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jueves, 02 de mayo de 2024 00:45h.

Una de rebeliones (con B de Iberia) - por Nicolás Guerra Aguiar (2010)

 

NICOLÁS GUERRA AGUIAR 100Releamos este texto de hace siete años del sólido articulista, habitual en La casa de mi tía, Nicolas Guerra Aguiar, para confirmar que viene de atrás su lamento sobre indolencias y mansedumbres, que yo, Chema Tante, comparto.

Una de rebeliones (con B de Iberia) - por Nicolás Guerra Aguiar (2010)

Los años 1978, 1986, 1988 y 2003 fueron importantísimos en la historia reciente de nuestra Isla, pues los grancanarios ocuparon las calles en pacíficas y multitudinarias manifestaciones para exigir, respectivamente, la consolidación del sistema democrático, la no entrada de España en la OTAN, la Universidad de Las Palmas (rechazo al monopolio tinerfeño ante su torpe política universitaria) y la retirada de las tropas españolas en Irak.

Recuerdo también la de 2005 para denunciar el despotismo municipal capitalino cuando su Gobierno se embarca sin brújula en el proyecto de la Gran Marina, clara muestra de obcecaciones, desprecios y veleidades, increíbles comportamientos en mentes despiertas e inteligentes, pero en aquel momento dirigidas por la imprudencia.

Y aunque algunas cumplieron los objetivos (la de 1988 consiguió la ULPGC, la de 2003 afectó directamente al PP, la de 2005 echó abajo desvariadas pretensiones), lo cierto es que el pueblo canario actual no se prodiga, precisamente, en exigencias y compromisos de participación cuando se le llama para que salga a la calle.

Y no es que falten ocasiones o que sean banales los contenidos de las convocatorias, no: razones hay abundantes para que los ciudadanos muestren en público su hartura ante indolencias de las autoridades o abusos por empresas privadas. Así, las guaguas municipales: los usuarios se quejan y vociferan, pero son incapaces de organizar una manifestación frente a la tomadura de pelo que su muy irregular servicio significa.

Más: sus señorías acaban de ajustarse exquisitos privilegios para su futuro, para personales beneficios del mañana; algunos alternan vocaciones políticas con negocios privados; otros disfrutan de suculentas nominillas por el cargo y por su pertenencia a empresas públicas o semipúblicas; los hay que cobran por dos organismos oficiales (Congreso y Cabildo, por ejemplo). Y en estos momentos de crisis, silencio absoluto por parte de la ciudadanía.

En bancos y cajas la gente ha de hacer larguísimas colas, pues sólo abren una ventanilla: el ciudadano calla con enervante resignación. El conductor es quien se sirve en gasolineras (de paso, colabora en la eliminación de puestos de trabajo), pero no paga a precio reducido. Lo mismo en supermercados: deposita la compra en la cinta, abona y, además, debe empaquetar, e incluso apoquina por las bolsas. No obstante, apatía, pasividad, mansedumbre y sumisión total frente a abusos que se cometen a plena luz, con testigos, incluso hasta con alevosía.

Sin embargo, pareció hace unos días que desde la presidencia del Gobierno de Canarias se invitaba -¡por fin!- a la rebelión, es decir, al levantamiento público y a "cierta hostilidad" contra Iberia, empeñada en cobrar sesenta euros por la segunda maleta (también lo hace Spanair). Don Paulino Rivero quiso emular pasados gloriosos e invitó a ayuntamientos, Cabildos y al propio Gobierno a rebelarse contra tal abusivo gravamen. (Allá en el fondo del subconsciente, ¿no será "Iberia" algo más para él?) No obstante, hizo una matización lingüística (a fin de cuentas, es docente, aunque lejano): dijo "debemos de rebelarnos". Y como deber de + infinitivo denota probabilidad o suposición, sus palabras significan que frente a tal atropello es factible un levantamiento popular, cabe la posibilidad de que se produzca la rebelión.

Porque si pretendía incitarnos al motín, lo recomendable era "debemos rebelarnos", es decir, 'hemos de, tenemos la obligación de'. Por tanto, no hubo coraje para invitar a levantamientos y, en consecuencia, Iberia no aflojó con lo de la segunda maleta. Es más: su hábil maniobra le permitirá no sólo cobrar los sesenta euros por ella, sino que, también, hemos de apoquinar por el sobrepeso de la primera. Y los coatísticos -estoy seguro- lo venderán como un triunfo de su guía.

De todas maneras, una maleta más o menos no es precisamente el gravísimo problema de miles de parados canarios que tampoco pueden viajar para y por Iberia. A lo peor la traba es que hay un presidente que debe rebelarse, que tiene la obligación de alzarse contra esta injusta situación laboral de absoluto desamparo… pero no sabe hacerlo. Y a quien, además, Iberia le pegó una impresionante quintada (Diccionario Ejemplificado de Canarismos), lo tumbó con una mañosa pardelera.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

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