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viernes, 26 de abril de 2024 10:00h.

Mujer casada, sumisión pactada - por Nicolás Guerra Aguiar

 El arzobispado de Granada publicó hace quince días un libro de la periodista italiana Constanza Miriano. No se trata de un trabajo de investigación artística sobre el palacio arzobispal, primera sede universitaria de la ciudad granaína. Ni tan siquiera se refiere al anterior edificio del siglo XVI y cuya entrada daba a la Plaza Vivarrambla, así llamada popularmente aunque su nombre es Bib Rambla, muy anterior a la conquista cristiana en 1492.

Mujer casada, sumisión pactada - por Nicolás Guerra Aguiar

 

   El arzobispado de Granada publicó hace quince días un libro de la periodista italiana Constanza Miriano. No se trata de un trabajo de investigación artística sobre el palacio arzobispal, primera sede universitaria de la ciudad granaína. Ni tan siquiera se refiere al anterior edificio del siglo XVI y cuya entrada daba a la Plaza Vivarrambla, así llamada popularmente aunque su nombre es Bib Rambla, muy anterior a la conquista cristiana en 1492.

   Cásate y sé sumisa es el título de la publicación subvencionada por el arzobispado. Le supuse, puestos a ser rigurosos, el hoy simbólico “Nihil obstat” que ayer figuraba en las primerísimas páginas de cualquier libro impreso en España, secuencia lingüística latina absolutamente imprescindible desde siglos atrás y cuando la Iglesia española compartía el poder con la dictadura franquista. “Nihil obstat”, o lo que es lo mismo, ‘no hay impedimento’ desde el punto de vista doctrinal y moral de la censura católica para que un libro concreto se publique. Por tanto, “Imprimatur”, ‘imprímase’.

   Y como la sociedad española ha sido crítica con la aparición de tal monumento artístico cuyas fuentes de inspiración son San Pablo y sus citas presentes en la Biblia (carta a los Efesios), la obra ha sido usada por malévolos clanes ateos e infernales cuya finalidad única y obsesiva es el ataque al arzobispo de Granada, tan bueno él, tan sencillo y natural como debe ser la sumisión de la mujer casada al hombre, su amo, dueño y señor. Y porque sumisión significa ‘sometimiento de alguien a otra u otras personas’, la rebuscada mala leche de la sociedad española relacionó inmediatamente el contenido del libro con etapas ya superadas, aquellas en que la mujer era sierva, servidora, reposo del hombre.

   Significa el título (aunque tiene truco) que una vez casada su misión como mujer  consiste en hacer feliz al hombre, plenipotenciario poseedor de aquel cuerpo con mente tentadora y pecadora, la Eva que llevó al infeliz Adán a la perdición y al trabajo, castigo por su pecado al comer el fruto del árbol prohibido. Y es que Dios, el de las níveas barbas varoniles de nuestro catecismo, Él, acaso desconocía la maldad que hay en la mente de la mujer, a quien le puede la curiosidad y maneja al hombre a su antojo.

   El libro, pues, se publicó a principios de noviembre, el mismo mes en el cual ya se habían programado manifestaciones y actos varios en contra de la violencia machista contra la mujer. Todo estaba aparentemente claro: no hubo azar, casualidad, chiripa, condicionantes de la editorial, quizás de la propia imprenta. Muy al contrario, la primera conclusión -incorrecta- fue contundente: no es casualidad que de los doce meses del año se escogiera noviembre para su reedición en español. Por tanto, que apareciera este mes fue acción premeditada, planeada cronológicamente y con jodelonas intenciones.

   Pero a pesar de las apariencias, que el arzobispado granaíno apoyara la publicación de un libro que le exige a la mujer sumisión ante su marido no podía entenderlo, de ninguna manera, como reto, provocación o desafío a una sociedad que empieza a concienciarse ante maltratos físicos y psicológicos del varón hacia la mujer, cuando no la barbarie del asesinato casi siempre por aquel disparatado planteamiento machista de “o mía, o de nadie”.

   Y no podía entenderlo no porque el pensamiento impuesto en todos los hombres de la Iglesia sea de total rechazo al absolutismo del macho, aunque bien es cierto que no he visto a sacerdotes, diáconos, priores, abades, capellanes, rectores, superiores, obispos, arzobispos, cardenales y patriarcas potestades en la calle reivindicando contundentes actuaciones frente a  quienes maltratan o asesinan a sus mujeres. Ni tampoco los escucho recriminándoles a  jóvenes varones su mental medievalización en ese perplejante retroceso que es la vuelta a la consideración de su piba, novia o compañera como algo de su propiedad, y a la que impone por la violencia determinados comportamientos. Porque, a pesar de todo, debo suponer y supongo en la Iglesia conciencias rigurosas y serias frente a la mal llamada violencia de género, porque el género –dicho sea de paso- es un conjunto de seres, como el humano.

   De ahí mi planteamiento: si la Iglesia católica española –y el señor arzobispo de Granada es alta autoridad dentro de ella- por un elemental principio ético y de razón no puede estar de acuerdo, en absoluto, con la acción violenta del varón, ¿por qué, sin embargo, apoyó la publicación de Cásate y sé sumisa en el mismo mes en que la calle denuncia actitudes agresivas contra la mujer? (El lunes fue día de manifestaciones. Por Triana pasó una cuyo primer grupo coreaba pegadizos estribillos: “¡Vamos a quemar, vamos a quemar, la conferencia episcopal por machista y paternal!”, me pareció que aireaba uno.) Y entonces me vino la iluminación.

   Caí en la cuenta de que, en realidad, el señor arzobispo de Granada ni es carca, ni ultra, ni tridentino. Muy al contrario, el señor arzobispo que apoyó la edición española de Cásate y sé sumisa es revolucionario frente a la mentalidad conervadora, es partidario del arrejuntamiento la convivencia de parejas sin matrimonio civil o religioso. En el título está a la vista, aunque hábilmente disfrazado: ¿cuál es la directa consecuencia del matrimonio, del casorio? Pues eso, la sumisión. O lo que es lo mismo, si no hay matrimonio, el macho, el hombre, el primitivo ser que impone la violencia no puede considerarse propietario de algo que la sociedad no le ha entregado simbólicamente: una mujer. Y como ella no está casada, no le debe la  trasnochada sumisión a la autoridad del inexistente marido. (detalle que sí captó la señora ministra Mato, ¡por eso exige la retirada del libro!)

   Que el señor arzobispo me perdone, pero el 10 de este mes tuve la impresión de que la diarrea que cogí en Granada tras leer en El Ideal la noticia de la reedición fue por el cabreo o emputamiento. Me entregaré, pues, a las redenciones inquisitoriales. 

 

También en:

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/15-opiniones/26677-mujer-casada-sumision-pactada

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=318495