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sábado, 27 de abril de 2024 14:04h.

El momento Walter Benjamin de la política española - por Ekaitz Cancela

 

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Chema Tante recomienda este contundente artículo

El momento Walter Benjamin de la política española - por Ekaitz Cancela EL SALTO

La ilusión por la victoria del bloque progresista debe dar paso inmediatamente a un proceso de reflexión estratégica, de pensamiento multiescalar sobre las distintas dimensiones de la crisis y a la articulación de un plan, tecnológico pero no solo, de acción sobre la realidad más inmediata.

 

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Ekaitz Cancela


@ecanrog

En al menos cuatro de sus tesis sobre el Concepto de historia, Walter Benjamin dejó escritas algunas afirmaciones lapidarias sobre la teoría socialdemócrata y la práctica concreta de la clase política de la Alemania de Weimar. Según el filósofo alemán de origen judío, la noción del progreso histórico que caracteriza a esta ideología, algo “esencialmente incesante” e inevitable, deja la puerta abierta a la tecnocracia fascista: impone una falsa conciencia sobre la realidad social de los obreros, la de haber alcanzado la etapa más elevada del desarrollo humano, y legitima una visión donde la lucha de clases desaparece del centro de la política. Para este autor, la historia no era simplemente un tiempo homogéneo y vacío, sino un momento abierto al acto revolucionario. La suya era una dialéctica en suspenso: agarraba la imagen del presente tal y como se le aparecería a fin de “pasarle a la historia el cepillo a contrapelo”. Esa era la única forma de redimir a nuestros antepasados de su opresión histórica, el capitalismo.

El memorial a Walter Benjamin

La imagen de Walter Benjamin que sigue suspendida en Portbou

EKAITZ CANCELA

Imagen I: el 23-J

Si nos fijamos en la imagen que nos ofrecen las distintas mercancías periodísticas publicadas recientemente, observamos que el PSOE ha salido bien parado de las últimas elecciones generales, precisamente, con un lema similar a los que Benjamin hubiera criticado: “Adelante. España avanza”. El mensaje, interiorizado también en los distintos artículos que han llegado a las publicaciones anglosajonas, se asienta en trasladar que el éxito radica en, primero, no haber retrocedido ante la ultraderecha, el fascismo tardío, el trumpismo, el populismo reaccionario (como quieran llamarlo); segundo, consolidar los avances logrados en los últimos cuatro años de legislatura progresista; y, tercero, seguir avanzando en la democratización del Estado. Pareciera como si la hazaña de Sánchez fuera algo como una suerte de segunda Transición.

Pero el problema es precisamente ese, nos diría Benjamin: la desaparición de nuestra conciencia histórica, sea la Segunda República, los asesinados y torturados por el régimen del 78, o las generaciones que enterró la crisis de 2008 antes siquiera de que el 15-M tuviera la oportunidad de escalar y constituirse –por sí mismo– como un proyecto contrahegemonónico. Porque detrás de tanta narrativa heroica, discurso político cuidadosamente adaptado a las redes y de tamaña cantidad de memes se encuentra la ideología del progreso. Así, se trataría simplemente de liberar a las generaciones venideras de quienes nos quieren hacer retroceder 20 o 30 años, no a las pasadas. De acuerdo con esta narrativa, no haría falta más que celebrar el haber parado a Vox, defender la España del 2023. Pero, nos podríamos preguntar de manera provocativa, ¿acaso la sociedad española ha avanzado desde la crisis metabólica de la sociedad española ocurrida en 2008?

En primer lugar, nos recomendaría entender George Lakoff, el marco del avance es orwelliano, contradictorio, reflejaría además cierta debilidad estratégica en las filas de la socialdemocracia: ciertamente, los únicos avances de los que Pedro Sánchez puede presumir son las políticas de la ministra de Igualdad, Irene Montero, cuyas leyes, pese a las filias transexcluyentes y más conservadoras del PSOE, fueron condición de posibilidad en el terreno de la lucha institucional gracias al gran movimiento antisistémico de nuestro tiempo, la larga revolución de las mujeres, como diría Juliet Mitchell. Ha sido la resistencia contra el patriarcado como estructura de opresión la que, en todo caso, ha permitido hacer avanzar a la sociedad o, al menos, generar una cultura política distinta y abrir una brecha de oportunidad para problematizar distintas formas de violencia estructural. Pero esta nunca ha sido –o no solo– una batalla para otorgar más derechos a las generaciones futuras, sino para redimir a aquellas mujeres que, precisamente, han sufrido en sus carnes los costes del progreso, la modernización industrial, el auge neoliberal... Esas mujeres no miran atrás y contemplan a Zapatero, sino a Campoamor.

El PSOE ha presentado los fondos para la gestión pandémica como un 'avance', pero solo es una reacción a la crisis orgánica del capital. Bruselas temía la posible insurrección de los países del Sur.

Respecto a la segunda contradicción orwelliana, aquello que este partido presenta como un avance, la gestión pandémica, simplemente es una reacción a las últimas expresiones de la crisis orgánica del capital. No es que la reforma laboral, al igual que algunas de las políticas sociales que se han defendido en campaña, fueran un triunfo contra la tecnocracia europea, quien estranguló a las clases populares en la última recesión. Más bien al contrario, estas medidas fueron pactadas con Bruselas, eran incluso condición sine qua non para recibir los 140.000 millones de los Next Generation. Y eso es así porque, efectivamente, existía un motivo político: ayudar a los países sumamente endeudados y azotados por la pandemia. De lo contrario, se pensaba desde la ecúmene europea, las periferias podrían iniciar nuevas revueltas populares aún más intensas que las de 2015. Así lo señalan los estudios académicos que conceptualizan los fondos europeos como “una revolución pasiva” (en términos gramscianos) diseñada para aminorar las posibles situaciones de insurrección en los países del Sur. De nuevo, este avance es, más bien, el sedimento de una lucha pasada.

A estas alturas, tras la resaca electoral, podemos observar que asumir desde la izquierda la visión sobre la historia de la socialdemocracia, al igual que su ideología sobre el progreso, como se escuchó al día siguiente de los resultados (“no hemos ganado el presente, sino el futuro”), implicará algunos problemas a la larga para su margen de maniobra: de un lado, la progresiva desaparición de la potencia popular (será difícil que la política institucional articule la próxima ola de descontento), de otro, la involución en la guerra de posiciones para conquistar el Estado (su posición será, objetivamente, más débil en el aún hipotético Gobierno de coalición). Haber evitado el golpe de Estado soft –es decir, mediáticamente construido– de las posiciones más arribistas y reaccionarias tampoco significará la desaparición de la batalla cultural o jurídica. Más aún, cuando la hegemonía socialdemócrata es más precaria que nunca, como incluso ha reconocido Pablo Iglesias: “Pedro Sánchez necesitará que todos los partidos de la coalición en torno a Sumar, junto a ERC, Bildu, PNV y BNG voten a favor de cada ley y que además Junts se abstenga”.

Resultaría extraño que el PSOE acometiera una transformación profunda y radical del Estado e impidiera sus técnicas antidemocráticas. Este partido , como demostraron Felipe González y Zapatero, es un componente orgánico del régimen  

La guerra de posiciones de la derecha mediática, que pese a la derrota momentánea ha conseguido rascar 800.000 votos más y acumula un enorme poder institucional gracias a las elecciones del 28-M, seguirá taladrando con la idea de que España se ha roto, o que es ingobernable. Y la judicatura, la policía y el resto de poderes del bloque hegemónico nacional harán todo lo posible para que el país no gire ni un ápice a la izquierda, especialmente cuando saben que la caja de herramientas socialdemócrata no encontrará una buena solución a los problemas sociales y políticos existentes. Resultaría extraño que el PSOE acometiera una transformación profunda y radical del Estado para impedir las técnicas antidemocráticas, o de lawfare. Este partido, como demostraron Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, es un componente orgánico del régimen.  

El fascismo del que alertaba Walter Benjamin no es un riesgo en sí mismo en el presente, pues Vox, a quien las élites españolas, que son también europeas, dejarán caer pronto, está lejos de esa categoría, pero las lecciones del filósofo, que se suicidó en Portbou escapando del nazismo, el comunismo estalinista, el régimen de Vichy y la policía franquista, siguen siendo claras: el “hemos frenado a la barbarie” es una trampa. La catástrofe se encuentra en el presente. Es que las cosas sigan siendo como son. Es que la próxima crisis en la eurozona la gestione la ideología de la socialdemocracia.

Pablo Iglesias a su entrada al hemiciclo

SIDECAREn tierra de nadie: el impasse de la izquierda española

EKAITZ CANCELAPEDRO M. REY-ARAÚJO

 

Imagen II: la hipótesis populista

“Hay que incrustar tres momentos en los fundamentos de la concepción materialista de la historia: la discontinuidad del tiempo histórico, la fuerza destructiva de la clase trabajadora, la tradición de los oprimidos”, aconsejaba Benjamin. Pero no estamos en ese escenario. Más bien al contrario, la imagen que se nos aparece, parafraseando la primera tesis del filósofo, es la del autómata, la maquinaria de guerra electoral (diseñada en los inicios de Podemos) que luce ahora desmembrada y cuyos pedazos observamos que se amontonan en los restos de un tiempo anterior.

Tras el 23-J, esto es más claro que nunca. Buena parte de la preeminencia que tenía el discurso como sistema de equivalencia para articular las formas de subjetividad del 15-M y asaltar los cielos, o romper las formas culturales dominantes en la teorización que hizo la posición política particular de Iñigo Errejón, simplemente, se ha quedado en eso, en el nivel de las formas. Pero ello per se no garantiza el contenido progresista de la lucha contrahegemónica, sino todo lo contrario. El espacio político nacido en 2014 ha terminado sirviendo a la socialdemocracia en tanto que le ha otorgado cierta energía (la electoral, única adrenalina de la izquierda, el “echarse a la espalda al país”) cuando el desgaste de los dos partido del régimen era mayor; ha sido combustible, verde, no negacionista, para sostener el liderazgo de Sánchez. No están ganando espacios en la guerra de posiciones para profundizar en la democratización, sino consiguiendo cesiones mínimas del poder.

Esta incapacidad del discurso para articular prácticas políticas y sociales tanto populares, del pueblo, como exteriores a una formación cultural particular, es precisamente la problemática principal que señalaba Pedro M. Rey-Araújo en nuestro estudio para New Left Review sobre los límites de la hipótesis populista: a la larga, ‘el correr y atarse los cordones’, la falta de trabajo en el terreno y la apertura de posiciones culturales, terminará en que uno se estampe de bruces contra el suelo o, dicho de otro modo, el contenido progresista termine en desencanto.

La revolución cultural (Raymond Williams dixit) no se puede producir sin la organización de la comunidad política; de multiplicar, hacer brotar en cada pueblo intelectuales orgánicos al servicio del pueblo. Así lo entendía Gramsci. Con el ciclo independentista cerrado con la misma fuerza que la ventana de oportunidad que abrió el 15-M, ha sido el Maquiavelo de Ferraz quien ha conseguido capitalizar esta desafección y movilizar a las masas para luchar contra lo que la derecha ha definido como el sanchismo. Se ha hecho un sorpasso a sí mismo, a su propia imagen, resistiendo en el camino a la ofensiva mediática conservadora y, además, lo ha hecho desde Barcelona.

La memética de la socialdemocracia ha demostrado una enorme capacidad de resiliencia y no ha necesitado abrirse una cuenta en YouTube para preservar su hegemonía

Ello también nos lleva a replantearnos la segunda arista de la hipótesis populista, la aportación de Pablo Iglesias: la centralidad de la comunicación en la construcción de hegemonía cultural, el acceder a los medios, formas residuales, para apropiarse de ellos, expropiarlos y reinventarlos desde una plataforma digital con el objetivo de comunicar a una comunidad dada aquello que la une, dando así lugar a un proceso donde lo individual y colectivo se encuentra. Pese a todo el martilleo en los medios, el “perro sanxe, que sabe más por perro que por sanxe”, a saber, la memética cuidadosamente diseñada de la socialdemocracia, ha demostrado una enorme capacidad de resiliencia. No ha necesitado abrirse una cuenta en YouTube para conseguir la papeleta del voto útil, sino que ha construido el lenguaje que habla sobre el lugar donde están las personas, lo que la gente es y los futuros posibles (por muy precario que este discurso sea) sirviéndose de las herramientas mediáticas del amo. 

Y un dato: Prensa Latina, fundada en 1959 por iniciativa de Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, y con apoyo de, entre otros, Gabriel García Márquez o Rodolfo Walsh, tenía 1.500 militantes a su servicio.

En una sociedad donde no existe politización digital, y no digamos militancia, cuando la única mediatización de las experiencias colectivas es pulsar el botón de retuit, de me gusta, antes de ir a votar, en ese escenario que se ha asumido con el único posible desde la izquierda, siempre vencerá la socialdemocracia, o peor, los reaccionarios. Si existía cierta hegemonía política antes de llegar al gobierno, tras una legislatura dejando que quien emplee esta fuerza material de manera plena sea la socialdemocracia, su izquierda ya no tiene el poder de otorgarle una dirección hegemónica.

En suma, las dos posiciones políticas que mantienen viva la hipótesis presente en los orígenes de Podemos se han probado erróneas e incapaces de superar el concepto de la historia de la socialdemocracia, aunque ello no implique necesariamente su desaparición política. La muerte de este espacio es más dialéctica, pues también da cuenta de la existencia de una puerta nueva. Como Carlos Prieto ha insistido en afirmar, la reconfiguración acelerada del sistema-mundo capitalista inaugura debates intelectuales de grandes magnitudes, los cuales superan con creces a los de 2014, aunque sea por la urgencia de la situación. ¿Acaso alguien quiere seguir los pasos de Alexis Tsipras y Syriza en Grecia o de partidos verdes autodestructivos como el alemán?

Elecciones 2023 SUMAR Bruno - 4

ELECCIONESDiez tesis sobre el 23J

CARLOS PRIETO DEL CAMPO

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Imagen III: el ciclo post-austeridad

“El conformismo, que desde el principio ha estado como en su casa en la socialdemocracia, no se apega sólo a su táctica política, sino además a sus concepciones económicas”, escribía Benjamin en su onceava tesis.

Dado que el “instante de peligro” se expresa en la reestructuración de los circuitos globales del capital, entonces el relato institucional de la socialdemocracia, aquel que le permite presentar la gestión en la crisis del coronavirus como un éxito de Gobierno, no es autónomo en términos políticos, es decir, no tiene –ni tendrá– potestad suficiente como para imponerse en la realidad material al tiempo que escapa de las contradicciones del capital. Este relato, inspirado en una suerte de “keynesianismo de crisis”, es realmente un boomerang que da vueltas sobre sí mismo. Está en suspenso, no en movimiento, y puede volverse contra sí mismo.

Primeramente, las condiciones económicas, motivo principal a la hora de ir a votar para el 31% de los ciudadanos según La Vanguardia, se agravarán en los próximos años. Un periódico poco sospechoso de sostener tesis aznaristas sobre la llegada de la austeridad, El País, lleva unos meses alertando de que el FMI está exigiendo la moderación fiscal en la eurozona, que Alemania ha marcado el camino con un recorte de 26.000 millones en su presupuesto, y que habrá un techo considerable al gasto público en 2024.

Pese a las llamadas a evitar la “catástrofe social” de sus aritculistas más destacados, “el próximo gobierno deberá apretarse el cinturón”, como rezaba otro titular de este medio, que informaba de una cuestión crucial para entender cómo se entenderá el disciplinamiento económico: el gasto en armas y en inversiones ‘productivas’, como la transformación verde y digital, que tienen lugar a través de los polémicos acuerdos público privados (para muchos académicos y activistas, una forma de imponer la austeridad), se mantendrá.

Vemos así que la izquierda, tras prometer en campaña salir una hora antes de trabajar, dentista y dinero gratis para emprender, pronto se verá a sí misma haciendo malabares –dividida y enfrentada– para justificar sus posiciones políticas inminentes: tendrá que seguir legislando en favor de los traficantes de armas, de los rentistas de la vivienda, de los capitalistas tecnológicos y fósiles, de la dictadura marroquí... mientras el resto de esferas de la vida se recrudecen hasta puntos que quizá no sean gestionables de manera progresista. Gobernará una austeridad distinta a la anterior, pues la Unión Europea no comete el mismo error dos veces, en la que a los ciudadanos se le exigirá recortes en educación y sanidad para, digamos, salvar al mundo de la catástrofe climática. “Disciplina fiscal y transición energética verde”, escribía el director de Funcas el mismo día en las páginas del periódico de PRISA. Ese será el precio para seguir disfrutando del “progreso”.

Solo 4 de los 27 países europeos tienen la capacidad económica de llegar al 3% de las inversiones verdes para alcanzar un escenario de reducción de emisiones. España solo puede llegar al 1%.

De nuevo, aunque los debates entre algunos ecologistas se encuentre enfangado en el ad hominem, estas transformaciones en la economía política española inaugurará algunas situaciones contradictorias: como muestran los estudios, solo 4 de los 27 países europeos tienen la capacidad económica de llegar al 3 % de las inversiones verdes necesarias para alcanzar el escenario de reducción de emisiones. Ninguno de esos es España, quien, atado a las restricciones de endeudamiento de la UE, solo puede llegar al 1 %. El peligro de no afrontar esta ambivalencia, como radiografían los estudios comparados sobre Alemania, Reino Unido y Estados Unidos, está en asumir el discurso, imperante también en España, de que es necesario mantener la inflación baja y el conservadurismo fiscal. Pues ello, a corto plazo, implicará establecer una vuelta a la “normalidad” en la formulación de las políticas neoliberales y trasladar recursos desde los fondos públicos a los privados, aunque sea bajo la bandera verde.

La narrativa del avance entiende la crisis intelectual del neoliberalismo como un chivo expiatorio para dotarse de legitimidad. Pero llegado el momento, la socialdemocracia reforzará esa ideología mediante nuevas articulaciones y lenguajes

Lo más anecdótico es que estas transformaciones en los procesos de mercantilización, que a largo plazo no solucionarán los problemas climáticos, hayan ocurrido, precisamente, gracias a la retórica del “keynesianismo de crisis” que impuso Sánchez. La narrativa del avance y el progreso requiere siempre de una visión específica sobre la Kritikla crisis intelectual del neoliberalismo en este caso, algo así como un chivo expiatorio para dotarse de legitimidad. Pero llegado el momento, la socialdemocracia sabe que deberá reforzar esa misma ideología mediante nuevas articulaciones y lenguajes. Son plenamente conscientes de que impondrán cualquier escenario de ajuste que Bruselas requiera, y que acudirán a justificarlo al podcast que sea necesario. Está por ver si los partidarios del Green New Deal lo aceptan para intentar culminar su utopía colonial o si se mueven hacia posiciones más populares y radicales.

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OPINIÓNGanar y no perder la razón. Sumar tras el 23J

PABLO ELORDUY

 

Imagen IV: el freno de emergencia

“La superación del concepto de 'progreso' y del concepto de 'época de decadencia' no son sino dos aspectos de una y la misma cosa”. Por eso en Walter Benjamin la utopía es el acto político de iluminar aquello que debe destruirse. Respecto al caso que nos ocupa, dado que ha quedado de manifiesto que seguir la visión de la historia de la socialdemocracia es una decisión estratégicas peligrosa y que ninguna de las hipótesis que rigen actualmente el funcionamiento de la izquierda son correctas, la responsabilidad de entrar en el Gobierno, de ocurrir, requerirá de un doble movimiento: reconocer su propia destrucción (como hipótesis, como espacio, como plataforma, como movimiento…) para que sea posible alumbrar sobre sus ruinas, cuanto antes, un sujeto histórico nuevo; “destruir es construir”, escribía también el filósofo marxista, alternativas en todos aquellos espacios que sean tácticamente posibles una vez en el Estado.

Como añadía en la Obra de arte en su época de la reproductibilidad técnica, entender la potencialidad, dialéctica, de los desarrollos tecnológicos más recientes será clave en ambos procesos.

Walter Benjamin con amigos

Walter Benjamin rodeado de sus amigos

Quedaron muchas tareas pendientes cuando Vistalegre I se posicionó en favor de la máquina de guerra electoral, infinidad de caminos contrafactuales mucho más ricos en potencialidades tecnopolíticas que nunca fueron escogidos, alternativas para cortocircuitar los intentos permanentes de revolución pasiva. Pero quizá la más importante de todas ellas fuera el no construir una verdadera red social y cultural en los márgenes del Estado y el mercado desde la que organizar las energías creativas para volcarlas unidas sobre las brechas del régimen del 78.

Existen decenas, cientos, de tecnologías abiertas disponibles para mejorar nuestras posiciones en la lucha política y cultural. Desde la formación de cuadros o alfabetización digital del proletariado hasta la creación de discurso, la organización interna y la construcción de poder popular que haga emerger soluciones desde abajo del todo imaginativas para enriquecer el espacio de lo político. Renovando algunas categorías gramscianas, la izquierda debería pensar en términos de erigir repositorios históricos para construir lo que la gente es. Lo requiere la guerra de posiciones institucional, pero también la guerra climática o la guerra cultural que librará contra progresistas y reaccionarios. Esto es,producir subjetividades con un concepto de la historia que nos permita recordar aquello que ocurrió en el viejo mundo y con el que ya no tenemos conexiones reales, en parte debido a nuestra alienación con la memética socialdemócrata, para en primer lugar echar el freno de emergencia.

A continuación, más allá de los niveles filosóficos que requiere de abandonar esa noción de la historia como progreso, necesitamos diseñar interfaces tecnológicas alternativas para coordinar la acción colectiva. La ingeniería, las artes, el diseño y la arquitectura, las ciencias sociales que existen en esos espacios en los márgenes se tienen que poner a trabajar de manera interdisciplinar en cómo articular la cultura de clase y el deseo a llevarla hacia un horizonte emancipador mediante las tecnologías. Esto es, diseñar las mejores formas de visualizar esos escenarios y encontrar formas de organizarnos para alcanzarlos. Estas van desde tecnologías para recopilar el feedback que producirían las clases populares si tuvieran que enfrentarse a un problema teniendo la soberanía para solucionarlo (input), procesarlo algorítmicamente para fomentar su agrupación, junto a su participación en procesos offline de democracia radical,a fin de que el conocimiento resultante (output) se orienta a desarrollar un sistema que pudiera tener vocación transformadora de lo existente. Lo contrario, asumir la visión de la socialdemocracia, supone un proyecto orientado a la mera supervivencia, mediante el fortalecimiento del mercado, o la adaptación al concepto de la historia que impongan los neoliberales.

Más que frustrarnos intentando nacionalizar Telefónica, se necesita construir repositorios libres que nos permitan transicionar hacia la desmercantilización de cada esfera de la vida digital y analógica

Hemos de plantear espacios culturales más complejos a la hora de canalizar ese ingenio del que cada cual hace uso antes de poner un meme y volcarlo en plataformas comunitarias, donde los movimientos sociales, u otras expresiones democráticas de masas, posean un capital mayor que en las actuales burocracias de los partidos o los estúpidos influencers que impone la lógica del mercado. Ese sistema se construye desde fuera, y luego se introduce dentro de las instituciones, alterándolas. De ahí que, en una segunda fase del qué hacer, la mentalidad, interdisciplinar, que trata de acercar a perfiles de distinto cuño, como en el 15-M, a trabajar en la misma dirección, deberá extenderse hacia la labor del Estado, entendido como un dispositivo para gestionar y gobernar la complejidad creativa, popular, y emancipada de los grilletes mercantiles, que surge de abolir las relaciones sociales de producción capitalistas. Si bien existe jerarquía, esta emana desde abajo.

Será entonces, tras una larga lucha cultural que debe iniciarse de inmediato en algunas de las facciones que sea posible, efectivamente, conquistar, cuando se den las condiciones de posibilidad para alumbrar todo tipo de experimentos que permitan politizar la técnica de manera estratégica, pero también orientarla a provocar cambios permanentes en los arreglos existentes. Más que pensar en nacionalizar Telefónica y terminar absolutamente frustrado por la imposibilidad de esta hazaña dadas nuestras débiles fuerzas, se necesita hacer uso de la gestión de los recursos tecnológicos disponibles para construir los repositorios que nos permitan transicionar progresivamente desde afuera hacia la desmercantilización de cada esfera de la vida digital y analógica, no favorecer su completa dominación.

Es necesario reconocerlo. La victoria del bloque progresista debe dar paso inmediatamente a un proceso de reflexión estratégica, de pensamiento multiescalar sobre las distintas dimensiones de la crisis, y a la articulación de un plan, tecnológico pero no solo, de acción sobre la realidad más inmediata. Es urgente. Y estamos lejos.

benjamin walter

Abecedario de Walter Benjamin

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Ekaitz Cancela

 

 

 

Autor de 'Utopías digitales. Imaginar el fin del capitalismo' (Verso Libros)

 

 

* Gracias a Ekaitz Cancela y a EL SALTO

https://www.elsaltodiario.com/opinion/momento-walter-benjamin-politica-espanola

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mancheta junio 23