España: un país que quiere ser moderno - por Erasmo Quintana *

El problema que ha tenido siempre España es que ella ha sido su propia enemiga. Nunca hizo falta que viniera nadie de fuera para incordiarla, frenarla o destruirla. Ella sola se ha bastado. Los ecos del Regeneracionismo de Costa, demandado en el siglo XIX, no se han apagado en este s. XXI.

Seguimos necesitando regenerarnos, pues no hay más que ver cómo está el patio. Aquí se utilizó de siempre los cuarteles para evitar que hubiera entera libertad ciudadana.

No se fiaban de ella porque, a grandes trazos, era muy bruta y dada a las asonadas y, para evitarlo algo, no se procuró dar formación cultural que elevara la masa a las más altas cotas de entendimiento.

Se pensaba que cuanto más ignorante es el pueblo mejor se maneja. Hoy, las consecuencias son las mismas con procedimientos parecidos: hay una educación precaria popular y otra de más calidad y elitista, ambas sufragadas por el Estado, lo mismo que en la Sanidad pública, donde se detrae presupuesto de la primera para proteger a la privada, sin tener en cuenta que es la Sanidad y la Enseñanza públicas las que los gobiernos deben “mimar”, con el norte puesto en que dichos servicios deben llegar con la máxima calidad al último rincón del ciudadano. Quien quiera otra cosa, está en su derecho de pagársela individualmente. El Estado no tiene obligación de sufragar lo privado.

El acuerdo sindicatos-patronal, encabezado por Yolanda Díaz, pudo alcanzar mayores cotas, qué duda cabe (la auténtica derogación), para hacer que desapareciera la reforma que hizo Mariano Rajoy (PP) con un simple Decreto, usando su mayoría de Gobierno.

Pero, la cruda realidad nos dice que ahora no es posible alcanzar esas cotas. Pasó lo mismo que en la mal llamada “ejemplar Transición” política, que no lo fue en la medida que debió serlo, porque tras las puertas del despacho en que se reunían los constitucionalistas vigilaban altos mandos militares franquistas pistola en mano.

Ese miedo-pánico se había apoderado de las izquierdas, razón por la que tuvieron que entrar por el aro, resultando que la llamada “modélica Transición” fue en realidad una bajada de pantalones del sector progresista y rotunda victoria del tardofranquismo con su consustancial derecha.

En lo del acuerdo sobre la Ley Laboral, su resultado, nos guste o no, es el que fue posible. Entiéndase que para que haya una buena negociación, ambas partes han de dejarse pelos en la gatera; el acuerdo se alcanza cuando ambas partes ceden en algo. Si una de las partes cede y la otra no, ¿a ésto se le puede llamar negociación? Será todo, menos un acuerdo. Pensamos que se está en el camino para alcanzar mayores logros; lo próximo que se negocie, qué duda cabe, se hará partiendo de esto que se ha logrado. No se conquistó Zamora en una hora, dice el refrán. Y nos parece una buena jugada, en ese tablero de ajedrez, tratándolo aparte, dejar fuera el tema de la subida del salario mínimo interprofesional, porque a buen seguro hubiera entrado en ese manojo de renuncias de la parte sindical-Podemos. Era un clamor en este país hacer realidad el mileurismo.¿Hay alguna otra fórmula para distribuir con alguna equidad la riqueza de este país?

De forma unilateral, podemos llamarla, ha sido la aprobación de la subida del salario mínimo a mil euros, que esta semana anunció la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo del Gobierno, Yolanda Díaz. Unilateral, porque a la medida no se sumó la patronal ni el Gobierno (la parte socialista). CCOO y UGT, junto a Unidas Podemos, han sido los artífices de dicha subida, que se retrotrae al uno de enero de este año. Hacen los de Unidas Podemos hincapié en lo de revisar el sistema de impuestos, para que paguen a Hacienda más los que más tienen. Denuncian que las PIMES y los trabajadores pagan el doble que los poseedores de las grandes fortunas, las mega empresas y los más favorecidos de un sistema claramente injusto.  

Si nuestro país quiere ser moderno, tiene que evitar plenos de cantinflada   como el de la aprobación de la Reforma Laboral, el que quiso ser Tamayazo-2, con dos diputados de UPN comprados, modus operandi del PP.

Acción que se vio abortada por el error de su propio diputado por Cáceres, un tal Casero. Ese pleno fue un bochorno. A esto se une que deberán  revisar el concepto que tienen de la Ley. No es de recibo que la Justicia con mayúsculas en España sea fuerte e implacable con los débiles, al tiempo que débil con los poderosos. Y no hace falta traer ejemplos, todo el mundo los conoce. Menos mal que ya hay quien lo dice sin tapujos: la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, declaró ante

micrófonos que en España “no todos somos iguales ante la Ley”. Ha dicho la verdad. No tiene el mismo trato un potentado ante un delito que un desharrapado en iguales circunstancias. Aquél sale de rositas y éste va directo a la cárcel. Esto es consecuencia de por qué al PP no le interesa cambiar la composición del actual CGPJ, máximo órgano de la Justicia, alcanzada cuando fue mayoría absoluta (ahora quedarían en minoría de jueces, pues perdió esa mayoría). Por su cara, dicen que no colaborarán en la renovación de los miembros (según manda la Constitución), después de casi cuatro años que ha expirado su tiempo el actual Consejo. Luego, esta derecha defiende la Constitución con uñas y dientes. No hay quien se la toque. Pero cuando no le interesa lo que ella dice y manda, se la pasan por el arco de triunfo, así, sin ningún complejo.

* La casa de mi tia agradece la gentileza de Erasmo Quintana