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sábado, 27 de abril de 2024 20:52h.

La falacia de Ucrania: El relato occidental para defender una democracia que no existe - por Luis Gonzalo Segura

 

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Federico Aguilera Klink recomienda este artículo

La falacia de Ucrania: El relato occidental para defender una democracia que no existe - por Luis Gonzalo Segura

 

El relato sobre la guerra de Ucrania nos habla de una gran batalla entre las democracias y las autocracias en la que podemos catalogar como la penúltima pugna entre el bien y el mal. De ahí que Joe Biden, el actual presidente norteamericano, afirmase que en Ucrania se estaba produciendo "una batalla entre la autocracia y la democracia".

En el mismo sentido se manifestó el todavía presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez: "Ucrania es hoy el corazón de Europa. La libertad y la democracia vencerán siempre a la imposición y la violencia". Y, claro está, el resto de los líderes occidentales se posicionaron en las mismas coordenadas. Pero, ¿dónde está la democracia a defender? Porque Ucrania no lo es.

Y no es que lo diga yo, es que lo dice la propia Comisión Europea de forma inequívoca: Ucrania no es hoy una democracia homologable para entrar en la Unión Europea. Y lo que es más grave todavía, no solo Ucrania no es hoy una democracia, sino que antes de la guerra estaba todavía más lejos de serlo.

Los tintes autoritarios de Ucrania

Según el primer informe realizado por la Comisión Europea, previo a un estudio más exhaustivo que se conocerá en el mes de octubre de este año, Ucrania no cumple con los estándares democráticos mínimos en cuanto al trato a las minorías, la concentración de poder de los oligarcas, el nivel de corrupción o el blanqueo de capitales. Y, aunque en los medios de comunicación occidentales se puede leer que se trata de un informe positivo, resulta más que cuestionable cómo puede ser ello posible con semejantes conclusiones. Pero, como ya ha quedado demostrado, los medios occidentales no reparan en cuanto al blanqueamiento de la realidad. Así comenzaba su artículo al respecto el diario El País: "Ucrania progresa adecuadamente en su camino hacia la integración en la UE. Kiev ha avanzado en las grandes y profundas reformas democráticas para adaptarse al club comunitario, según el primer informe de la Comisión Europea". A esto hemos llegado.

El primer informe realizado por la Comisión Europea, previo a un estudio más exhaustivo que se conocerá en el mes de octubre de este año, Ucrania no cumple con los estándares democráticos mínimos.

Sin embargo, lo cierto es que lo comentado en el informe es más que alarmante. Las minorías (rusos, rumanos, húngaros), por ejemplo, no tienen derecho a organizar actos en sus lenguas ni pueden hacer uso de ellas con las autoridades. Se trata de un episodio que sería grave en cualquier país, pero lo es más todavía en Ucrania, donde solo el 58 % de los habitantes son ucranianos. Es decir, casi la mitad de la población en Ucrania no puede organizar actos en su lengua ni pueden usarla con las autoridades. En total, 18 millones de personas son maltratados o excluidos en Ucrania.

Las vulneraciones que perpetra Ucrania son de tal magnitud que varios Gobiernos europeos se han quejado en los últimos años por el trato que reciben sus minorías. Por ejemplo, en 2019, cuando Ucrania impulsó medidas legales que pretendían que el ucraniano fuera la lengua dominante —por no decir única— en todo el territorio fueron varios los países que protestaron, en especial Rumanía y Hungría.

La ley de educación, de 2017, y de lengua, de 2019, establecieron el ucraniano como troncal del sistema educativo y restringieron el estudio del resto de lenguas. No solo eso, sino que previeron castigar con sanciones a los que incumplieron la ley de lengua, que pretendía la eliminación de la vida pública de las lenguas minoritarias, obligando incluso a su traducción al ucraniano en medios de comunicación, informaciones públicas o páginas de internet. La última legislación, de 2022, no sólo no ha conseguido modificar esta situación, sino que ni siquiera ha aportado un mínimo barniz de apariencia.

La resolución de dos de los problemas estructurales que se atribuían a Ucrania hace solo unos meses permite concluir que ese país ni siquiera está intentando reformarse mediante valores democráticos, pues algunas de las reformas emprendidas atentan contra el Estado de derecho y el pluralismo. 

Este esfuerzo de unificación lingüística en Ucrania debe, además, considerarse dentro de un proceso de nacionalización mucho más profundo e intenso. Porque el objetivo ucraniano de los últimos años gravita en una trilogía nacionalista y extremista propia de cualquier dictadura: una lengua, una iglesia y un ejército ucranianos. Objetivos que, por otra parte, sólo podrían ser tales en un país cuya construcción resulte tan artificial como la de la propia Ucrania.

Ucrania: oligarcas, corrupción y blanqueo de capitales 

Continuando con el mencionado informe, Ucrania es un país sometido a la oligarquía hasta el punto de que los oligarcas ucranianos controlan gran parte de los medios de comunicación, la política y la economía. Es decir, para la Comisión Europea, Ucrania no es una democracia sino una oligarquía. Por si los dos aspectos reseñados no fueran lo suficientemente graves en sí mismos, el informe también se muestra muy crítico con el nivel de corrupción y el blanqueo de capitales existentes en Ucrania.

Para finalizar, la resolución de dos de los siete problemas estructurales que se atribuían a Ucrania hace solo unos meses permite concluir que ese país ni siquiera está intentando reformarse mediante valores democráticos, pues algunas de las reformas emprendidas atentan, según el informe reseñado, contra el Estado de derecho y el pluralismo. 

Ucrania será blanqueada si hace falta

Por desgracia, la conclusión que se puede extraer del informe es todavía más tétrica que todo lo evidenciado hasta ahora. Y es que cabría señalar que, a pesar de lo demoledor que resulta el informe de la Comisión Europea en sí mismo, es muy probable que estemos asistiendo a una de tantas operaciones de blanqueamiento.

De hecho, si reflexionamos en los dos de los siete requisitos para entrar en la Unión que la Comisión Europea da por cumplidos, no parece que se hayan podido solucionar en solo unos meses. Y menos tal y como han sido los últimos meses. Se trata de la reestructuración del sistema judicial y la ley de medios para la libertad de prensa y lucha contra la desinformación. Medidas que requieren de un cambio social mucho más profundo que una ley. Además, resulta más que cuestionable y complejo pensar que, en mitad de una guerra, se hayan mejorado elementos tan militarizados por lo normal durante los conflictos como son la libertad de prensa y la desinformación. Menos todavía cuando la propia Europa ha mostrado un serio retroceso en este aspecto con cierre de televisiones incluido.

Europa no quiere que Ucrania sea una democracia, lo que pudiera ir contra sus intereses, sino que lo que pretende es que Ucrania parezca una democracia. Y en ello están.

Así pues, de estas dos exitosas reformas ucranianas podemos extraer dos conclusiones inquietantes: 1) Ucrania era todavía menos democrática hace dos años de lo que es hoy; y 2) parece que Europa se conforma con la apariencia: una ley y asunto solucionado. Es decir, Europa no quiere que Ucrania sea una democracia, lo que pudiera ir contra sus intereses, sino que lo que pretende es que Ucrania parezca una democracia. Y en ello están.

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Porque lo que de verdad pide la Unión Europea a Ucrania, como al resto de sus socios, es apariencia y golpes de efecto como el que supuso el arresto del presidente del Tribunal Supremo ucraniano en un caso de soborno de 2,7 millones de dólares. Golpes de efecto y leyes que permitan rellenar páginas del guión mediático que deberá conformar la próxima serie europea de éxito: La Transición ucraniana. Una farsa como las muchas que acontecieron en Latinoamérica —y España—. Una representación en la que se cumplan con los valores democráticos y los derechos humanos en apariencia mientras se extraen los recursos de los ciudadanos en favor de las élites occidentales, entre las que se incluirá a las ucranianas —esos malos oligarcas, por cierto—.

No obstante, por lo que ha quedado demostrado en las últimas dos décadas, a Europa no le importan las minorías ni el trato que se les dé, como no le importan los más de 20 millones de niños pobres que penan en el continente, y mucho menos le importan los oligarcas, la corrupción o el blanqueo de capitales —lo que fomentan y permiten todos los Estados europeos a sus élites—. Lo que a Europa le importa es que Ucrania parezca una democracia y, sobre todo, que sea suya.

 

* Gracias a Luis Gonzalo Segura y a la colaboración de Federico Aguilera Klink

LUIS GONZALO SEGURA RESEÑA

 

mancheta junio 23