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viernes, 26 de abril de 2024 17:59h.

La verdad de Correa: lo que él hizo, lo hace mucha gente, por todo el estado - por Chema Tante

 

CHEMA TANTE"Lo que yo hacía, lo hace mucha gente. En los exámenes, todo el mundo se copa; a quien pillan, le expulsan. Es lo que me ha pasado a mí, me han pillado; y estoy en el banquillo." Esto que ha venido a decir (cito de memoria) en su profusa declaración Correa, el "Don Vito" del enredo Gürtel, es una de las mayores verdades que se hayan podido largar en un tribunal.

 

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La verdad de Correa: lo que él hizo, lo hace muca gente, por todo el estado - por Chema Tante

"Lo que yo hacía, lo hace mucha gente. En los exámenes, todo el mundo se copa; a quien pillan, le expulsan. Es lo que me ha pasado a mí, me han pillado; y estoy en el banquillo." Esto que ha venido a decir (cito de memoria) en su profusa declaración Correa, el "Don Vito" del enredo Gürtel, es una de las mayores verdades que se hayan podido largar en un tribunal.

Esto es una historia de la que a mí lo único que me asombra es, precisamente la sorpresa que parece despertar. Yo no entiendo nada. No puedo creer que haya una mente sensata que no sepa de las maneras, cinismo e impunidad que reinan, por todo el estado -y, por supuesto, con Canarias en la primera línea- en las contrataciones y decisiones públicas. Yo no puedo creer que nadie ignore que la inmensa mayoría de los contratos se adjudican a personas -o a empresas de personas- afines a quienes toman la decisión, con la contraprestación correspondiente. Cada vez que se convoca un concurso para lla contratación, el rumor corre por todas partes; "ya está dado", se murmura. Y lo mismo se puede decir en cuanto a las recalificaciones, licencias y autorizaciones, en gobiernos, ayuntamientos, cabildos, diputaciones y empresas públicas.

Y esto ocurre porque el proceso de toma de decisiones se mantiene oculto. Porque las pillerías torticeras para saltarse las condiciones legales son cosa común y corriente. Esas historias de partir los contratos en varios, para obviar la obligación del concurso. o aquello otro de "presentar tres facturas" apócrifas; o la monumental estafa de favorecer ofertas con presupuestos aquejados de baja temeraria, que luego resultan multiplicados por dos, tres o lo que haga falta, para un total astronómicamente superior a la más alta oferta presentada originalmente...

Es que en la justicia se concede, como una costumbre fatal, la impunidad a la mayoría de la poca gente a la que se trinca en sus negros trapicheos. Para empezar, con esa exasperante lentitud, que prolonga decenas de años los procesos. Una dilatación que genera la doble desgracia de que la gente culpable puede seguir mucho tiempo con sus fechorías y, al mismo tiempo, gente inocente acusada carga una parte de su vida con el baldón procesal inmerecida.

Y, al final de esos largos procesos, las penas son ridículas. Porque lo habitual es que se imponga inhabilitación. Se le prohíbe ocupar puestos públicos, a personas ya al final de su vida política, que han podido mantenerse en sus cargos durante mucho tiempo después de haber sido pilladas. Mucho tiempo, haciendo lo mismo, pero sin que se les trincara.

La cuestión es la dichosa obligación de demostrar la relación entre el inexplicable enriquecimiento y el contrato, licencia, recalificación que se haya concedido. Si se favorece a un amiguete o a su empresa, pero no existe prueba de que haya pago por ello, no se puede demostrar el cohecho. Y ya está. Es, por ejemplo,  lo que han hecho, una y otra vez, Soria, con sus andanzas de pesca del salmón o las camas de Anfi, y el trío Zerolo, Plasencia y González el viejo. Son servicios entre amigos, sin que -dicen- se mueva dinero. Es imposible, hay que entenderlo, que se demuestre el cohecho, porque nadie entregará un recibo por el precio de su delito.

Los partidos que han sostenido -y se han sostenido mutuamente- su fortaleza política sobre la base económica de la corrupción, se niegan a poner remedio a este desastre. Lo que proponen el Pp, el PsoE, en Canarias CC o en Cataluña la tropa de Pujol y Mas. que ya nadie sabe ni cómo se llaman, son medidas inoperantes, porque no actúan sobre el fondo del problema.

La solución de la corrupción está en la publicación de todo el proceso de decisiones que favorezcan a personas o a empresas y que en ese proceso estén presentes todas las fuerzas políticas, no solamente el gobierno, sino también la oposición, en cada institución, entidad o empresa de dominio público en que se tome la decisión.

Y, por la parte sancionadora, que se investiguen los enriquecimientos para que, quien no pueda justificar claramente el ingreso, tenga una pena de prisión, si no por cohecho, por fraude fiscal. Para que toda esta tropa de sinvergüenzas sea tratada como Al Capone, que es lo que son.

Hay que gritarlo sin descanso. La corrupción es un desastre, pero es un desastre generalizado. La corrupción ha costado todo el dinero cuya carencia causa tanto sufrimiento. La corrupción deteriora la inversión y los servicios pùblicos. Y la corrupción destroza el sistema económico, porque favorece a empresas y personas ineficaces en tanto que desprecia y desanima a quienes hacen bien y honestamente su trabajo.