablamos de "facilitar" la salida de carros llenos de víveres de un supermercado sin pasar por la caja, o de mantenerse en el interior de alguna sucursal bancaria gritando consignas hasta que venga la policía, ya nos adentramos en lo que se cataloga como peligroso para la paz social.

 Claro, por favor, faltaría mas, aquí se trata de aguantar lo que nos echen, de tragar con todos los sapos, y no hacer nada que atente contra la legalidad. Ni siquiera en forma de acto simbólico con el objetivo claro, no de la exaltación del robo a la propiedad privada como ejemplo a seguir, sino del inicio de un verdadero debate, por fin y esta vez sí, en nuestra sociedad sobre el modelo económico que pretende asfixiar nuestra voluntad de seguir siendo libres para decidir qué o quién queremos que nos gobierne y de qué manera deseamos que se gestione dicho poder otorgado por la ciudadanía.

La revolución esta prohibida. No la nombres, te pueden detener y meterte en la cárcel. Mira, puedes quejarte en la calle si quieres, igual hasta te dejan acampar una noche en alguna céntrica plaza, puedes montar el movimiento 15-M, el DRY, el Stop Desahucios, te está permitido incluso pedir firmas, convocar asambleas en la calle, dar discursos en la vía publica. Pero mucho cuidado con hacer cosas malas que puedan despertar la conciencia social de tal manera que llegue a acordarse de que vivíamos en un pais libre y democrático, en el que los políticos eran servidores públicos, que tenían que velar por los intereses generales de la comunidad a la que pertenecen y no a los particulares de organismos tan beneficiosos para nuestra vida como el BCE, el FMI, la troika, el club del euro, Merkel, Monti y todas esas personas que se reúnen con frecuencia con otras tantas para hablar de nosotros, de que es lo que van a a hacer con nuestra sanidad, nuestra educación, nuestra cultura, nuestros contratos de trabajo, nuestro modelo de convivencia al fin y al cabo. 

Nos llevamos las manos a la cabeza porque saquen comida gratis de un supermercado o porque ocupen un banco, y no nos alteramos ante la despiadada avalancha de violaciones que el neoliberalismo mas exacerbado esta perpetrando en nuestra propia casa, con nuestros hijos delante.