Los de Vox profanan la huesa de Julio Anguita - por Erasmo Quintana *

Desde Madrid, han recogido la declaración de la más que previsible candidata de Vox en las próximas elecciones en Andalucía, Macarena Olona: “A los desahuciados de Andalucía les diría que esto no va de derechas o de izquierdas sino de la voz auténtica que lucha por el pueblo”. Esta extremaderecha ultramontana quiere ponerse en el lugar de la izquierda y jugar el papel del progresismo. Desean parecerse a los que quieren que desaparezca el lado nostálgico de los que no entienden un mundo globalizado, postindustrial, materialista, que rechaza el debate del lenguaje políticamente correcto; del ecologismo o de la igualdad como grandes banderas ondeando al viento, y para todo ello necesitan la figura de “don Julio Anguita”, ahora según Olona, con el don. 

La provocativa “adopción” del histórico dirigente de Izquierda Unida por la portavoz de Vox es un sacrilegio. Dice, refiriéndose a él, Don Julio. En su justificación, aseguró que el gran Anguita es la representación de “el espíritu de lucha” para defender a los desahuciados. Y en el insolente parangón de un comunista de su talla por la formación más rancia del nazifascismo, se encubre la oscura intención provocadora por un lado, y para que se hable de Vox. En verdad, lo hace porque ya no está entre nosotros. Si viviera no se atrevería. Julio Anguita, antes de morir, en 2019, dijo: “No me gusta que me utilicen, y sobre todo que me utilicen personas que tienen esta ejecutoria”, refiriéndose a Vox.

Esto lo hacía Olona en la localidad onubense de Lepe porque nunca da puntada sin hilo, para conmemorar los tres años que lleva su partido con el PP en Andalucía. Esta comunidad está llamada, según ella, a hacer historia e implica una gran responsabilidad. Andalucía ya había hecho historia cuando su partido permitió el cambio. Su formación Vox, en aquella región formando coalición con el partido de Casado asume responsabilidades de Gobierno. En Lepe continuaba la desvergonzada arrimando el prestigio altísimo del comunista a su formación ultraconservadora, antípoda de Izquierda Unida, queriendo así ampliar su espectro de votantes, y que “Anguita se sentiría profundamente orgulloso de Vox”, “avergonzándose en extremo -sigue diciendo- de esos que se dicen ser de izquierdas y defender a la clase obrera”. Como ella misma, cabría decir, para ahondar en lo ridículo de su despropósito.

Toda esta cantinflada iba dirigida a esa gran mujer, la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, luchadora de raza por los grandes menesterosos desfavorecidos y olvidados de esta injusta sociedad que tenemos. No tardarán mucho las críticas de los ciudadanos conscientes -que los hay-, sabedores de cómo se las gastan estos tipos de Vox, los negacionistas anti-todo, en cuyo discurso jamás se les oye algo que vaya encaminado al logro de mayor justicia para las capas sobre las que recae todo lo negativo de los gobernantes que tenemos en mala hora. La extrema derecha, agazapada en el PP desde el comienzo de este remedo de democracia (en realidad Monarquía Parlamentaria), al fin salió de las tinieblas para decir “Aquí estamos sin careta, ¿pasa algo?”, muy chulos.

Vox es lo mismo de lo que sigue: Hitler, fruto del mal sino de su país. La Primera Guerra Mundial fue en 1914, y el detonante, el magnicidio del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo. Alemania declara la guerra a Rusia y a Francia y comienzan las batallas de Lorena y del Marne. Austria-Hungría se la declaran a Gran Bretaña y Francia. Finalizó en 1918 y el gran perdedor, el Pangermanismo. Este incidente marcó la vida de Hitler, que terminó como un oscuro cabo militar. Le dolió que su país acabara humillado y obligado a pagar 132.000 millones de marcos oro por indemnización de guerra a los países vencedores. Metido en política, aprovechó la situación pavorosa nacional: la derrota de Alemania, el descontento por la terrible depresión económica y el antisemitismo, utilizado todo con eficacia y demagogia, pues se hizo el valedor, redentor y salvador de las clases más deprimidas de la nación, como miembro del Partido Nacional Socialista de Obreros Alemanes y su racismo, le valió para llegar al poder, al cual el pueblo, en unas elecciones democráticas libres lo llevaron en volandas a convertirse canciller. Más tarde, queriendo acabar con el comunismo, le vino el nombramiento de Fuhrer. 

Desde allí, todos sus desvelos fue armar y preparar a la nación alemana para la Segunda Guerra Mundial valiéndose incluso de los púberes. El resultado fue una monumental hecatombe en la que murió millones de seres humanos destrozados por la maquinaria de guerra e incinerados salvajemente: el Holocausto judío.

De esta calaña son “nuestros” políticos de Vox. Se presentan como gente pacífica y necesaria para enderezar los entuertos de los comunistas y sus adláteres a nivel democrático, donde se mueven como pez en el agua. Pero, como lleguen al poder absoluto, también como Hitler, se acabaron las libertades y con ellas la democracia.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de  Erasmo Quintana