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viernes, 26 de abril de 2024 10:00h.

El libro: “¿Qué le dijo el guanche a la cabra?”... - por El Padre Báez

... es el libro que escribí, en base a un dibujo que me envía Manuel Bethencourt Santana,

El libro: “¿Qué le dijo el guanche a la cabra?”... - por El Padre Báez, presbítero *

... es el libro que escribí, en base a un dibujo que me envía Manuel Bethencourt Santana, como agradecimiento al asistir a la entrega de un reconocimiento en Tenerife, por los años de su docencia, que en agradecimiento me regala el dibujo de un guanche y una cabra, que debidamente encuadernado lo pongo frente a mi mesa y de allí surgen para un año (365 diálogos), entre el guanche y la cabra, y que solo espera la imprenta para con el dibujo manipulado poder leer entretenidos diálogos -uno para cada día del año-, y difícil resumir dada la amplitud de temas que tocan entre ambos, de forma jocosa, seria, trascendental, crítica social, etc., etc. Un libro, que antecede a lo presente, lo cual es significativo sobre mi preocupación -no digo obsesión- con el tema de las cabras, de lo que han ido saliendo pequeños retazos en los que preceden de esta sintonía de un servidor con el tema de las cabras, y es que mal historiador sería, el que obviara a este animal de nuestra Historia, dado que sin ellas -las cabras- no solo estaría coja sino que no aguantaría ni el 50 % correspondiente, dado que cabras y guanches, guanches y cabras fue y es algo inseparable, habida cuenta somos los mismos, si bien con alguna mínima mezcla, que nos hace mirar a nuestra identidad con orgullo y satisfacción, pues aún se oye aquello que dijera Le Canarien: “... irán al mundo entero, y no encontrarán a gente de más lindo entendimiento...” (1402).

El Padre Báez, que sobre el tema de las cabras, no es el único título por aparecer después de pasar por la imprenta; pues en ello, antes de este hacer del cabildo contra las cabras matándolas, un servidor, siempre vio en ellas una fuente inagotable de temas por escribir, y así he ido recogiendo asuntos de importancia diversa, y que en su día también verán la luz de su edición. Por ahora, nos conformamos con estas breves pinceladas, que por aquello de no repetirme, queda inédito cuanto señalo más arriba, y justo cuando de esta matanza del cabildo, no tenía ni la más remota idea, a pesar de ser ésta, una práctica ya vieja, que al presente se mantiene desgraciadamente. Pues, quien no ame y defienda las cabras, poco o nada mantiene de aquellos genes guanches, que perdidos por mezcla y renuncia, no merecen presidir nada, sino la huída y retirada, por traidor a sus raíces e Historia.

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“... se han desviado de la verdad...” (St. 5, 16. 19-20). / “... están al borde del abismo... caídas, yacen... en el hondo... al fondo...” (salmo 87).

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Declaración Universal 
de los Derechos de los Animales

Considerando que todo animal posee derechos y que el desconocimiento y desprecio de dichos derechos han conducido y siguen conduciendo al hombre a cometer crímenes contra la naturaleza y los animales, se proclama lo siguiente:

Artículo No. 3
aNingún animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles. 
b) Si es necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no generadora de angustia.

Según queda más que claro y nítido, como que el cabido no se quiere enterar, como dice la canción, pues es mal trato y una crueldad pegarle tiros de muerte o de herida y dejarlas en los riscos, hasta que mueren después de larga agonía, que puede durar varios o muchos días o siempre, si las dejan cojas o mancas. Y si se diera el caso de tener que matar a algún animal, sea o no cabra, debe ser de forma distinta a como lo hace el cabildo que  a distancia y de lejos, los andaluces pagados con nuestros dineros, no siempre dan en la diana, con lo que no se cumple lo de muerte instantánea, indolora, y  no generadora de angustia, sino todo justo lo contrario, con lo que a mi entender, el cabildo no cumple este artículo 3 -tampoco los antecedentes y siguientes (como seguiremos viendo)- de esta Declaración Universal de los Derechos de os Animales, que les obliga, pero que se lo salta a la torera, olímpicamente, sin que nadie les pida cuenta de sus actos contrario a cuanto está declarado.

* En La casa de mi tía a petición de El Padre Báez