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domingo, 28 de abril de 2024 03:26h.

El Informe PISA en Canarias - por Nicolás Guerra Aguiar

El Informe PISA en Canarias - por Nicolás Guerra Aguiar

 Puede parecer osado que sin haber leído al completo el Informe PISA me atreva a escribir sobre conclusiones, y que me base en lo publicado o destacado por los periódicos. Pero como en varios medios informativos –papel y digital- hay siete puntos coincidentes, me aventuro a comentar muy por encima hasta la profunda lectura de los siete capítulos, trece recuadros, catorce figuras y once tablas, lo que hace un total de ciento tres páginas, muchas de ellas cargadas de información numérica que debe ser minuciosamente analizada e, incluso, contrastada.

PISA es ‘Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos’. Parece que el anterior Gobierno de Canarias reclamó un estudio de la enseñanza a expertos internacionales aunque tenía a mano los informes de sus docentes, los del aula, los que saben de la realidad. No obstante, tres técnicos se dedicaron a la tarea durante tiempos que debieron de ser más que prudentes para hacer públicos sutiles descubrimientos y sospechosas recomendaciones. Sin embargo, ante alguna conclusión –los profesores cobran mucho- nacen suspicacias que espero aclarar más adelante. Pero, de entrada, pregunto: ¿quién pagó el trabajo de investigación? ¿Con cuántos docentes hablaron? Y si no es imprudente, ¿podría saberse dónde ejercen? ¿Para su encargo tuvo que ver el Informe 2009, negativo? De algo sí estoy seguro: el estudio no es producto de cuatro meses de investigaciones; por tanto, me parece que el PSOE canario nada tiene que ver con tal documento, muy al contrario, ha tenido que salir en plan bombero para apagar generalizados cabreos, justificados a veces, aunque no siempre.

Cuando leí en C7 el capítulo «Sobre profesorado y enseñanza», me vino a la mente una duda: ¿el texto en español fue escrito por los miembros europeos o, por el contrario, era traducción encargada por el Gobierno canario, parte interesada y, por supuesto, conocedor de aquella locución tan española «donde dije digo digo Diego»?

Pues sí, mas no. En una página inicial se lee que «La traducción inicial… fue preparada por la Consejería de Educación…» (lo de «preparada» puede sorprender, digo). Pero un espabilado redactor del Canarias7 –Francisco José Fajardo-, de cuerpo presente en la rueda de prensa, me garantizó la fiabilidad absoluta en cuanto que fue testigo de un hecho: sus redactores aprobaron sin recatos o reparos la traducción del inglés al español, aunque no me quedó claro si ellos eran conocedores de lo que el texto dice en nuestra lengua, toda vez que no la hablan. Y no es que desconfíe de la Administración, en absoluto. Pero como humano, uno duda, ¿qué más les puedo decir? Vayamos por partes.

Uno. Se concluye en PISA que las vacaciones veraniegas son demasiado largas: nada me descubre. Años ha que vengo comentando los desajustes entre periodos vacacionales. Y eso ya lo escribí en un artículo de 2005: aquel año trabajamos 170 días. Pero, además, con desestabilizadores cortes intermedios: tras las vacaciones de Navidad, al paso de un mes, Carnavales (¡una semana!); al mes y algo, Semana Santa; y como regalos, Día del Enseñante, puente por el Día de Canarias, antelación a Carnavales, fuga de San Diego… Ruptura del hilo conductor, indiscutible.

Dos. El señor Milovanovich se anonada: ¿cómo es posible que los profesores de medias estén en el centro menos horas de las obligatorias, 24 sobre 37.5? No habría inconveniente, en absoluto. Pero la tarde quedaría para emplearla como le plazca al profesor. ¿Y cuándo prepara su trabajo? Tengo la impresión de que el señor experto no entró en los centros, pues hubiera descubierto que no hay espacios aptos para estudiar, calificar exámenes o trabajos y conservarlos con garantías, preparar textos o documentos para la clase por la ausencia de bibliografía especializada, diecisiete profesores, un antediluviano ordenador. Por eso la mayor parte de los docentes, para hacerlo con rigor y seriedad, estudia en su casa, prepara, ve trabajos y exámenes, programa actividades, pues cinco especialistas en Lengua Española, por ejemplo, debían compartir en mi último centro una misma habitación con otros tantos de Inglés, tres de Filosofía, alguno de Francés, e incluso hasta de Religión y Educación Física.

Tres. Recomienda PISA que se conduzca a cero la tasa de repetidores, pues es algo contraproducente («reduce el rendimiento de los estudiantes». Pero, ¿no son repetidores precisamente porque no tuvieron rendimiento?). Bien es cierto, añado, que tampoco conocen la realidad: hay quienes se niegan rotundamente a estudiar aunque, por otra parte, en Canarias no solo se puede llegar a una evaluación final con seis suspensos y salir de ella «con todo limpio»: ¡es que muchas veces no hace falta ni tan siquiera examinarse, les regalan los aprobados!, créanme.

Cuatro. Los docentes que tengan buenos resultados deberán ser premiados económicamente, afirma PRISA. Por supuesto, pero tengo una duda: ¿qué se entenderá por «buenos resultados»? Conozco a varios colegas que serían recompensados un año sí y otro también: dan aprobados generales en junio, así se evitan reclamaciones e incomodidades. Y nadie los inspecciona, nadie les exige explicaciones: a fin de cuentas, son tantos por cientos positivos… para la Administración.

Cinco. Hay estudiantes con dificultades, aciertan. Por tanto, deben implantarse «escuelas de verano». Bien. Pero, ¿quiénes serían los profesores? ¿Se soslayarían con ellas los gravísimos problemas sociales que bloquean el rendimiento de un alumno? Si muchísimos padres no se interesan por sus hijos a lo largo del curso, ¿sacrificarían sus vacaciones? Si se pretende que nadie suspenda, es lo recomendable.

Seis. Dicen que «las retribuciones son muy generosas». De coña: seguramente no llegan ni a la cuarta parte de lo que sus eminencias prisáticas reciben, o de la nómina de la señora «directora de Gabinete del director del Gabinete de Presidencia del Gobierno» (BOE 17 de enero). Y, desde luego, la tercera parte de lo que perciben un asesor, un jefe de protocolo, un concejal con dedicación exclusiva, un representante político en el consejo de administración de una empresa pública… y un sinfín de políticos que no destacan, precisamente, por capacidades, trabajos, especializaciones. (Yo tuve que comprar todos los libros que necesité para estar al día, y fueron cientos.)

Siete. Reclaman un sistema de jubilación anticipada para aquellos profesores que ya no sean completamente eficaces. ¡Qué osadía, qué disparate, qué pena!: el noventa y cinco por ciento de los docentes prejubilados que conozco –la tira- se retiraron a los 60 años no por incapacidades, en absoluto. Es que estaban hartos de vejaciones, abandonos, incompetencias desde arriba, carencia de autoridad, inmoralidades, tomaduras de pelo, desprecio a su trabajo cuando la Administración regala aprobados…

¿Hay más? Sí, por supuesto, pero queda pendiente. De todas maneras, si la memoria no me falla –algo normal, como pre soy «ineficaz»-, me da que en mi forzada última etapa activa –era consejera doña Milagros Luis- ya se nos amenazaba, qué miedo: que trabajábamos poco, que se implantarían cursillos de verano, que nos iban a controlar de 8 a 15.30 horas, que cobrábamos más de lo que merecíamos… Ya ven, qué casualidades, qué prisáticas coincidencias con aquel cuatrienio de la señora ex, la desestabilizadora de la enseñanza pública.